Capítulo ocho
Me duelen los pies de tanto caminar.
Son las dos y media de la mañana y a penas vengo llegando a la casa.
¿El motivo?
Le di una ubicación distinta a Mery y Alexander para que no supiesen donde vivo en realidad.
¿Lo malo?
No se me ocurrió otra cosa que decir que vivo casi a la otra punta del mapa.
¿Lo bueno?
Al menos sé que ellos no saben dónde vivo en realidad.
Me detengo en la puerta de seguridad del condominio y veo al guardia dormido en la silla giratoria con los pies sobre la mesa.
¿Este es tu seguridad? El mío no.
Muerdo mis labios, ahora como entro si hay dos líneas de corriente que no me dejan saltar al otro lado escalando.
Vamos, Zuani. Piensa.
Dos autos se acercan a toda velocidad y corro a esconderme detrás de los arbustos, las camionetas negras se detienen y la puerta automáticamente se abre, los carros siguen su recorrido y el sonido de la puerta cerrándose llama mi atención.
Es ahora o nunca.
Salgo de mi escondite y corro hacia adentro, paso antes de que esta se cierre y volteo a ver al guardia que sigue dormido en la silla.
Podría pasar un terremoto y él no se despierta.
Niego y sigo mi camino, busco en la bolsa las llaves de la casa y abro, prendo las luces y dejo los zapatos en una esquina, cierro y tiro la bolsa al suelo.
Al fin en casita.
Dejo las llaves en la mesa principal y camino a la cocina, tomo la nota en la isla y ruedo mis ojos al ver lo escrito.
Zuani, tu comida está en el microondas y otra cosa más, TOMA LA MEDICINA.
Att. Danni
Supongo que también tengo otra mamá fuera de casa.
Saco el plato del microondas y agarro un tenedor, lleno un vaso con agua y tomo asiento en la isla. El silencio abrumador llena mis oídos y doy un suspiro, nunca había sentido esta soledad en su máximo esplendor, ya que en la casa siempre estaban todos con algo que decir o hacer.
Tendré que acostumbrarme a estar sola.
Sola.
Sonrío con ironía, no tengo un destino trazado como los demás, no soy especial, asique lo más probable es que termine de esa forma aún cuando muera.
Termino de comer en silencio y dejo las cosas limpias en su sitio, subo las escaleras hasta mi cuarto y prendo la luz, me despojo de la ropa y camino al gran espejo de la habitación, examino la marca casi inexistente de los colmillos de Abigail en mi cuello y hago una mueca.
Estuve tan cerca de la inmortalidad.
Por otra parte también debo decir que me sorprendió ver al ojos ámbar derribar la puerta de esa manera y que sus ojos fuesen de un color distinto a los que habitualmente tiene.
Por ahora tengo que:
Primero, Mery Abigail es un vampiro; segundo que soy su otra mitad; tercero, ya conozco al tipo de la chaqueta que básicamente es Alexander; cuarto, Len es hermano de Abigail y primo de Alexander; quinto, conzco a su mamá, Laia; sexto, se el lugar exacto donde viven.
Lo que me faltaría investigar es al primo y a Len...
Junto mis cejas recordando cada detalle cuando estuve con él, cada gesto y articulación, al principio fue amable, pero a que viene luego ese comportamiento.
¿Será que ya sabe quien soy y está tratando de confundirme?
Lo dudo mucho, ¿cómo sabe quién soy de la nada y sin información?
Me encojo de hombros —era eso o dejarme en evidencia.
Camina de vuelta a la cocina y lo sigo —¿Y bien? ¿Por qué me contactaste? —me observa de reojo con esos ojos fríos —debe ser algo importante cuando no lo puedes resolver y ronda todo el tiempo tu cabeza.
—Creo que encontré un grupo de personas que puede que no sean una amenaza como tal, pero hay uno que me confunde mucho y siento que es igual que yo, por muy estúpido que suene.
—¿Investigaste?
—No hay mucho. Son en total cuatro; dos mujeres y dos hombres, ya descubrí la identidad de una y la otra me dijo que pronto sabre más sobre ellos, asique supongo que solo es cuestión de presionar a la chica para que me diga quienes son y por qué están aquí, cuando sepa eso puede que entre más en confianza y me vean como una más de la familia, entonces ahí descubrire la verdad.
—Perfecto. Por ahora sigue con eso y con el chico involucrate poco a poco, es lo ideal.
Alzo mis cejas y me cruzo de brazos —¿solo eso?
—No sé que mas quieres que te diga.
—¡¿Buen trabajo?! —me encojo de hombros.
—Tú no necesitas que te digan eso, eres igual que yo en ese aspecto.
Ruedo mis ojos —Sí, sí. Lo que usted diga —a mi cabeza llegan recuerdos de Danna e Danni y junto mis cejas —necesito que las gemelas estén lejos, lo hecharan a perder.
—Eso me temo que no va a ser posible, puedo cambiarlas de casa, pero no que estén lejos de ti —voltea a verme —¿te parece?
—Eso está mejor.
—¿Algo más? —remanga la camisa negra a sus codos.
Suspiro —No.
—Entonces, me voy. No tengo nada mas que hacer aquí.
—Eso mismo pienso yo —digo sin vacilar y sonríe.
Mira su reloj y sale de la cocina con toda la elegancia del mundo, sus pasos firmes hacen eco por el lugar, toma el pomo de la puerta principal y antes de abrir se gira —Recuerda esto. Tienes poder para ser tu misma, para matar a quien tu quieras, para torturar a quien tu quieras —abre la puerta —porque después de todo, eres sangre de mi sangre.
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