Era un gesto incosciente, una decisión mal razonada o quizás no razonada en absoluto, lo cierto fue que Grace pasó saliva y su corazón se sobresaltó, —y que eso no tenía nada que ver con su odio a Charlie en aquel momento—. El cuerpazo de Michael estaba estratégicamente pegado al suyo, podía sentir su pecho contra su espalda y su ingle contra la curva de su trasero.
La tensión fue instantánea, pero mientras Mitch la confundía con su preparación para lanzar, ella solo estaba al borde del colapso por sobreexcitación... Las manos de Mitch eran grandes y calientes, y que respirara tan cerca de su oído no ayudaba en nada. Estaban en medio de doscientas personas y ella se había mojado en un maldit0 segundo... pero nadie podía saberlo, especialmente él.
Lanzó la primera pelota con todas sus fuerzas y en efecto, apenas su cuerpo se inclinó hacia adelante, las manos de Michael tiraron de ella hacia atrás, provocando un suave choque entre ellos que la hizo trastabillar. Tiro fallido.
—Otra vez... —susurró él y Grace se estremeció. De repente las luces suaves colgadas de los árboles del jardín pusieron borroso el resto del mundo para ella, incluso a Charlie, que dos intentos más tarde caía aparatosamente en el tanque. Para cuando se subió de nuevo al asiento, ya Grace tenía la técnica correcta y mucha energía que liberar—. Ahora más fuerte —murmuró Michael en su oído y ella tuvo que morderse los labios para no gemir en voz alta, así que optó por reír.
Mitch apretó sus caderas con un movimiento inconsciente, invitándola a seguir, así que ella siguió lanzando y él siguió sosteniéndola hasta que Faith los detuvo.
—¡Oigan, oigan! ¡Ya déjenlo que está como cubito de hielo! —rio acercándose al tanque y Charlie asomó la cabeza, resoplando y limpiándose el agua de los ojos mientras Grace se acercaba.
Todavía no estaba del todo feliz con lo que estaba pasando, pero al menos ya no quería pelear.
—Todavía no te perdono —le aseguró chocando el puño con Charlie—. Pero dos sesiones de tortura más y seguro se me ablanda el corazón.
—¡Esa es mi niña! —rio Michael levantándola por la cintura y echándosela al hombro para llevársela a otro juego.
Había muchos, así que por un instante se olvidaron de todo el tiempo que habían estado enfadados y de los celos, los patanes y las babeadoras, para solo disfrutar de estar juntos.
—¡Yo me quiero subir a ese! ¡Yo quiero! —exclamó Grace señalando a un enorme torro mecánico que estaba en el medio en un gran inflable.
Mitch literalmente se inclinó detrás de ella y negó rotundamente.
—Con ese vestido, ¡puedes apostar que no!
—¡Oye...! ¡Bueno, me pongo un pantalón! —cedió ella pero solo obtuvo una negativa.
—¡Tampoco! —Mitch se cruzó de brazos pero luego miró su carita y esa boquita de pato que ponía cuando no recibía lo que quería lo hizo darse cuenta de que solo quería besarla—. ¡Diablos, muñequita, está bien! ¡Pero ahora no! Cuando todos se vayan jugamos a todo. Total, igual nos tocará recoger.
Grace tenía dos opciones: protestar o ceder, pero la llegada de un invitado inesperado los interrumpió. Finalmente Mitch tenía razón, tuvieron que hacerse cargo de la fiesta, de despedir a los invitados y finalmente de recoger la mayoría de los juegos antes de que comenzara a llover.
—Última oportunidad. ¡Quiero subirme a esa cosa! —insistió Grace y Mitch puso los ojos en blanco mientras asentía y ella se subía al toro mecánico de un salto.
Lo echó a andar y la vio divertirse dos minutos hasta que escuchó el primer trueno. Faltaba poco para el diluvio así que puso el aparato a su máxima velocidad y subió al inflable para amortiguarle le caída cuando en efecto el toro terminó lanzándola a un lado.
Chocó primero con el cuerpo de Mitch, muerta de risa y luego los dos fueron a dar contra la pared suave el inflable mientras una lluvia fina comenzaba a caer.
—¿De verdad te sientes mejor con respecto a Charlie? —preguntó Mitch abrazándola y ella se quedó muy quieta, con el cabello desparramado sobre el suelo amarillo.
—No... pero ya no voy a pelear con él —murmuró Grace—. No voy a pelear con nadie, yo no soy así.
—¡Dragoncito! ¡Cámbiate, te vas a poner malo! ¡A ver ven!
Grace tiró de él y le levantó la playera empapada hasta sacársela por la cabeza y Mitch contuvo el aliento cuando ella le soltó el cinturón. En pantalón cayó solo, por el propio peso del agua, y ella trató de envolverlo en una manta, cosa difícil teniendo en cuenta que aquel cuerpazo era el doble de ancho que el suyo.
Mitch jadeó cuando la sintió pegarse a él y hacer un esfuerzo por abrigarlo, pero aquel jadeo involuntario hizo que Grace se detuviera en seco. Ella también estaba tiritando, aunque no precisamente era por frío, o quizás sí, por el choque con aquel calor que parecía emanar del cuerpo de Mitch.
Una buena parte de su pecho estaba llena de tatuajes, podía verlos trepar por sus hombros hacia su espalda y no pudo evitar delinearlos con los dedos mientras él cerraba los ojos y se le escapaba algo muy parecido al condenado ronroneo de Rajá cuando era feliz.
—Dragoncito... —Gracie no quería gemir, pero de su boca no salía otro sonido—. Me estás... tus manos... tus manos están sobre mi trasero.
Mitch abrió los ojos y los bajó para mirarla, aturdido, porque ni siquiera se había dado cuenta de la forma tan posesiva en que la apretaba contra él.
—¡Lo siento... lo siento, fue un accidente...! —balbuceó descontrolado.
—Mitch... siguen ahí...
Y entonces supo que ya era demasiado tarde para escapar.
—Sigue siendo un accidente...
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD