La Chica Dhall © romance Capítulo 7

Capítulo seis

Sacudo mis mocos en la toallita desechable y la lanzo a la basura de la cafetería.

Esto es lo malo de ser un mortal, cualquier cosa puede afectar tu cuerpo.

Paso una página de las copias de arte y sigo leyendo sin tomarle importancia a Danni quien está tratando de darme la asquerosa medicina que mi mamá nos hace gracias a una receta que mi abuela adquirió de la nana de mi abuelo, prácticamente madre de mi bisabuelo muerto.

Cuanto lío familiar.

—Tu mamá me obligó a dártela, dice que sin esto vas a pasar una semana con mocos en la nariz.

Me encojo de hombros desinteresada —No me importa, comprare muchas toallitas desechables, pero no me vas a hacer tomarme esa cosa asquerosa.

—Vamos, no es para tanto—levanto mi rostro en su dirección y enmarco una ceja —solo tiene ajo, limón, miel, cebolla, agua y un poquito de jengibre —me muestra sus dientes nerviosa y vuelvo a mis copias.

—No, y por cierto, ¿Dónde está Danna?

—Se quedó en la casa, vuelve mañana, ya que como es la más dependiente a mi mamá —suspira —le cuesta más estar lejos.

Muerdo mis labios y tomo una postura hacia ella —¿Sabes que no están obligadas a estar aquí, verdad?

—Lo sé, pero se siente muy inusual estar tan lejos de casa —guarda la botella en su bolso —además, ayer note que mi padre no está muy bien que digamos.

—Debes ir a verlo.

—Pero no te puedo dejar sola, son órdenes directas del Alpha.

—Tu padre es tu padre y si está enfermo al menos debes verlo, —tomo su brazo por encima de la mesa— yo me se cuidar sola y en un día nada malo me puede pasar.

—¿Estás segura de esto? —muerde sus labios nerviosa.

—Estoy segura —asiento y busco las llaves del auto en la bolsa —es más, llevate el carro, yo iré en autobus o llamaré un servicio para que me pase a recoger diez minutos antes de salir —se las entrego—conduce con cuidado, la carretera debe estar sumamente resbalosa por las lluvias y la neblina debe estar baja.

—No te preocupes, iré con cuidado —se levanta de la mesa y me da un sonoro beso en la mejilla —gracias.

—No hay problema —sonrío y sale corriendo fuera de mi visión.

Recojo mis cosas y hago una mueca de desagrado al ver la botella nuevamente ser posicionada en la mesa —Una última cosa, toma tu medicina —junto mis cejas y cruzo mis brazos —ahora sí, adiós —la veo marcharse y niego rotundamente.

No se le escapa ninguna.

Me pongo la mochila de lado y camino hacia mi siguiente clase, saco el celular de mi bolsillo y chequeo los últimos mensajes sin relevancia que tengo.

Un momento.

Detengo mi andar. Estoy sola, eso significa que ya puedo hablar de lo que está pasando con mi padre.

Miro la hora plasmada en la pantalla y chasqueo mi lengua, no me da tiempo, en cinco minutos entro a artes y no soy maga para hablar de todo en cinco minutos.

Muevo mis pies hasta el aula y entro viendo como a todos ya les da igual la nueva chica que ha venido de otro lado, mis ojos inconscientemente se dirigen a Abigail quien anota algo en su libreta, hoy trae su cabello recogido en un moño con unos pequeños mechones rojos cayendo por su cara, su piel blanca hace un contraste perfecto con las pecas de su rostro, sus abundantes pestañas adornan sus bonitos ojos y esos labios más rosados de lo normal me dicen que ha estado mordiendolos mucho el día de hoy, bajo hasta su cuello donde posa su mano jugando con el pequeño collar que hace aún más delicada su piel.

¿Hoy puedo ser yo?

Subo mis ojos otra vez y no puedo evitar sonreír al ver lo roja que está.

Lo haré, hoy seré yo, pero con ella.

Camino hacia mi presa con paso firme, su pecho baja y sube pausadamente tratando de mantener la calma y mis ojos se dilatan por completo, remojo mis labios antes de llegar y tomo asiento a su lado —Hola.

—Ho... Hola —mete uno de sus rizos detrás de su oreja y me ve con sus ojos brillosos, escucho el profesor llegar y lo ignoro completamente.

—¿Y? — dejo mi bolsa en la mesa extendida y pongo toda mi atención a su cuerpo —¿Me vas a decir que fue lo que te molestó? —lamo mis labios —¿o tendré que descubrirlo? —susurro entre nosotras y ella posa sus manos apretadas sobre sus piernas, baja la mirada avergonzada y me giro en dirección a la clase —supongo que tendré que averiguarlo — corro mi cuerpo hacia ella pegando hombro con hombro y hago mis piernas tocar las suyas.

Los focos del salón se apagan y la luz del proyector de video es lo único que nos da reflejos para vernos, la observo por el rabillo de mi ojo, mientras el profesor se escucha de fondo dictar su clase, recorro con la mirada todas las demás personas delante nuestra enfocados en la explicación y muerdo mis labios sonriendo.

Perfecto. Si hay algo que he aprendido a hacer gracias a los distintos libros que he leído en las diferentes aplicaciones es que estas situaciones no se desaprovechan, también he aprendido a actuar en situaciones de la vida real como un personaje ficticio y la verdad es que se me da de puta madre.

Llevo mi mano izquierda a una de sus piernas y hago círculos imaginarios con mi dedo índice —¿Qué? —tartamudea —¿qué haces? —susurra.

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