FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD romance Capítulo 12

Jana ni siquiera tenía palabras para explicarlo. Cada momento parecía infinito, cada tono en la voz de Kris resonaba en sus oídos y en el resto de su cuerpo como si fuera una cuerda tensa de violín. El placer la recorría de formas indescriptibles, y sentir su aliento desesperado después de cada beso la llevaba a un éxtasis mayor que el que hasta ese momento había conocido.

Todo su cuerpo se contrajo en agudos espasmos mientras mordía los labios del hombre frente a ella y lo sentía suspirar cuando se liberaba.

Los dientes de Kris chocaron unos contra otros intentando disminuir aquel placer, pero era imposible, porque en el último segundo bastó con que viera sus ojos para que aquella se convirtiera en la experiencia más absurdamente delicioso de su vida.

Lo último que hizo fue abrazarla, besarla y abrazarla tan fuerte que en cierto punto soltó un gruñido que no era de placer.

Jana acarició despacio el cabello de su nuca y sus dedos bajaron hasta esa herida que se había hecho por ella.

—¿Te lastimaste? —preguntó con preocupación y él negó.

—Nada que tenga que ver contigo puede lastimarme jamás.

Le dio un beso suave en la mejilla y lo siguiente que hizo fue arrastrarla hacia un lecho un poco más hondo del arroyo. Y la acarició despacio mientras el agua corría sobre ella.

—¿Tú estás bien? ¿No te hice daño? —le preguntó con un puchero y Jana le torció los ojos.

—Voy a poder caminar mañana, si eso es lo que quieres preguntar. Tampoco eres la bestia que te crees que eres.

Kris hizo un gesto de sorpresa muy gracioso, y negó dramáticamente.

—¡Jamás en la vida se habían quejado de que hago un mal trabajo, pero esto definitivamente fue un pésimo trabajo! —aseguró abrazándola—. Así que ven acá que te lo voy a hacer de nuevo.

Jana se echó a reír cruzando los brazos detrás de su cuello y volvieron a besarse.

Sin embargo, había dejado de ser aquel beso simple y lujurioso que solo quería descargar el exceso de adrenalina. Kris lo supo demasiado tarde, específicamente en el mismo momento en el que volvieron a ocultarse debajo de aquella sábana parapetada, y la escuchó suspirar acurrucada contra su costado.

Cerró los ojos intentando no pensar en lo que acababa de sentir, porque lo que acababa de pasar había sido demasiado fuerte para los dos.

La abrazó con posesividad y dejó que la noche pasara sobre ellos. Al día siguiente, ninguno de los dos dijo nada sobre aquel desenfrenado momento de pasión en el arroyo. Solo se tomaron de las manos y siguieron aquel penoso camino, intentando llegar a un lugar mejor.

Apenas escuchaban algún ruido o creían que podían toparse con alguien, se apresuraban a esconderse. Varias veces pasó gente con caballos por su lado, pero se aseguraron de que nadie los viera. La tarde fue agotadora y desgastante, pero para el final de ella solo estaban a pocos kilómetros del paso montañoso.

De repente, un ruido hizo que Kris se quedara inmóvil, atento, y luego sacó su pistola, haciendo que Jana se ocultara detrás de la piedra más cercana. Quería tener un buen ángulo para poder disparar de ser necesario. Pero cuando los cascos y las voces de los viajeros se acercaron un poco más, el reconocimiento enseguida los hizo reaccionar a los dos.

Kris salió al camino apresurado para ver a dos de sus hombres a caballo.

—¡Gracias a Dios que están bien! —exclamó uno de ellos bajándose del animal y abrazando a Kris—. Debieron llegar desde anoche, estábamos preocupados.

—Lo sé, pero perdimos los caballos antes de ayer —replicó Kris con un suspiro de alivio—. Hicimos a pie todo el camino desde entonces.

—¿El resto de los hombres logró llegar al paso? —preguntó Jana preocupada y recibió por toda respuesta una afirmación.

Jana se tomó el resto del día para llorar por lo que había pasado en aquel viaje, pero por desgracia no había nada que pudiera hacer al respecto. Kris tenía razón, aquel sería un peso en su conciencia toda la vida, tenía que aprender a lidiar con él.

Así que su primera orden para su equipo fue hacer las maletas y prepararlo todo para volar de regreso a Estados Unidos. El equipaje se hizo durante la noche y a la mañana siguiente se dedicaron a levantar el campamento.

Jana tomó una de las camionetas y ya no tenía que salir a buscarlo por todo el pueblo, sino que fue directamente hacia la habitación en que había hablado con él la primera noche y tocó a la puerta. Para su sorpresa, no fue Kris la persona que abrió, sino una mujer medio desnuda mientras adentro se escuchaban risas masculinas.

—¿Algo que quieras, cariño? —le coqueteó a la mujer con descaro—. Creo que ninguno de los dos nos opondríamos a un trío...

Jana retrocedió, poniéndose roja como la grana, y apretó los puños porque no podía creer que Kris se estuviera folland0 escandalosamente a otra mujer justo después de...

¡Ah, maldición, sí que lo creía! ¿Cómo no iba a creerlo si después de todo no lo conocía de nada, y para acabar de rematar, él no tenía ninguna obligación con ella? Entonces, ¿por qué le molestaba tanto?

—Te agradezco, cariño —replicó con una sonrisa forzada—. Pero yo no hago tríos.

Se aguantó las lágrimas que de repente le subieron a los ojos y estaba a punto de marcharse cuando sintió un par de brazos que se cerraron a su alrededor, y aquella risa traviesa le llenó el oído.

—Me alegro mucho, porque yo tampoco.

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