La Chica Dhall © romance Capítulo 10

Capítulo nueve

Me pregunto una y otra vez el porqué de haberle dado confianza a Abigail.

No se despega ni un segundo de mí, ni uno.

En todo el día desde que llegué a la universidad está como una garrapata pegada a mi brazo, no deja que nadie se me acerque, que nadie me hable y las personas ya nos están empezando a mirar de una forma no muy agradable.

La profesora de matemáticas termina de dictar su clase y comienza a recoger sus cosas del pupitre, copio las últimas prácticas del tablero y guardo las cosas en mi mochila, veo de reojo a Mery quien no me quita el ojo de encima y doy un gran suspiro.

—¿qué pasa? —habla —¿tienes sed? ¿Hambre? ¿Te sientes cansada? Si es asi yo puedo llevar tu bolsa —intenta agarrarla y detengo su brazo en el aire.

—No es por eso, Abigail —digo —lo que pasa es que esto para mí es nuevo, y el simple hecho de que estés conmigo todo el día se me hace extraño.

—¿me estás diciendo que te agobio?

Niego rápidamente —eso no fue lo que traté de decir —me excuso —cuando digo que esto es nuevo para mí, lo digo en plan de que nadie de mi familia ni mucho menos de afuera saben que me atraen las personas de mi mismo sexo y otra cosa también es que desde chica siempre estuve sola en todo momento, por lo tanto ahora tener tu compañía se siente algo extraño —bajo la cabeza a mis piernas y meto un mechón de cabello detrás de mi oreja.

Ojala cuele.

Sitúa su mano en mi espalda y la mueve de arriba a bajo, levanto mi rostro y reparo sus ojos más suaves de lo normal, me da una sonrisa de boca cerrada y jala uno de mis cachetes —Entiendo. Eres una niña tímida, pero atrevida a la vez y eso me encanta —me planta un beso en la mejilla y se levanta —te dejaré sola por un rato, iré a hacer algunas cosas —giña y camina en dirección a la salida, aprecio su cuerpo salir del aula y dejo caer mis hombros al mismo tiempo que ruedo mis ojos y doy un largo suspiro.

Me metí con la más pesada de la familia y mira que habían personas para escoger.

Me enderezo y jalo mi maleta, salgo de salón y a mi móvil llega una notificación, abro el grupo con las gemelas y escribo mi respuesta rápidamente ante el mensaje de Danna.

Zuani

Perfecto, quedamos en la cafetería.

^^^Danni^^^

^^^No sé qué hiciste cuando no estábamos, pero ahora la tipa esa no te deja de seguir.^^^

^^^Danna^^^

^^^Y lo peor aún es que te tiene vigilada, ¿hay algo que nos tengas que decir Zuani? ^^^

Zuani

Es una larga historia, después se las cuento. Ahora nos vemos en la cafetería.

Bloqueo el teléfono y llevo mis pies en esa dirección, pero mi rostro se desvía justo al último pabellón de en frente. Sus brazos cubiertos por esa bata yacen cruzados sobre los barrotes de seguridad del pasillo mientras que su espalda está en un posición baja, sus labios hacen una ligera curvatura hacia arriba y mi cuerpo se eriza totalmente, junto mis cejas y muevo mi cabeza de un lado para otro.

Zuani, no caigas en su juego.

Vuelvo a mirarlo de reojo y me sorprendo al verlo tan animadamente con otra chica, esta le habla sin parar y él solo sonríe tratando de parecer lo mejor del mundo. La chica coloca una de sus manos sobre su hombro y se acerca para decirle algo al oído, Len gira su cabeza en mi dirección y muerde sus labios, los suelta y puedo leer perfectamente lo que dice.

"Si quieres te puedo mostrar quien soy en realidad".

Ruedo mis ojos y sigo mi camino a la cafetería. Maldito Len, para otras es lo más falso y evidente, pero al momento que estoy frente a él todo cambia, hasta su forma de hacer gestos.

Simplemente no entiendo que es lo que quiere conmigo, que es lo que me quiere decir.

Maldito Len Grayson Ivanov.

Llego y pongo la bolsa sobre la mesa, dejo caer mi cuerpo de lleno en la silla y Danna y Danni me miran con una ceja alzada.

—¿Qué ha pasado?

Hago un gesto con mis labios —Nada, ¿por qué?

—Lo preguntamos porque llegas aquí, no dices nada, tiras la bolsa y, ¿cual es esa manera de sentarse? Es evidente que algo pasó.

Aprieto mis dientes y pongo mis brazos sobre la mesa —lo que pasa es que voy a matar a ese tal Len con mis propias manos, ya no lo aguanto.

—Uy, tranquila fiera —Danna alza su mano y el chico que atiende llega a la mesa.

—¿qué desean para tomar o comer?

—Un té de tilo para la señorita —me señala —y para nosotras un café con leche.

—Entendido —apunta las ordenes en su libreta y desaparece de nuestra vista.

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