Decir que a Karim se le estaban saliendo los ojos de la impresión era poco. ¿Pero ella no le tenía miedo a nada?
Se echó atrás y la miró como si fuera una pequeña y preciosa alien.
—¡Pues fíjate que ya estoy aquí, y no me voy a ir a ningún lado así que más te vale comportarte, o de lo contrario tus padres se van a enterar de lo que estabas haciendo anoche! —siseó con fiereza y por toda respuesta ella dio dos pasos hacia él y se quedó a veinte centímetros de su cuerpo, levantando la barbilla con una sonrisa socarrona.
—¿Y crees que eso va a salir mal para mí, muñeco? —le preguntó—. ¿Crees que mis padres son unos retrógrados que van a poner el grito en el cielo solo porque tuve relaciones sexuales? ¿En qué siglo vives?
—¡Pues en este, niña, pero no viene mal un mínimo de decoro!
—¡Sí, sí... ya me imagino...! ¡Doy fe de que anoche se te salió todo el... "decoro", y era mucho!
A Karim le dio un ataque de tos ahí mismo sin que pudiera evitarlo y cuando ella se dio la vuelta la tomó del brazo, reteniéndola. Intentó respirar bien por un segundo y luego susurró muy cerca de su oído.
—¿Lo resolviste o necesitas ayuda? —preguntó y Rose lo miró como si no lo comprendiera—. Lo de anoche... no debió pasar...
—¡No me digas!
—¡No me refiero a acostarme contigo, Rose, me acostaría contigo mil veces! —gruñó él y aquello hizo que algo dentro de ella cosquilleara de satisfacción porque Karim no se estaba molestando en disimular que la deseaba—. Me refiero a... a correrme dentro de ti sin ningún tipo de protección. No debí hacer eso, pero honestamente no estaba pensando y...
—Ya lo resolví —dijo ella soltándose de su mano con suavidad—. Se llama píldora del día después y fue lo primero que compré anoche después de irme...
—¡Escaparte!
—Llámalo como quieras. El caso es que no hay peligro de embarazo, puedes estar tranquilo, y sobre todo, puedes regresar a casa porque lo que iba a pasar aquí, ya pasó y no se volverá a repetir —sentenció ella con seguridad.
—Rose...
—Fue cosa de una noche, Karim. Una sola noche. Estoy segura de que habrás tenido cientos de noches como esa.
—Pero tú no —replicó él y los dos se quedaron mirándose fijamente, sabiendo que hablaban del hecho de que ella había sido virgen hasta el día anterior—. Tú no habías tenido noches como esa y yo creo que es mi...
—Si dices "obligación" o "responsabilidad" te juro que te pego —gruñó ella en tono controlado y se echó al hombro el palo de criquet que tenía en la mano a modo de amenaza—. ¡Yo no me voy a casar por obligación con nadie, menos contigo! ¡Solo tengo dieciocho, recién empiezo la universidad! ¡No voy a lavarte los calzoncillos!
Karim se restregó el rostro con las manos y la miró con frustración.
—¡No necesito para que laves mis calzones, Rose!
—¿O sea que sabes lavarlos tú solito? ¿Quieres una estrellita de premio?
—¡Mira chiquilla...!
—¡Roooooooooseeeee! —La llamada de su madre hizo que los dos se separaran de inmediato y volvieran la cabeza hacia la otra puerta del salón por la que Mala se asomaba—. ¡Cielo, vengan a comer, ya está lista la cena!
Karim rio mientras miraba con ternura a su futura suegra y pensaba en la forma más rápida de caerle en gracia.
—Lo siento mamá, lo entretuve hablando de criquet, ya sabes cómo me pongo.
Mala sonrió dándole un beso a su hija y ella miró a Karim, sacándole la lengua por encima del hombro de su madre.
Pasaron al salón comedor y la mesa estaba lista ya. Varios platillos muy delicados y que se veían deliciosos. Y aunque Rose estaba en Modo Resistencia, no pudo negar que la cena estuvo animada. Karim realmente tenía algunos negocios en la mira en Asia de los cuales su padre sabía de sobra, así que le desaconsejó unos cuantos y hasta se ofreció a hacer un viaje con él a la India para presentarlo con algunos de sus contactos personales.
Esa noche por primera vez y gracias a la curiosidad de su madre, Rose tuvo un poco más de información sobre él. Había nacido en Italia, sus padres aún vivían, y sin importar lo joven que se viera, Karim tenía veintiocho años. Era accionista de varias empresas importantes, con lo que rentabilizaba sobradamente su dinero, pero todavía no se había decantado por una compañía propia.
—¿Alguna razón en particular? —le preguntó Moe con curiosidad.
—Ser socio anónimo minoritario es más factible para mi modo de vida. Invierto, otros trabajan, otros se preocupan por mantener a flote compañías que le pertenecen en mayoría y yo solo tengo que cobrar —explicó Karim—. Eso me da libertad de acción, como estar aquí tanto tiempo como quiera, por ejemplo. Si tuviera una compañía completamente mía tendría que estar dedicado por entero a ella y quizás no saldría de una oficina.
—¡Este niño me agrada! —exclamó Moe muerto de risa, porque le veía lo brillante a su estrategia.
Lo que no podía ni imaginar era que esa solo era la excusa. La verdad de por qué Karim Rossi no tenía una compañía propia era porque no quería construir nada que sus enemigos, que cada vez eran más audaces, pudieran atacar.
—Bueno, pero lo harán ustedes ¿no? —preguntó.
—Sí señora. Nosotros mismos. Y lo vigilaremos durante las cinco horas que tarde en hacerse.
—¿Cinco horas? —confirmó Mala—. ¡Te vienes mañana temprano! ¿No pueden ser más horas? ¿Te gusta la idea, cariño? ¡Claro que te gusta la idea!
Mala estaba emocionada, Chris estaba en el paraíso de la ilusión y Rose estaba con la mandíbula desencajada porque aquel condenado árabe se había colado en su casa así como así, con la mayor facilidad del mundo. Pero realmente no tenía ni idea de hasta dónde él estaba dispuesto a llegar.
—En realidad, señora Moe...
—¡Llámame Mala, hijo, y él es Chris! —dijo su madre y Rose la miró con los ojos muy abiertos. ¿"Hijo"?
—Bueno, señora Mala, la verdad es que este asado lleva un horno especial. No se puede encargar, hay que construirlo, así que si Chris está de acuerdo podemos comprar los materiales mañana y empezar a hacerlo. Nos llevaría más o menos... ¿una semana?
—¡Excelente! —exclamó Mala.
—¡Mamáááááá...!
—¿Lo haríamos nosotros mismos? —preguntó Chris, que hacía muchos años que no se embarcaba en ningún proyecto que no fuera empresarial.
—Pues sí. ¿Qué gracia tiene que otros vengan a hacerlo? —Karim se encogió de hombros—. Usted tiene tiempo y yo también. Y construir siempre es un buen ejercicio.
Moe palmeó entusiasmado, levantándose de inmediato y saliendo con Mala por papel y pluma para anotar todo lo que irían a comprar al día siguiente, mientras Karim le dedicaba a Rose una sonrisa satisfecha.
—¿Qué crees que estás haciendo, Karim? —siseó ella furiosa.
—Creando momentos de calidad con mi futuro suegro —la retó él—. ¿A ti qué te parece?
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