Mar se quedó mirando a un punto fijo sobre el uniforme de color celeste que llevaba Alan bajo la bata.
"La alianza de los desesperados".
Sonaba hasta épico, pero la verdad era que los dos estaban en circunstancias bastante difíciles. Él por no querer casarse y ella por no tener cómo sobrevivir sin que alguien la ayudara.
—Yo... no estoy segura, doctor. Esto parece cosa de novela romántica de esas que se enredan y todo el mundo acaba muerto al final —murmuró Mar.
—Eso no es una novela romántica, es una película de terror.
—¿No son lo mismo? —se encogió ella de hombros y Alan suspiró.
—Escucha, no te voy a obligar a nada. Si no quieres, mañana le digo a Wayland que terminamos y veo cómo me escapo de la malcriada de su hija, aunque es probable que no termine consiguiendo el puesto como director —sentenció él.
Mar apretó los labios. No confiaba en el doctor, realmente no confiaba en nadie, pero no era como si tuviera demasiadas opciones frente a ella. Michael necesitaba aquella medicina y hacer un trato con el doctor Parker parecía mejor solución que terminar en el burdel más cercano.
—Bueno... si lo ayudo ¿usted me podría ayudar con las medicinas de mi niño? —preguntó conteniendo el aliento.
—Por supuesto que sí —le aseguró Alan—. De hecho esas que te di hoy las había sacado desde que Preston te negó el adelanto, mucho antes de que pasara esto, solo que no te había visto para dártelas. Mira, esto solo es una ayuda mutua. Estoy seguro de que si yo fuera tu mejor amigo me ayudarías a conseguir ese puesto sin pedirme nada a cambio. Y si yo fuera tu mejor amigo te conseguiría la medicina de Michael sin pedirte nada a cambio, ¿verdad? Así que solo... vamos a imaginar que somos mejores amigos y ayudémonos.
Mar sintió que el corazón le latía con fuerza. Estaba luchando contra una tormenta de emociones dentro de su pecho. Por un lado, aquella propuesta era la única esperanza que tenía para conseguir los medicamentos de su hijo a largo plazo. Pero por el otro, Alan Parker era un desconocido.
—De acuerdo —dijo finalmente—. Acepto, me haré pasar por su prometida delante de la gente, pero quiero que quede claro que esto... todo esto solo es un gran teatro. Todo será fingido y... bueno... no nos acercaremos mucho a menos que sea necesario.
Alan asintió conforme.
—Estoy totalmente de acuerdo, podemos limitar las demostraciones de afecto en público todo lo posible. Ninguno de los dos tiene que sentirse incómodo con esto.
Mar cerró los ojos y respiró profundo.
"Va a ser que sí es gay. Gracias a dios", pensó.
—OK, entonces me voy a mi escritorio.
—¡Espera! Va a ser mejor que vayamos a la cafetería a comer algo juntos —le dijo Alan y la vio palparse inconscientemente los bolsillos.
—No... es que tengo mucho trabajo.
—No puedes decirme que no —la interrumpió Alan—. Es parte del teatro, ahora tengo que invitarte a almorzar y todo eso, como si fuéramos pareja de verdad, así que vamos, solo diez minutos, para que nos vean.
El estómago de Mar rugió solo de escuchar la palabra "almuerzo", y terminó asintiendo. Pero eso de que los vieran almorzando juntos en la cafetería no era necesario para hacer correr ningún rumor, porque en cuanto Alan apagó la luz y abrió la puerta se toparon con una enfermera de la sala de pediatría.
La muchacha miró el cuarto oscuro y a los dos asustados que salían de él y diez minutos después medio hospital sabía que había algo entre ellos. Por supuesto el almuerzo reforzó que era algo más serio que un simple revolcón, y Alan no se aguantó la lengua para responder a todo el que preguntaba que ella era su prometida.
—¿Estás bien? —preguntó él cuando la vio comiendo pero nerviosa.
—No sé si agradecerte o patearte —soltó Mar con sinceridad y luego apretó los labios—. Lo siento, lo dije sin pensar.
—Tranquila. Mejor sin filtro y sincero que reflexionado y falso.
