La Chica Dhall © romance Capítulo 29

Capítulo veintiocho

—¿Aún me matarás? —cuestiono con la cabeza en alto.

Mantengo la compostura de superioridad en todo momento y ella aprieta sus dientes, da tres pasos hacia a mí y no retrocedo ni un centímetro, una de sus manos toman mi cuello sin vacilar y sus ojos rojos poco a poco flaquean.

No puedes, eh.

Quién diría que esta loca tendría el síndrome de Helsinki.

Me empuja y caigo de lleno al suelo, pongo mis manos sobre la madera para mantenerme sentada y veo su perfil de espaldas —no vale la pena hacerlo —se abraza a si misma y voltea —creo que tu vida ya es extremadamente miserable como para que otra miserable venga y te mate —se dirige a la puerta y la abre —no salgas de aquí o los recién convertidos te cazaran como una mosca —cierra detrás de ella y dejo caer mi espalda al borde de la cama.

Esto es con lo que tengo que lidiar.

Estoy como en una jodida fiesta donde cada vez que avanzas más dentro te encuentras con toda clase de personas.

Me levanto y examino mi brazo por encima, lo estiro levemente y masajeo la zona.

¿Eres consciente del problema en el que estamos?-

Realmente, no.-

Si resulta ser que estás ligada a él no lo podrán matar, porque si lo hacen tú también mueres.-

Dudo mucho que una humana como yo pueda tener una conexión con un brujo-vampiro.-

Parece que te estás olvidando de tus padres.-

Eso es un caso aparte.-

No lo es, y ahora quiero que me digas que le vas a decir a todos cuando se enteren de lo que paso.-

Que no estoy ligada a él, puede que si me haya mordido y sienta algunas cosas suyas, pero nada más.-

Claro, y aún sigues teniendo una mente inocente, ¡¿no te jode?!-

Sacudo mi cabeza mientras junto mis cejas molesta. No debo pensar en esas cosas, solo es mi mente siendo negativa y buscando las posibles respuestas más realistas. Suspiro y camino hasta la ventana del cuarto, tiro de la cortina un poco y mis ojos enfocan a Len junto a una Abigail en una muy calurosa situación, rápido me escondo con las paredes y veo de reojo como Mery le reclama con su dedo índice hundiéndose en el pecho de él, mi pelirrojo solo alza las cejas y se cruza de brazos haciendo que Neal mantenga la distancia entre los dos, desvío mi atención a su brazo y en este encuentro dos perforaciones con rastro de sangre saliendo por este.

Con que eso era lo que me dolía... Pero también tengo que añadir que Len es masoquista. ¿En serio me estás contando que lo odias y luego dejas que te muerda?

¿Qué sentido tiene eso?

Aquí hay algo que no me cuadra.

Sus ojos miran hacia la ventana y salgo de mi escondite, Neal sigue gritándole mientras que Len solo me mira tratando de descifrar la expresión en mi rostro, Abigail chasquea los dedos al frente de su cara para llamar su atención y lo consigue por unos segundos, el pelirrojo vuelve a mirarme con sus ojos ahora celestes e ignora completamente a Neal, este último ve en mi dirección y señala la ventana haciendo garabatos como si no me viese, empuja a Len con fuerza hacia un lado para que lo mire y este sigue sin prestarle atención.

Llevo una de mis manos a la boca y oculto mi sonrisa claramente evidente por lo que esta haciendole a Abigail, recompongo mi postura y doy un largo suspiro.

Espera... Sí él está haciendo que Neal no me pueda ver, significa que puedo hacer lo que sea.

Pego mis manos del vidrio y él levanta una de sus cejas extrañado, pestañeo rápidamente como una coqueta y le lanzo un beso antes de esconderme detrás de la cortina, bajo la mirada a mi pecho agitado y sonrío como una loca sintiendo la adrenalina recorrer mi cuerpo, me giro y como una niña pequeña agarro el borde de la cortina y asomo la cabeza solo para ver como Len sonríe de lado en mi dirección, niega y muerde su dedo índice.

—¡¿AL MENOS ME ESTÁS ESCUCHANDO?! —el grito de Neal me hace observarlo por primera vez y examinar su aspecto lleno de golpes y lodo por todas partes, su ropa media rasgada y sucia me dice que ha estado mucho tiempo desmayado, mientras que sus ojos sólo transmiten dolor y sufrimiento.

—Ya sé —dice rápido —iré a tomar una ducha y me verás como nueva, así no tendrás que pensar que estoy toda mugrienta y sucia y golpeada por tu culpa —se deshace de mi agarre y camina hasta la puerta, sale —ya vuelvo, espérame como nueva.

—Aguardaré por ti, mi romeo —dejó salir una sonrisa cálida y ella cierra la puerta.

Ruedo mis ojos. Eso estuvo cerca.

La puerta se vuelve a abrir y giro para reprocharle a Abigail del porque no está en el baño, pero mis ojos se ven envueltos en él y sólo él.

¿Tiene que verse malditamente bien todo el tiempo?

Cierra sin hacer ruido y coloca el pestillo de seguridad, pega su espalda de la puerta y cruza sus brazos viendo todos y cada uno de mis movimientos. Me siento cohibida. Trago grueso al ver esos ojos rojos ir pendiendose poco a poco hasta llegar a su máximo esplendor y retrocedo lentamente, por mi espalda sube una ola de calor hasta mi cara por recordar el beso que le lancé y bajo la mirada a mis pies nerviosos uno encima de otro.

Sus pasos por la habitación hacen eco en mis oídos hasta que veo sus pies justo al frente de los míos, coloca su dedo índice en mi mentón y sube mi rostro para observalo —¿disfrutaste el beso de reencuentro? —desvío mi vista a la pared sin responder a su pregunta.

—No entiendo que me estás queriendo decir.

—Mírame — flexiona un poco sus rodillas para estar de mi tamaño y posa su pulgar sobre mi labio inferior —¿disfrutaste del beso que te dio él? —se acerca peligrosamente a mi cara y llevo mi atención a sus labios —respóndeme.

—No —susurro.

Moja sus labios y mira hacia la puerta, vuelve a mí y los estampa con los míos en un beso lento y apasionante.

Esto si que es vida.

Enredo mis brazos en su cuello y él sube una de mis piernas hasta su cadera, me impulso para subir y Len

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Chica Dhall ©