LA ESTRELLA DE MI VIDA romance Capítulo 76

Lo escuchó Isabella y se asustó. Estaba desanimada y confusa. Luego preguntó incoherentemente:

—¿Por qué? Fui a llevarte el teléfono antes. ¿Si hago algo que te moleste?

Cuando Gustavo miraba que la cara de ella se hacía pálida por la nerviosidad y sus ojos llenaban de lágrima, se apiadó de ella,

—No, no es tu falta, sino que no puedo hacerte feliz.

Gustavo acarició la cabeza de Isabella con la mano como si un hermano mayor le apaciguara a su hermana.

Isabella miraba increíblemente a los ojos de Gustavo. Secó la lágrima con las manos y respondió con firmeza:

—No voy a divorciarme.

—Ahora tengo una gran deuda de banco y tengo que devolver el dinero al mes.

—¿Por qué tienes la deuda? ¿Cuánto dinero te adeudas? Puedo ir a trabajo —dijo firmemente Isabella.

Gustavo la abrazó a ella estrechamente. No decía nada.

En el año cuando él se graduaba de la universidad. Por la causa de su identidad y la separación con Abril, no quería vivir en la casa de Navarro. En realidad, había reñido con la familia y se trasladaba de la casa a solas.

Sin embargo, el abuelo no le trataba con impiedad. Aunque ellos estaban disgustados, el abuelo no solo le disponía a trabajar en la empresa Mega del Grupo Navarro, sino le regló un apartamento lujoso.

Por eso, él pedía un préstamo de hipoteca con título de propiedad a través de los conocidos en banco con un amigo. Empezó con los dineros y creó una empresa de diseño interior. Como uno de los accionistas, gozaba de la ganancia. Mientras, la empresa se gestionaba por su amigo.

Creía que su capacidad no era inferior a Gonzalo y su tío Raul. En los dos años, llevaron muchos negocios a la empresa gestionada por su amigo con su puesto en la empresa Mega.

Pero el amigo quien era tan ambicioso no satisfacía de administrar una empresa pequeña. Ocultándole hipotecó la empresa para hacer la inversión.e

Finalmente, el amigo fracasó y se huyó. Así los dos conocidos del banco le vinieron a Gustavo.

Mirando que Gustavo estaba callado, Isabella se pegó a su pecho y le abarcó en la cintura. La lágrima llenaba los ojos, ella dijo sollozando:

—Gustavo, no te separes de mí. No quiero divorciarme de ti. No importa qué pasa, no quiero que nos separemos, por favor.

Excepto él, ella no tenía familiar. Los Dávalos y los Figueroa la abandonaban. Solo él, Gustavo, era su único apoyo y el calor en el fondo de su corazón.

Isabella no quería separarse de él. A pesar de la pobreza y la enfermedad, le acompañaría en toda la vida. El amor la hacía tan humilde, ¿pero si él podría entenderlo?

Ella estaba temblando como una pobre gatita.

A pesar de todo, Gustavo no quería decirlo a Gonzalo. Aunque ellos eran hermanos y si le pidiera Gonzalo le ayudaría sin devolver, no quería hacerlo.Valoraba la dignidad más que el dinero.

No quería pedir el favor a Gonzalo. Además, si Gonzalo le prestara el dinero, el abuelo tendría que saberlo. El abuelo le menospreciaba. Si lo supiera solo más le desvaloraría.

Nadie pudiera entender su amargor. Desde la infancia, todos creían que Gonzalo era más excelente que él. Pretendía justificar que ellos estuvieran errados. Pero, ¿Por qué era tan difícil para alcanzarlo.

Finalmente, ellos se trasladaron. Pero no estaban lejos del anterior, solo se mudaron del ático suntuoso a la planta baja más barata.

En este piso, la sola alcoba estaba cerca de la puerta. Además, tenía una cocina, un cuarto de baño y un balcón, ni sala, ni siquiera la sala comedor.

Podían distinguir el estatus de caseros por las plantas. Por ahora, Isabella lo entendió porqué Fernando y Mónica querían habitar en la planta alta.

—Desde hoy, duerme en la cama y uso el sofá —dijo Gustavo con sonrisa.

La condición de la casa no le molestaba a Isabella. Al contrario, mirando a Gustavo, dijo:

—Hemos sido el matrimonio.

Creía que era normal que durmieran en la misma cama.

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