—Al menos en eso estamos de acuerdo —suspiró ella con tristeza y poco después se despidió para regresar a su escritorio.
Llevaba los nervios a flor de piel y aunque estaba aliviada por haber conseguido más medicina para su hijo, no podía quitarse de la cabeza el hecho de que todavía tenía que conseguir el dinero para la renta, ¡y ahora solo le quedaba un día!
Continuó programando las citas que el Director Wayland tenía en la semana y luego pasó a recoger las circulares firmadas por cada área. Estaba saliendo de Oncología cuando uno de los folletos del mostrador le llamó la atención.
Mar leyó el aviso con incredulidad, una de las fundaciones que apoyaba al hospital estaba comprando cabello para hacer pelucas para pacientes con cáncer. La parte altruista de ayudar a personas que habían perdido su cabello batallando contra la enfermedad era muy hermosa, pero había otra parte, la que necesitaba dinero desesperadamente.
Mar bajó los ojos, mirando la trenza que solía hacerse para mantener su cabello recogido. Lo tenía largo y denso, y aunque no había podido cuidarlo mucho últimamente, tenía un cabello fuerte y sano. Se llevó el folleto con la dirección y aunque simuló pensarlo una y mil veces, la verdad era que cuando se trataba de la seguridad de su hijo, todas las decisiones estaban tomadas.
El director Wayland parecía un poco ofuscado ese día así que se fue temprano, y ella aprovechó para escapar media hora antes e ir a ese lugar. No había mucha gente, pero las chicas que atendían adentro se veían muy amables.
—Disculpen, vengo por lo del cabello —murmuró despacio y una muchacha muy agradable la hizo pasar.
—Claro, ven, vamos a revisarlo.
En cuestión de minutos habían lavado y valorado su cabello.
La mujer tomó el sobre y murmuró un "Eso espero" antes de tirarle la puerta en las narices.
—No me gusta, es fea —murmuró Michael y Mar asintió tomando sus manitas.
—Lo sé, cariño. Pero el hecho de que algunas personas sean malas con nosotros, no significa que nosotros debamos serlo con los demás. Nosotros somos buenos, y no podemos dejar que nada cambie eso ¿de acuerdo?
Mar se llevó a su pequeño a casa y esa noche le hizo su comida favorita. Todavía tenía un poco de tos, pero el tratamiento estaba funcionando y al menos al día siguiente las ojeras de Mar eran menos pronunciadas.
Apenas atravesó la puerta del hospital todos se sorprendieron al verla con aquel corte de cabello. Alan estaba doblando una esquina cuando se detuvo de golpe, viendo aquel nuevo “look” que la hacía parecer una duendecita, mientras un grupo de enfermeros le decían con mucha educación lo hermosa que se veía.
Alan sintió que su corazón se aceleraba levemente, ¡muy levemente!, porque de verdad estaba muy hermosa. Sin embargo la forma en que se tocaba instintivamente la nuca buscando el cabello que ya no estaba, le hizo sentir por un momento que ella no era del todo feliz con el cambio.
Siguió su camino detrás de Mar hasta su escritorio y puso sobre él algunos documentos.
—Hola —saludó un poco cortado.
—¡Hola qué tal doct... Alan! —respondió ella mirando alrededor con nerviosismo.
—No te preocupes, no hay nadie cerca. Solo viene a entregar algunos documentos que le debo al director.
—Ah, OK, se los hago llegar —murmuró Mar.
—Por cierto, te queda muy bien el... cabello. Se te ve bonito.
—Ah... gracias. Ya necesitaba un cambio.
Pero no había una gota de alegría en aquella voz a pesar del halago y cuando Alan se dio la vuelta para marcharse entendió por qué. Sobresaliendo del bolso de Mar estaba aquel folleto de una fundación que compraba cabello.
Alan lo tomó antes de que ella pudiera evitarlo y frunció el ceño.
—¿Por esto lo hiciste? —la increpó—. ¿Por esto te cortaste el cabello?... ¿Por qué, Mar? Te dije que iba a ocuparme de las medicinas de Michael. ¡No tenías que hacer esto!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD