¡Izan! Sé mi Cachorrito romance Capítulo 5

Paco conducía mientras le contaba a Amara quiénes eran sus padres biológicos: "Cuarta señorita, su papá se llama Leocadio Blanco y su mamá, Paloma Mora. Además, tiene tres hermanos mayores".

Con esas palabras, ella comprendió que realmente era la hija del hombre más rico del lugar. Su amiga Jazmín alguna vez le había dicho en broma: "Amy, ¿quién tendrá más dinero, tú o el magnate Leocadio Blanco?".

Así que ella sabía que el magnate también se llamaba Leocadio Blanco. En ese mundo, había varios que compartían nombre y apellido. Amara preguntó sin rodeos: "¿Cómo que me suena que el magnate también se llama Leocadio?".

Paco respondió con una sonrisa: "Cuarta señorita, usted es muy astuta, en efecto es la hija del gran Leocadio".

Los ojos grandes y expresivos de ella se quedaron fijos, parpadeó y sus largas pestañas proyectaban sombras bajo sus ojos. ¡Vaya, ella realmente era la hija del magnate!

"Paco, ¿me harías el favor de pasar por el banco?", necesitaba cambiar el cheque que Efrén le había dado por efectivo, para evitar problemas en caso de que él se echara para atrás.

"Claro que sí", Paco no preguntó por qué, lo importante era que la cuarta señorita estuviera contenta.

Pronto llegaron al banco. Ella salió del coche sin esperar a que Paco le abriera la puerta: "Paco, por favor, espérame aquí un momento".

"Por supuesto, señorita. Si necesita algo, me llama, voy a buscar dónde estacionarme. Llámeme antes de terminar y vengo por usted".

"Está bien", mientras estaban en el coche, Paco ya le había dado su número de celular a Amara, y ella lo había anotado.

...

Amara entró al banco y cambió el cheque por efectivo, que depositó en su tarjeta bancaria. Con el dinero seguro, se sintió más tranquila.

Queriendo devolver el favor a Paco, pasó por una tienda de conveniencia cercana para comprarle una botella de agua. Al salir, vio a un anciano caído en el suelo, mientras algunos peatones a su alrededor murmuraban.

"¿Deberíamos ayudarle a levantarse?".

El joven que estaba grabando se quejó: "¡Oye tía! ¿Qué haces? La señorita está tratando de ayudar y tú vienes a causar problemas. ¡Tengo todo grabado!".

Un anciano llegó corriendo y se agachó preocupado: "Señor, despierte".

La mujer se levantó del suelo y acusó: "Pepe, esa mujer está intentando hacerle daño al señor".

Amara sostenía la aguja de plata, con una elegancia y calma inquebrantable: "Si sigue perdiendo tiempo, no hay duda de que morirá".

Pepe se quedó atónito, la joven ante él parecía menor de edad, pero desprendía una confianza abrumadora, como si fuera la reina del lugar. Pero, la mujer, furiosa, insistió: "Pepe, yo soy la doctora aquí, ella es solo una niña. Si por su culpa el señor pierde la oportunidad de ser atendido, ¿quién asumirá la responsabilidad?".

Pepe se encontraba entre la espada y la pared; la mujer hablando era la Dra. Daniela, la médica de la familia. En esos días, la salud del anciano estaba por los suelos, y cada vez que salía, lo hacía acompañado de esa doctora.

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