Terminó de arreglarse y se miró al espejo diez veces antes de salir. No era un hombre vanidoso, pero no sabía por qué, necesitaba mostrar su mejor cara. Se acomodó el cabello del lado derecho de su cabeza hacia atrás. Tenía el cabello pasado de largo así que le cubría bien el tatuaje pero ya le quedaba demasiado incómodo.
Se subió a su camioneta y poco después pasaba por la mansión Black a recoger a Grace. Por supuesto sus tíos no lo dejaron ir sin desayunar como un rey, y finalmente él y Grace tuvieron que escaparse o de lo contrario también les darían merienda, almuerzo y cena.
—¿Lista, muñequita? —preguntó con una sonrisa suave, acomodándole aquella gorra de beisbol que llevaba.
—Lista, dragoncito. Vamos a la pelea.
Ya había visto una serie de departamentos y los agentes inmobiliarios estaban esperándolos para mostrárselos.
Se dirigieron al primero de la lista. El edificio estaba situado en el corazón de la ciudad, pero era demasiado vintage para el gusto de Mitch. Las ventanas tenían pesadas cortinas con propensión al polvo y apenas las vio giró en redondo para salir.
Grace salió tras él y lo miró sin comprender cuando llegaron a la acera. Por la expresión de su cara, se dio cuenta de que no le había gustado nada.
—Ilumíname porque ni siquiera sé qué estuvo mal —le dijo.
—Es una cajita de polvos, no creo que me vaya muy bien con mis alergias.
Grace hizo un puchero porque no se había acordado de eso, y aquella boquita de pato puso a Michael por las nubes en un solo segundo.
—Lo siento, dragoncito, te juro que lo olvidé.
—No te preocupes, muñequita, no pasa nada.
—Soy la peor prima del mundo —suspiró ella y Mitch arrugó la nariz como si acabara de pegarle en las pelotas.
—Bueno, vamos a ver el siguiente, vamos.
Pero los otros tres que visitaron tampoco fueron los elegidos. Uno estaba completamente vacío, y Michael no estaba dispuesto a ponerse a comprar muebles y gastar tiempo en un lugar que solo era temporal así que el círculo se iba estrechando.
—OK; tiene que ser amueblado... —murmuró Grace apoyándose en el capó de la camioneta para tachar dos anuncios más y Mitch miró al cielo para no mirar a todo lo demás que no debía.
Los dos apartamentos siguientes no estaban mal, pero uno estaba en un primer piso y los vecinos de arriba parecían ruidosos. El otro era casi casi perfecto, con el contratiempo de que solo tenía una habitación.
—Esto es una pesadilla —murmuró Mitch—. No vamos a encontrar nada como lo que quiero.
—Calma dragoncito, que dejé lo mejor para el final. No estará disponible hasta dentro de unos días pero accedieron a mostrármelo.
Michael asintió con la cabeza aunque empezaba a perder la esperanza.
Condujeron hasta uno de los edificios más altos de la ciudad y se detuvieron en la entrada. Era enorme y completamente remodelado, así que Grace confiaba en que no habría ni una mota de polvo volando alrededor.
—Bueno, esto promete —dijo Mitch con una sonrisa.
Ya los estaban esperando, así que entraron y el encargado les enseñó el departamento que tendrían disponible.
—¿Puede dejar un par de horas a ver si nos convence? —le pidió ella y el hombre se apresuró a salir.
Era un ático de dos dormitorios y estaban muy bien amueblados. Las vistas a la ciudad eran increíbles, y estaba espacioso y cómodo, pero lo que definitivamente convenció a Grace fue lo que tenía en la terraza.
Abrió la puerta de la habitación principal y le mostró la pequeña piscina de tres por tres metros con un diminuto jacussi incluido.
—¡No me puedes decir que no es perfecto! —exclamó ella emocionada y Mitch le levantó los dos pulgares.
—¡Definitivamente me lo quedo! No importa si tengo que esperar unos días para mudarme.
Grace hizo un bailecito de la victoria y se encogió de hombros con un gesto pícaro.
Era una locura pero Grace le gustaba, la niña de sus ojos mientras era una enana le gustaba, su gemelita favorita le gustaba.
—Tienes razón. Yo soy un aburrido y tú necesitas refrescarte —sentenció empujándola por el pecho con un dedo y solo vio la expresión sorprendida de Grace y aquella boquita haciendo una O mientras caía aparatosamente al agua.
Agradeció a su buen humor por sacarlo de aquella condenada situación, pero se metió al departamento y revisó hasta los enchufes de la electricidad para no verla.
—Bien, con este me quedo —confirmó un rato después cuando la vio asomarse a la puerta, húmeda pero vestida.
Grace asintió con una expresión enigmática y salieron de allí directo a almorzar juntos.
En los días que siguieron no la llamó, no la buscó, y sobre todo procuró controlarse para no ir a espiarla antes de entrar a clases o mientras salía. Lo único que lo sacaba momentáneamente de aquello que ya se le estaba pareciendo a una obsesión, eran las actualizaciones sobre el desastre de Charlie/Faith, que por mucho que lo negaran, se notaba que se habían enredado hacía cinco años.
"Oye, Mitch... salimos esta noche", le dijo su primo por teléfono una de esas tardes y Michael puso los ojos en blanco.
—Hoy no puedo, Charlie, tengo un millón de cosas que preparar para el postgrado.
"¡Por Cristo crucificado, Mitch! ¡Mira que yo solo en una fiesta de fraternidad con las gemelas me vuelvo loco y me están obligando a ir!"
—¡Espera ¿qué?! ¿Fiesta de fraternidad? ¿Con las gemelas? ¿O sea con las dos? —espetó sin darse cuenta de que hasta se había puesto de pie.
"No, Mitch, con las cinco gemelas... ¡Claro que con las dos, tarado, Faith y Grace!", rezongó Charlie. "Pero si no puedes ya me busco quien sí pueda...".
—¡No no! ¡No busques a nadie! Yo voy... —"¡Claro que voy!", pensó.
Porque solo había bastado sumar las palabras "Grace" y "Fraternidad" para que se le saliera el ogro que ni sabía que llevaba dentro.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD