FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD romance Capítulo 7

Todo estaba listo. Aquellos hombres que estaban trabajando con él desde hacía meses, ya conocían perfectamente cuáles eran los protocolos para los casos de ataque, sí que apenas cayó la noche se dirigieron con toda la caravana de animales hace el campamento donde tenían retenidas a todas las personas de la aldea.

Había poca luna, así que para cuando lo avistaron todo lo que se veían eran las luces de las hogueras.

Jana estaba con ellos, porque Kris no había querido arriesgarse a dejarla sola en la aldea abandonada. Por muy feas que se pusieran las cosas, siempre estaría más a salvo con él.

Cuando por fin estuvieron listos se volvió hacia ella y la muchacha pudo notar la expresión seria en su rostro.

—No grites, no te espantes, sigue mis órdenes al pie de la letra y cuando llegue el momento solo échate al suelo, ¿entendido?

Jana asintió con determinación a pesar de que todo su cuerpo cosquilleaba. Podía sentir la adrenalina y la certeza del peligro latiendo en sus oídos. Avanzaron con los caballos y poco después atravesaban el círculo de hogueras alrededor del campamento. Sus hombres se desperdigaron para acomodar el cargamento mientras el líder de sus enemigos se acercaba a él.

Jana no pudo evitar encogerse sobre sí misma al verlo, era un hombre de aspecto despiadado, con una larga cicatriz en el lado derecho de la cara. Su expresión era cruel y desagradable mientras se acercaba a Kris, pero por alguna razón, Jana no tenía por él.

—Tienes las medicinas, ¿verdad? —preguntó el líder en un tono amenazante.

Kris asintió, manteniendo su voz firme.

—Sí, las tenemos. Pero primero, debes liberar a los rehenes.

El tipo sonrió con malicia y señaló a los hombres armados que rodeaban el campamento.

—No tan rápido. Primero, todas las armas. Hicimos un acuerdo y estos son tiempos duros, estamos en medio de una guerra así que ocupamos todo lo que podemos. Entrega todas las armas, o si no, mataré a todos y tomaré las medicinas y las armas de todos modos.

Kris apretó los dientes y asintió con una sonrisa torcida. Se giró hacia sus hombres y alzó la voz haciendo que le prestaran atención.

—¡Entreguen sus armas! —gritó mientras él mismo sacaba la suya como si fuera a entregarla.

Los hombres de Kris, aunque renuentes, comenzaron a sacar sus armas también; pero en el mismo instante en que el líder se acercó a Kris para tomar su pistola, este tiró de su mano y el arma se encajó en su costado justo antes de que el disparo resonara húmedo y hueco.

La consternación en la cara del hombre duró menos incluso que la de sus hombres mientras eran abatidos, todos a la vez. El campamento pudo llenarse de caos en un instante, pero lo cierto fue que los hombres de Kris no les habían dado tiempo ni siquiera a reaccionar.

La locura vino después, cuando Kris empezó a gritar órdenes mientras sus hombres abrían las jaulas y sus hombres intentaban sacar a todos de allí de inmediato. Jana buscaba a su amiga con desesperación, pero verla solo hizo que su corazón se acelerara.

Dos metros más allá, uno de los mismos hombres de la aldea tomaba un arma y la apuntaba hacia ella.

—¡Mírame, Jana…! ¡Mírame! ¡Ya no puedes hacer nada por ella, pero su bebé aún tiene una oportunidad, tienes que sacarlo! —le dijo y la mirada de Jana de inmediato fue al vientre abultado de Meredith.

Sabía que le faltaban pocos días para dar a luz, y al bebé le quedaban pocos minutos antes de morir junto con su madre.

—¡Oh Dios! —exclamó con un jadeo ahogado—. ¡Milton! ¡Traigan a Milton! —gritó desesperada por el otro médico que la había acompañado en el viaje.

Segundos después ella apartaba a todos del cuerpo y subía el vestido de Meredith en lo que Milton se acercaba y se arrodillaba frente a ella.

—¡Todavía podemos salvar al bebé! ¡Hay que sacarlo! ¡Busca todo lo que haga falta!

—¡No tenemos nada de lo que hace falta! —le gritó el médico—. ¡Todo lo dejamos en la aldea…!

Jana apretó los dientes, pero ni siquiera se dio tiempo a ponerse delicada. Sacó el mismo cuchillo que Kris llevaba al cinturón y lo esterilizó con un poco de alcohol que le pasó alguien, antes de hacer aquella cesárea de emergencia y sacar al bebé. El silencio se hizo eterno mientras Jana ataba y cortaba el cordón y luego lo ponía sobre el velo de alguna mujer para trabajar sobre él.

—¡Vamos bebé, tienes que respirar…! ¡Por favor, respira…!

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