FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD romance Capítulo 4

Jana podía sentir cada músculo de Kris tenso contra su espalda. No sujetaba sus brazos con fuerza, más bien parecía como si solo la estuviera acariciando con demasiada posesividad. Él, por su parte, miraba al hombre con una mezcla de curiosidad y escepticismo pintada en su rostro. La tensión en el aire era palpable mientras el desconocido parecía considerar sus opciones. Sin embargo él no estaba dispuesto a darle mucho tiempo para pensar.

—¿Vas a llevártela o no? —le espetó con el tono cortante de la paciencia agotada.

—No… señor Taniyn… yo no…

—¡Vamos, tómala! ¡No es tan difícil! ¡Solo tienes que estirar la mano!

El hombre finalmente asintió con renuencia y Jana perdió el aliento cuando lo vio acercarse a ella, como si quisiera agarrar una de sus muñecas. Pero para poder hacerlo y antes de que llegara ni siquiera a tocarla, Kris atrapó al tipo con una mano por el cuello de la camisa y sacó un arma de su cinturón con la otra. Jana no supo en qué momento él la colocó entre sus dedos temblorosos, rodeándolos con su enorme mano.

—Ahora escucha atentamente, amor —dijo Kris con una voz fría y peligrosa, apretando la pistola contra el costado del hombre—. Debes aprender cómo se usa esto.

Jana vio la expresión de terror en los ojos del hombre cuando se dio cuenta que estaba a una pizca de mal humor de morirse.

—Mira, no te digo que no esté bien neutralizar a estos hijos de puta que quieran ponerte las manos encima, pero no alcanza con hacerlos lloriquear, mi amor —le advirtió Kris mientras el hombre ahogaba un grito cuando él le encajó el arma entre dos costillas—. Así que quiero que cuentes bien, justo aquí, cuando la bala salga va a atravesar hacia arriba, directo al corazón, ¿viste? —movió el arma y sintió a Jana temblar—. Si lo haces por este lado le das al estómago, no se va a morir al instante pero le va a doler más mientras se muere. Eso es solo si te pones sádica, ¿entendido?

Ella asintió en silencio mientras veía el horror en los ojos del hombre frente a ella y Kris apoyó la barbilla en su cabeza.

—Entonces ¿qué debería hacer, amor? ¿Nos ponemos piadosos o lo matamos de una vez? —le preguntó Kris y Jana pasó saliva.

—Hoy no —murmuró en voz baja y Kris empujó al hombre lejos de él, pasando un brazo posesivo alrededor de la muchacha.

Ni siquiera se detuvo a verlo correr, solo cerró la camioneta y la empujó lejos de allí, hasta un sitio alejado donde sus hombres ya estaban preparando los caballos. Jana iba aturdida, pero se sobresaltó cuando vio a Kris meterse la pistola de regreso al cinturón y luego descargar su puño sobre uno de sus propios hombres sin que este se atreviera a responderle.

—¿No te dije que la cuidaras? —gruñó inclinándose sobre él—. Los caballos no eran más importantes que tenerla segura, si algo le pasa me respondes con tu vida, ¿entendiste?

El hombre asintió en silencio y jana ni siquiera fue capaz de despegar los labios mientras las manos de Kris se cerraban con fuerza sobre sus caderas y la subía a un caballo.

—¿Sabes montar? —preguntó y solo esperó a que ella asintiera en silencio para subirse a otro de los animales—. ¡Nos vamos! —ordenó y en cuestión de segundos la caravana de doce personas y quince animales comenzaron a moverse, adentrándose en el paso montañoso.

No era la primera vez que lo hacían, así que todos sabían muy bien lo que debían hacer y a qué debían estar atentos. El sol se alzaba en el cielo a medida que avanzaban, hasta que en cierto punto Kris decidió que ya habían recorrido camino suficiente. Cuando el calor se hizo insoportable levantaron un campamento a la sombra del paso montañoso y Jana se bajó de aquel caballo sin sentir las piernas.

Kris frunció el ceño. ¿Tan evidente era?

—¿Me tienes miedo? —preguntó con voz ronca y Jana se dio cuenta de que no sabía qué contestarle—. Bien, pues si me tienes miedo, entonces imagina cómo debes sentirte con todo lo que está allá afuera. Ya has tenido unas cuantas muestras de cómo es el destino de las mujeres por acá, así que con un simple espray de pimienta no alcanza. ¿Sabes defenderte con alguna otra cosa? —le preguntó con una mirada penetrante.

Jana abrió y cerró la boca varias veces, pero finalmente negó.

—Nada más fuerte que el espray de pimienta.

Él hizo un gesto de comprensión y un segundo después sacaba dos cosas de su cinturón. La primera era un cuchillo de combate del ejército y la segunda era una pistola.

—Voy a enseñarte a usar estos, porque no quiero que nadie más vuelva a tocarte –le dijo mientras pasaba un pulgar suave sobre su mejilla, quitándole el velo—. Sé que eres de las que salvan vidas, no de las que las terminan, pero necesito saber que estás preparada, necesito saber que si yo no estoy, vas a ver capaz de sobrevivir sola.

—Pero es que… es que de verdad no quiero matar a nadie… ¡de verdad no podría…! —murmuró Jana y lo vio quitarse la chaqueta mientras desprendía uno a uno los botones de su camisa.

—No hay problema -susurró Kris con voz ronca-. Si no quieres matar, entonces te voy a enseñar a herir.

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