FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD romance Capítulo 11

Afuera seguían resonando los disparos, pero apenas Giulia escuchó los pasos de Hasan dejando la tienda, bufó con fastidio, se apartó un mechón del rostro y levantó la tapa de aquel arcón para salir de él.

Hasan era un guerrero, pero finalmente el rey también tenía un alma noble, y eso hacía que tuviera más enemigos que si hubiera sido un déspota, tirano y dictador.

Así que si él no estaba esperando ser atacado en un simple recorrido donde pretendía ayudar a su pueblo a mejorar sus condiciones de vida... Bueno, Giulia sí lo había esperado.

Durante meses había escuchado cada rumor, cada descontento, cada queja de aquellos ciudadanos a los que no les bastaba con que fuera un rey noble y justo. Por eso sabía muy bien que cuanto mejor trabajo realizara, más expuesto estaría a los ataques y a la traición.

Levantó el borde trasero de la carpa y se escurrió debajo, rodó sobre su cuerpo y corrió luego en silencio hacia la caravana de Malika. Por supuesto, el pobre animal estaba más que alterado por los disparos, pero Giulia pasó a su lado, palmeando su lomo y besando su cabeza con un gesto tranquilizador, para luego alcanzar las armas que había dejado ocultas debajo de los pesebres de la yegua.

Se deshizo del largo vestido que le molestaba para moverse, y un segundo después, estaba enfundada en una lycra suave que cubría casi todo su cuerpo, y tan oscura que le permitía confundirse perfectamente en medio de la oscuridad.

Se llenó el cinturón de cargadores y revisó aquellas pistolas en cuestión de segundos, colocándoles silenciadores, porque si algo había aprendido del entrenamiento de la Ejecutora, era a hacer las cosas en el más absoluto silencio. Tanto, que nadie la sintió escurrirse sobre la arena y comenzar a matar.

La situación era delicada y Giulia la evaluó en un solo instante. Habían llegado en vehículos civiles, viejos y maltrechos, que parecían una caravana comercial, así que no habían levantado ni una sola sospecha al pasar junto a ellos hasta que el ataque había comenzado.

Los camiones habían hecho un semicírculo alrededor del campamento mientras Hasan y sus hombres se parapetaban detrás de sus propios vehículos, intentando responder al fuego.

No había ventajas para nadie; Hasan iba preparado y por eso el poder de fuego era similar en ambos bandos. La única diferencia, y lo que nadie sabía, era que aquella mujer estaba allí para intervenir.

Nadie la vio en medio de la oscuridad de aquella madrugada, correr como una sombra más del desierto y colarse en el primer camión, descargando una ronda de disparos contra cuatro hombres que murieron en el acto.

Sabía muy bien cómo ser silenciosa, y sabía mejor aún cómo eliminar enemigos en medio de la oscuridad. Especialmente cuando la tensión de todos estaba enfocada en los soldados que devolvían los disparos frente a ellos; nadie esperaba ni remotamente aquella sombra que se levantaba a sus espaldas y ejercía una ejecución tras otra, sin que ni siquiera le temblara la mano.

A lo lejos podía escuchar los gritos de Hasan dando órdenes. Era un buen líder y Giulia sabía que no se merecía nada de aquello. Quizás eso era lo peor: saber que aquel hombre era el único rey decente que había tenido Arabia en los dos últimos siglos y aun así había gente tan estúpida como para querer matarlo.

Eso hacía que la sangre le hirviera en las venas, eso hacía que todo el instinto de la Ejecutora aflorara en ella de una sola vez. Así que no se detuvo, siguió irrumpiendo en uno de aquellos camiones tras otro, solucionando las cosas como mejor sabía.

Por supuesto, Hasan y sus guardias también facilitaron el trabajo y en muchos encontraba ya varios heridos o muertos, y Giulia simplemente terminaba de asegurarse de que no volvieran a levantar ni una sola pistola contra él.

Sobra decir que el rey estaba furioso. Furioso y decepcionado, quizás esas eran las palabras correctas, porque se había esforzado tanto por hacer de aquel un país mejor y llevar justicia a su pueblo que no podía creer que hubiera gente que todavía quisiera terminar con su vida y con su trabajo.

Estaba decidido a no permitir que lo vencieran esa noche, sin embargo, no esperaba que los disparos poco a poco se fueran apagando, hasta que no hubo absolutamente nada que rompiera el silencio de la noche.

—¿Perdón?

—A menos que tengamos balas especiales o mágicas, ¿puedes decirme cómo dieron la vuelta para meterse por la nuca de estos hombres? —preguntó Hasan, y Mustafá miró en qué dirección apuntaban las caras de los asaltantes y en qué dirección estaban las balas que los habían matado—. Esto no lo hicimos nosotros, Mustafá. Alguien ejecutó a estos hombres y no fuimos nosotros.

—Alguien nos ayudó... —comprendió el guardia, y otro de sus guardias se acercó nervioso.

—¿Y si fue la Umm? —preguntó con un gesto de profundo miedo—. Por algo nos ha estado siguiendo desde que salimos de Riad. Quizás nos seguía para salvarnos…

— ¡Jalil, ya te dije que no hay Umm, ni “jinni”, ni fantasma en este desierto! —se desesperó el rey—. ¡¿No acabas de saber que la mujer que estaban viendo era Giul...?!

Los ojos de Hasan se abrieron desmesuradamente y saltó de aquel camión para correr desesperado hacia su tienda. ¡Giulia! ¡En medio de todo aquel desastre se había olvidado de ella porque creía que la había puesto a salvo! Pero Giulia no podía... ¡No, ella no era así...! ¡Giulia era la hermanita pequeña de Karim...!

Entró a su tienda y levantó la tapa de aquel arcón con el corazón estremecido, solo para respirar luego aliviado viendo que ella estaba allí, acurrucada justo donde la había dejado.

—¡Gracias a Alá que estás bien! —exclamó levantándola contra su pecho con un gesto lleno de posesividad—. ¡Estás a salvo! ¡Estás a salvo, Giulia, te prometo que todo estará bien!

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