—¿Eres tímida? ¡Fuiste muy buena en la cama aquella noche! ¡Prefiero a la Andrea traviesa! —dijo Miguel provocativo; me sonrió, se me acercó al oído, y su aliento tibio me hacía cosquillas.
«¡Cómo se atreve a decir algo tan obsceno!».
Me volteé con las intenciones de arremeterlo, pero se me apretó contra mí antes de que pudiera decirle una sola palabra. Después de forcejear un rato, me agoté por completo; por otro lado, siguió haciéndolo sin descanso. Por último, Miguel gimió con suavidad mientras las ondas de placer corrían por su cuerpo, y, mientras reposó contra mi cuerpo mientras jadeaba por falta de aire, podía sentir su corazón acelerado después del acto.
Tras descansar por un rato, se puso la ropa sin prisa mientras que yo apenas tenía la energía para moverme. Mirándome el cuerpo desnudo, le fruncí un poco el ceño, y él me cubrió con su chamarra. Miguel encendió el motor del coche y me volteó a ver, diciéndome a secas:
—¿En dónde vives? Quiero llevarte a casa.
Al voltear a verlo, le respondí inexpresiva:
—Llévame a la farmacia.
En realidad, estaba disgustada y ofendida porque Miguel se aventajó de mí.
«¡Cómo se atreve a hacerme esto! ¡Qué ridículo! —Sin embargo, traté de consolarme—: Oh, bueno, ¡lo hecho ya está! Después de esto, no le debo nada y no tiene por qué causarme problemas. Tomaremos nuestros respectivos caminos y nos trataremos como desconocidos».
Al principio, esperaba a que me dejara ir, pero luego me di cuenta de que era ingenua por creer eso; ¡todo lo que quería era tener sexo conmigo!
«¡Rayos!».
—¿A qué vas a la farmacia? ¿No te sientes bien? —Miguel se veía confundido, pero sonaba como si estuviera preocupado por mí.
Moví la cabeza para intentar despejar la mente.
«¡No, no lo pienses demasiado! Solo has estado con él por tercera vez. No tiene sentido que se preocupe por alguien cualquiera; lo acabo de verlo tratar de manera despiadada a su ligue, ¡y era una celebridad!».
—Compraré pastillas anticonceptivas. No quieres que me embarace con tu bebé, ¿cierto?
La última vez, olvidé comprar las píldoras cuando me emborraché tras terminar con Josué. A pesar de haber bebido un poco, aún me encontraba sobria en el momento. Aunque no tenía mucha experiencia sexual, tenía clara la importancia de tener sexo con precaución. Tras oír mis palabras, Miguel frunció el ceño, pero permaneció callado; de inmediato, giró el volante.
Enseguida, llegamos a una farmacia cercana. No pude evitar molestarme cuando intenté ponerme la ropa debido a la incomodidad de la parte inferior de mi cuerpo. Cuando estaba a punto de bajarme de su coche, me desabrochó el cinturón de seguridad.
—¿Cómo voy a saberlo? No es como que yo necesite tomarlas.
Ante esto, fruncí el labio por disgusto.
«Ni siquiera tenía interés sobre esto tras sus parejas; ¡qué irresponsable! —Aun así, solo podía quedarme esas palabras porque no me atrevía a decirlas en voz alta frente a un hombre de mal genio—. Si lo molesto, estaré en aprietos, así que ¡mejor guardo silencio!».
No tenía otra opción más que buscar entre el montón de paquetes de píldoras, y, al final, elegí la de emergencia, que debía tomarse tras doce horas de haber tenido sexo sin protección. Cuando saqué una píldora del paquete, Miguel me dio una botella de agua mineral.
«Oh, bueno, al menos me consiguió una botella de agua».
Agarré la botella y me tomé la píldora sin pensarlo mientras que Miguel me observó y frunció el ceño sin decir una sola palabra; sus ojos eran profundos y tenían una mirada incomprensible. Después de descansar un poco, limpié mi ropa y lo observé, diciendo con toda la seriedad posible:
—Miguel, ya te lo compensé; de ahora en adelante, somos desconocidos y debemos mantenernos alejados del camino del otro. ¡Por favor no me compliques más la vida!
Sin embargo, él siguió callado e hizo un gesto con las cejas mientras me miraba con una expresión imposible de leer, ahí mi instinto me dijo que él era peligroso.
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