Iba lista para matar, eso era seguro, pero en su defensa ella siempre estaba lista para eso. No había ni un solo motivo para que el rey la lanzara de la cama a aquella hora del amanecer a menos que fuera algo urgente, así que cuando se lo encontró con el cabello alborotado, y rodeado de tazas de café, comprendió que ella había madrugado, pero él se había pasado la noche sin dormir.
—¡Por Dios, Hasan! —lo regañó atravesando la puerta pero un quejido indignado de la mujer a su lado la hizo volverse—. Digo, este… perdón… ¿Su Majestad…? —murmuró inclinándose torpemente antes de que a la doncella le diera un ictus.
Pero él simplemente le hizo un gesto apurado de que no era necesario tanto formalismo.
—Tú puedes llamarme Hasan, la reverencia es con el otro pie y con el trasero para atrás… déjalo, igual no te queda hacer reverencias… ¡Y no me regañes! ¡Perdí una apuesta y yo siempre cumplo mi palabra!
Otro gesto suyo y la doncella se fue. Bastó que se cerrara la puerta para que Giulia se apresurara hacia Su Majestad y le quitara aquella taza de café de las manos.
—No me malinterpretes, no me molesta verte tan acelerado como para pronunciar la palabra trasero delante de una dama de la corte, pero se nota que ya se te subieron las tazas a la cabeza, así que siéntate, Hasan —suspiró ella y en el mismo momento en que lo empujó hacia una silla le vio aflorar aquella sonrisa moja bragas que era perfectamente natural y sincera—. Ya deja de mirarme así.
—Así ¿cómo? —preguntó él con un puchero—. Solo me doy cuenta de que estás muy linda. ¿Ya te han dicho lo linda que te ves por las mañanas? ¡Espero que no o de lo contrario rodarán cabezas en este palacio! Bueno… ya me entiendes, despediré a alguien o algo así…
—¡Hasan! —Giulia tenía que contener la risa porque probablemente aquel hombre ni borracho sería más sincero que trasnochado y pasado de café—. A ver, primero, agüita, eso, bébetelo todo —sentenció acercándole un vaso de agua fresca y lo vio beber como un niño bueno—. Ahora, estoy segura de que eres un hombre de palabra, pero ¿cómo demonios se te ocurrió pasar toda la noche sin dormir por eso?
—También puedo pasar toda la noche sin dormir por mejores causas…
—¡Hasan!
—¡Perdón, perdón…! Se me escapó. Este… —Trató de enfocarse y Giulia contuvo todos los suspiros que aquella condenada coquetería le provocaba, sobre todo porque lo había vigilado lo suficiente como para saber que no hacía eso jamás con nadie—. Estuve pensando en la ayuda que me pediste para mejorar la situación del agua en regiones menos pobladas. Ya era algo que traía entre manos, pero me encanta la presión que me estás poniendo.
Giulia cruzó las piernas y le lanzó una mirada divertida.
—¿Y no necesitas esperar por la aprobación del Parlamento para emprender este proyecto?
Hasan la miró fijamente, como si aquella curiosidad no lo abandonara del todo, y luego respondió:
—Para mejorar la vida de mi pueblo no necesito esperar la aprobación de nadie más. La acción directa es a menudo más efectiva que la burocracia interminable y al menos en este país el Parlamento aún no puede pasar sobre las decisiones del rey.
La muchacha asintió, impresionada por la determinación de Hasan, pero en el fondo sabía que desde que le habían puesto la corona, se había ocupado solo de hacer el bien. Los dos se giraron hacia el mapa que había desplegado sobre la mesa y Hasan señaló varias ubicaciones estratégicas.
—Estas son las áreas que más necesitan atención. Pero antes de empezar necesitamos contratar ingenieros para que hagan los estudios y diseñen un proyecto detallado.
Giulia le regaló una sonrisa llena de confianza y señaló una computadora portátil que había sobre un escritorio cercano.
—¿Puedo usarla? —preguntó.
—Todo en mi palacio es tuyo para que lo uses.
“¿Hasta tú?”, pensó Giulia y aunque las palabras no salieron de su boca, Hasan juraba que podía leer aquella pregunta en su expresión.
Pero antes que las cosas se pusieran más interesantes, la muchacha accedió a varios archivos en la red y desplegó ante él todos los datos de un proyecto increíble.
—No soy de las que piden por pedir, Su majestad —se contoneó señalando la pantalla—. Tengo a un grupo de ingenieros muy capacitados que ya hicieron los estudios y diseñaron un proyecto preliminar… Pero necesitamos inspeccionar las zonas más críticas, algunas que no hemos podido visitar sin… ya sabes, la protección del rey.
Él se rascó la frente por un momento y negó.
—No es un recorrido simple, Giulia —le explicó—. Sé que eres una mujer fuerte, pero no sería correcto que vinieras. En algunos lugares remotos solo podremos avanzar a caballo, y será muy pesado.
—Lo sé, ya he estado ahí, ¿recuerdas? —replicó ella molesta—. ¡Pero no puedes decirme que no esté presente en mi propio proyecto!
—Bueno, de hecho, sí puedo, porque para eso soy el rey —sentenció él con firmeza y Giulia apretó los dientes—. ¡No puedo poner en riesgo a la hermana de Karim! Si él te diera permiso no habría problemas…
—¡Karim acaba de irse de luna de miel!
—¡Exacto! —exclamó Hasan como probando su punto—. Así que sin permiso, no hay viaje. Yo cumplo con mi palabra pero tú te quedas.
Giulia bufó con fastidio que finalmente hizo un gesto de resignación.
—Está bien, me quedaré… pero tengo un último favor que pedirte —murmuró.
—Claro, lo que quieras.
—Llévate a Malika. Debe extrañar el desierto, ¿no crees?
Hasan esbozó una sonrisa de asentimiento y ni siquiera le pasó por la cabeza que aquella amable petición de la italiana tuviera intenciones… secretas.
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