Capítulo veintisiete
—Espera, espera —Laia posa sus manos en forma de escudo —todo tiene una explicación.
—Ya te estás tardando —habla mi protector a secas.
—Tome sangre humana por un motivo —se pega a la pared —Encontré eso en la casa —señala una tarjeta blanca sobre el piso y abro tanto los ojos como puedo —y no es lo único —levanto la mirada y me asomo por un costado de su cuerpo —Alexander está muerto y Neal desaparecido.
Esto es obra de él, estoy segura que es obra de mi padre, en cuanto vi la tarjeta supe de inmediato que es la que usamos en la manada para enviar los "regalos" a otras manadas.
Len recoge la nota del piso y la lee en voz alta —Esto es el comienzo del fin—sus brazos se tensan y arruga la nota en sus manos —¿estás segura que mataron a Alex?
—Solo es cuestión de que mires la casa para que lo veas por ti mismo —baja la mirada a sus pies.
Len comienza a caminar de un lado a otro impaciente mientras toma el pelo de su cabeza con fuerza, se detiene frente a una silla y posa sus manos sobre esta con fuerza —¿Y qué pasó con el plan que teníamos?
—Nosotras despistamos a todos los lobos y él corrió en otra dirección, no entiendo que pudo haber salido mal —alza la mirada y junta sus cejas molesta al verme —solo sé que todo ha empeorado cuando ella ha aparecido —da un paso hacia mí y me pego a la pared —maldita zorra —susurra —POR TU CULPA ES QUE ALEXANDER NO ESTÁ CON NOSOTROS —grita y me hago una bolita en mi sitio.
Hay que fingir ser inocente, hay que fingir.
Intenta correr hacia mí, pero Len es más rápido y la detiene agarrando su cuello contra la pared —Si le tocas un pelo te mato, juro que te mato —aprieta más su agarre y la deja caer al ella ir cerrando los ojos poco a poco por la falta de oxígeno. El pelirrojo camina en mi dirección y me toma en brazos —te haré una pregunta, ¿Neal estuvo contigo cuando lograron escapar?
—Sí, pero cuando venía a informar lo de Alex lo escuché gritar en el bosque.
—Entiendo —balbucea y me da una rápida mirada —creo que tendremos una pequeña reunión con todos.
—Pero ella...
—Ya ha estado allí —sus ojos se topan con los míos —Abigail la ha llevado en más de una ocasión.
—¿Todos hacen lo que les da la gana o cómo va el caso?
Ignora totalmente a Laia —Ve e informa a los demás, quiero reunidos a los tres clanes para hoy, yo veré lo de Alex y trataré de buscar a Neal.
—¿Y cuándo lleguen aquí que hago?
—Para ese entonces ya estaré de regreso con o sin Mery.
—Entiendo —va a la puerta —por favor, trata de encontrarlo, es lo único que me queda.
CÓMO SÍ TÚ NO LE HUBIESES ARREBATADO A SU FAMILIA, LOCA DE MIERDA.
Ruedo mis ojos y por el rabillo de mis ojos veo como se marcha a toda velocidad, Len me baja al suelo y enrolla sus manos en mi cintura —dirás que soy adivino, pero puedo sentir que estás molesta —peñizca mi nariz.
—Es que cómo no estarlo —meneo mis manos dramática —esa loca te quito a tu familia, te volvió comida de su hijo, sufriste mucho, y, con todo lo que me ha hecho juraría que me quiere matar a mí y a ti. No confío un pelo en ella.
Suspira —Yo tampoco —abro y cierro mi boca sin entender hasta que su voz nuevamente me interrumpe —no sé porque algo me dice que dejaron a Alexander solo y esa manada lo atrapó como una mosca.
Vale, no. Me estoy pasando con lo de pastel y caramelos, pero lo del chocolate es cierto. Doy un mordisco y bajo el bolo de mi garganta con agua pura y dura, me asiento en la isla y sigo comiendo tranquilamente en silencio. Un estruendo se aproxima a la casa y junto mis cejas, me bajo de la encimera y corro a la puerta, me asomo por el pequeño orificio y veo a más de seis personas repartidas entre lobos y vampiros y aún llegando más.
Laia se detiene en las escaleras dando instrucciones y retrocedo instintivamente. Ahora no está él aquí para defenderme, necesito huir como sea porque no puedo con todos a la vez.
Necesito que te quedes dentro de la casa y no salgas del cuarto de arriba por más voces que escuches fuera.
Como un rayo sus palabras llegan a mi mente y doy pasos suaves para no hacerme notar dentro, calmo mi agitado corazón y subo las escaleras, sigo mi andar y dos puertas antes de llegar al cuarto donde antes estábamos una tabla rechina, la puerta se abre de par en par y sus ojos me enfocan con cinismo, trago grueso al ver a todos los demás vampiros detrás de ella con ganas de lanzarse a comerme y sin pensarlo dos veces tiro a correr. Mi mano toca el pomo de la puerta y la abro, pero antes de meter todo mi cuerpo Laia me empuja dentro y le cierra la puerta a los demás en la cara.
—Vaya, vaya, con que Len hasta protegió este cuarto solo para resguardarte—escupe con veneno —pero que mala suerte que él no esté aquí, ¿verdad?
Siento un dolor fuerte en el lado derecho de mi brazo y bajo mi cabeza sonriente. Si ese dolor no es mío, entonces es... Claro, era más que obvio.
Me cruzo de brazos y miro la cama a un lado —No puedes hacerme nada.
—Eso es lo que tú piensas, niña —alzo la vista un poco algo sorprendida y tiro de mi cabello hacia atrás dejando ver los pequeños orificios en mi cuello. Su rostro parece desencajado al verlos y detengo mi sonrisa de victoria.
TOMA ESTA, NO ME VAS A PODER GANAR INTENTO DE VÍBORA MAL HECHA.
Deja caer las manos a los costados de su cuerpo —Tú... Él... ¿Ustedes?
Me encojo de hombros —Sí, nosotros.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Chica Dhall ©