FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD romance Capítulo 2

No lo sabía. La verdad era que no sabía si quería irse, quedarse, matarlo o volverlo a besar, así que dejó que su instinto decidiera y por supuesto que decidió por lo más agresivo. Su boca volvió a encontrarse con la de Karim y esta vez fue como si todo realmente estallara, como si las estrellas allá arriba estuvieran desintegrándose y su cerebro se apagara solo para dejar paso a esa sensación de caer al abismo que era ser besada por aquel hombre.

"Estás loca... Rose... estás loca...", pensó mientras se le escapaba el primer gemido. "Pero te viene de familia... no puedes hacer nada..."

Un segundo después sus brazos se cruzaban detrás del cuello de Karim para atraerlo con más fuerza. Podía sentir su respiración pesada y poderosa, soltándose de su boca y bajando por su garganta, besando, mordiendo, suspirando mientras le abría el vestido con un movimiento feroz y su mano iba a acariciar aquella línea clara entre sus pechos, jugando con el cierre del brasier antes de desprenderlo con facilidad.

Karim era un hombre con autocontrol. Siempre lo había creído. Hasta que aquella mocosa le demostraba lo contrario.

La levantó contra su cuerpo, sacándole el brasier un segundo antes de que su boca devorara sus pechos. Sintió el arco involuntario de su espalda y aquel jadeo ahogado mientras sus pezones se endurecían en sus labios. Lamió, chupó, jugó con ella moviendo su lengua en círculos mientras sus manos se cerraban sobre su cintura. Rose soltó un gemido más alto, incontrolable, y empezó a apretarse instintivamente contra él, con sus brazos entrelazados detrás de su cuello.

Karim estaba de bajada al infierno con boleto de ida únicamente, los dos estaban hambrientos y desesperados. El sabor salado de la piel de aquella chica se mezclaba con el aroma a tierra mojada bajo su espalda y de repente la ansiedad fue insoportable. La sintió tirando de su camisa hasta quitársela, mientras aquellas manos pequeñas y traviesas delineaban los músculos de su espalda y de sus brazos.

Karim estaba enfermo, enfermo de deseo viendo aquellos ojos cerrados y su barbilla temblorosa. Su pantalón se abrió. Las bragas se hicieron tiras de tela rasgada. La levantó sobre él y la escuchó ahogar un gemido al sentir su erección, violenta y dura contra su intimidad. Estaba caliente, húmeda y tan necesitada como él.

—Mírame, quiero que me mires —gruñó Karim mientras los dedos se cerraban sobre su cabello y la obligaba a mirarlo—. Esto se hace con los ojos muy abiertos, mocosa, muy abiertos. ¡Mírame!

Rose lo miró a los ojos solo por un instante mientras sentía cómo aquellas piezas perfectas se acomodaban para encajar una en la otra, y cuando él tiró de su cuerpo hacia abajo, el gruñido salió de lo más hondo de su pecho haciendo que el hombre debajo de ella la mirara espantado.

Ella no era de las que lloraba. Ella era de las que rugía, entre dientes, como si fuera más amenaza que placer y eso era.

—¡Maldición! —jadeó Karim apretando los dedos sobre su espalda porque aquello le había dolido hasta a él.

No estaba cerrada, era virgen. ¡Era una maldit@ virgen y él ni siquiera se había dado cuenta!

Karim ya no era un hombre controlado. Rose podía dar fe.

Un segundo después la posesión se convertía en abrazo y ella cerraba los ojos, echando la cabeza hacia atrás mientras las manos del árabe la enseñaban a moverse despacio, anclándose entre el nacimiento de sus muslos y sus nalgas para controlar el movimiento suave de sus caderas.

Su boca la asaltó, abriéndose camino por la piel de su garganta. Era una mezcla dulce y salvaje que la hacía arder mientras el dolor inicial se iba disipando y asimilaba cada centímetro que se empujaba dentro de ella. Su cuerpo era deseo sin límites, estaba tan excitada que no podía detenerse, menos cuando se encontró con sus labios en un beso desesperado.

Aquel no era el lugar. Aquel no era el momento. Aquella no era la forma. No en medio de un jardín lleno de agua, a medio vestir, enojados, embistiendo uno contra el otro como si no hubiera mañana.

Rodar sobre su cuerpo le tomó a Karim una fracción de segundo, subir una de sus piernas sobre su cadera y dejar el remordimiento para después.

—Sí mamá... sí, ya sé que tengo que pedirle permiso a sus padres, no me voy a comportar como un troglodita, pero la decisión está tomada, me voy a casar con ella —sentenció Karim—. Sabes que siempre he sido muy cuidadoso para que esto me sucediera pero... ¡demonios, no sé qué me pasó con ella! ¡Y no pienso faltar a mi honor solo porque a los dos se nos hayan ido un poco las tuercas! ¡Bueno, sí, se nos fueron todas…!

Rose hizo una mueca desesperada. ¿Casarse? ¿Estaba loco? ¡Ella no quería casarse, y menos con dieciocho años y menos con él! Corrió hacia la ventana, abriéndola con el mayor sigilo antes de descolgarse por el pequeño balcón, que por fortuna solo estaba a tres metros del suelo.

—No mamá... te debo el nombre... ¡No, no me sé su nombre, y no la voy a despertar ahora mismo para pregunt...! —Karim se asomó a la habitación donde esperaba verla durmiendo y todo lo que vio fue aquella cama vacía.

La ventana abierta llamó su atención de inmediato y corrió hacia ella, solo para ver cómo aquella pequeña ninfa rodaba por la hierba después de caer, se levantaba sin mirar atrás y echaba a correr por todo el jardín trasero, como una sombra de la luna, saltando la reja y perdiéndose en la oscuridad de la noche.

—¡No puede ser...! ¡¿Pero qué diablos está pasando aquí?! —murmuró al escuchar a lo lejos el chirrido de llantas sobre el pavimento.

¿Se había escapado? ¿De verdad se había escapado?

Terminó la conversación con su madre y se quedó parado en aquel balcón, mirando en la dirección en la que ella se había ido e intentando no cerrar los ojos, porque si los cerraba podría recordar y sentir cada cosa que le había hecho.

—¡Demonios! —rezongó antes de que una sonrisa se extendiera por su cara mientras respiraba el aire frío y suave de la noche—. Sé que estás ahí, loca exvirgen con mal temperamento y amante del criquet... ¡y te voy a encontrar!

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