| ¡Infarto agudo del miocardio!
Mitch ni siquiera se acordaba de que respirar era un requisito indispensable para sobrevivir; porque todo lo de Grace estaba sobre todo lo suyo y podía sentir el calor desproporcionado que aquel contacto provocaba.
—Muñequita qué...
—¿Quién te enseñó a esconderte? —replicó ella—. ¿Crees que no me he dado cuenta de que no te has cortado el cabello desde que llegaste?
—No es eso...
—Solo eres bastante maduro como para no ir por ahí buscando los problemas —comprendió ella y a Mitch se le estrujó el corazón porque cada palabra que salía de la boca de Grace le confirmaba que aquella chiquilla estaba hecha para él—. Pues ¿adivina qué? Los problemas ya te encontraron, así que si hay un buen momento para no dar señales de debilidad, ese es este. ¿No crees?
Mitch cerró los ojos mientras sus manos subían lentamente a los muslos de Grace y los rodeaba con dedos firmes. Él se habría dejado hacer cualquier cosa por ella, incluyendo dejar que le rapara hasta las p... patillas.
—Haz lo que quieras —susurró bajito y escuchó su risa muy cerca de su boca antes de sentir cómo la maquina corría una y otra vez sobre el costado derecho de su cabeza.
De cuando en cuando la sentía acomodarse, moverse, levantarse un poco para alcanzar algún punto de su cabeza y luego dejarse caer de nuevo mientras le provocaba una erección descontrolada. ¿A quién engañaba? ¡Se estaba muriendo por ella!
Mitch la sentía trabajar con la maquinilla o con las tijeras, pero no hacía ni un sonido porque sentía que si despegaba los labios lo que saldría sería el gruñido del lobo feroz antes de comerse a la caperucita.
—¿Quieres que te recorte la barba también? —preguntó ella con suavidad—. Ya no está sexy, dos días más y podrías hacer de doble para El Náufrago.
—Muy chistosa... Pero sí, haz lo que quieras —cedió con una sonrisa y no supo cuándo sus manos se cerraron detrás de la espalda de Grace.
No recordaba nunca en su vida que un peluquero se le hubiera sentado encima, pero por aquella en particular no iba a quejarse. No podía evitar sonreír al sentir aquel contacto y respirar el aroma de flores que salía de Grace.
Finalmente ella terminó y alargó la mano para alcanzar un espejo pequeño. Mitch abrió los ojos con un suspiro y se quedó medio sorprendido y medio impresionado. Había rapado solo de su lado derecho, destacando el tatuaje y degradando hacia arriba, donde el cabello seguía más largo. El corte era medio sexy y medio sofisticado, pero la intención era clara, dejar de esconder aquel tatuaje.
—Wow, esta parte de ti sí que no me la sabía.
—¡Oye, soy una chica multifacética! Yo puedo hacer cualquier cosa... —rio ella mientras se echaba un poco de espuma moldeadora en los dedos y los pasaba por su cabello, masajeándolo con una suavidad que lo hizo ronronear.
—Muñequita...
—¿Sí, dragoncito?
—Este... creo... bueno... a lo mejor deberías... levantarte...
Grace detuvo su masaje y sus manos bajaron a la cara de Mitch mientras llamaba su atención y lo miraba a los ojos.
—Hace media hora que estoy sentada encima de ti, y hace media hora que me estás tocando el trasero. ¿Hasta cuándo vas a hacer el teatro de que eres fuerte?
Mitch abrió la boca para responder de inmediato pero no pudo, esa pregunta era más que suficiente para que soltara el aire y se rindiera.
—No... yo no... —comenzó a decir, en medio de las risas de Grace y tuvo que detenerse porque aquel sonido siempre le aceleraba el corazón.
Se miraron fijamente a los ojos y el momento pareció detenerse cuando Mitch levantó su mano para acariciar su mejilla, sintiendo aquella electricidad en las puntas de los dedos hasta que su pulgar alcanzó los labios de la muchacha, rozándolos mientras por fin aceptaba que no podía dejar de mirarlos.
—¡Maldición! —suspiró sintiendo las manos de Grace en su nuca y esta vez ella no pidió permiso.
Su boca se estampó contra la suya y aquel gruñido animal que llevaba guardándose durante días por fin alcanzó la garganta de Mitch. Sus dedos se cerraron con violencia sobre la espalda de Grace y se dejó llevar por aquel deseo que parecía consumirlo todo. No podía explicar aquella urgencia, aquella necesidad de posesión que sentía con solo besarla, como si fuera algo demasiado suyo.
Su lengua le daba la bienvenida con un susurro y los dos se dejaron llevar por el calor de aquel beso. Grace entrelazó sus piernas en las caderas de Mitch, aumentando la presión de su cuerpo contra él, mientras el deseo se disparaba y los jadeos se volvían más profundos. Ya nada parecía importarles en aquel momento más que ellos dos.
Se besaron con desesperación, con fuerza y con ternura hasta que la respiración se volvió escasa y el tiempo pareció detenerse. Sus bocas se separaron por un momento para recuperar el aliento y luego los labios de Mitch continuaron con su baile descontrolado hacia su cuello, su hombro, como si necesitaran probar cada centímetro de piel.
—No, no hay que apurar esto, tenemos todo el tiempo del mundo.
—OK, entonces... ¿qué te parece si en el tiempo inmediato me alimentas?
Él rio entusiasmado y la levantó por la cintura, haciéndola enredar las piernas en sus caderas como si fuera algo normal entre ellos.
—¡A la cocina entonces! ¡Te advierto que he perfeccionado mis artes culinarias desde que vivo solo!
Grace lo puso en duda, él cocinó, nadie pudo comerse aquello, pidieron comida a un restaurante y Grace se puso de puntillas para besarlo en los labios cuando él la dejó en el Lamborghini tres horas después. Lo de tomárselo con calma era importante para los dos así que aquello tenía que contar como primera cita.
—Nos vemos mañana temprano, muñequita —se despidió y esperó a que ella saliera y se metiera en el tráfico de la ciudad rumbo a la mansión Black.
Volvió a su camioneta y estaba llegando a su departamento cuando su celular comenzó a sonar con un número desconocido. Grace tenía razón: los problemas estaban llegando de todas formas, así que no tenía caso intentar escapar.
Tomó la llamada y escuchó una desagradable voz que ya conocía.
"Es tu última oportunidad de trabajar conmigo, no te daré otra", sentenció Gerson Cassidy y Mitch apretó los dientes.
—Creo que fui bastante claro cuando hablamos: no pertenezco al clan Drakon, no tengo negocios que pueda compartir contigo y si los tuviera tampoco te los confiaría. ¡Fin de la historia! —gruñó.
Al otro lado se hizo un silencio incómodo y el tipo escupió.
"Bien, si esa es tu posición supongo que tendré que ser más drástico. O negocias conmigo o no negocias con nadie. Espero que seas capaz de asumir las consecuencias... aunque no te pasen precisamente a ti..."
Mitch frunció el ceño mirando la pantalla.
"¿Cómo que no me pasen precisamente a m...?" Sus ojos se desviaron inmediatamente a la carretera y un solo nombre le llegó a la cabeza: "¡Grace!..."
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD