—Yo soy Bastián, Bastián Myers, y es un placer conocerte Dante —
Adalet tomaba a su pequeño hijo entre sus brazos, mientras miraba a Bastián frente a ellos. Había sido descuidada, se suponía que nadie debía de saber de Dante, pero era difícil mantener a un niño de casi cinco años dentro de un departamento.
Bastián miraba el notable nerviosismo de Adalet, le resultaba muy fácil el entender que la mujer no quería a nadie cerca de su hijo, aunque sus razones, por supuesto, le eran desconocidas, pero notando los ojos algo enrojecidos de Adalet, dedujo que algo malo había ocurrido. Aun así, él no tenía ninguna intención de perturbar a la madre y a su hijo, así que, sonriendo, devolvía aquel balón en las manos del pequeño.
—Aquí tienes pequeño, ten más cuidado con él, aquí hay mucha gente y puede que pierdas tu balón si lo arrojas demasiado lejos — dijo Bastián con una sonrisa que Dante le correspondió.
—Gracias señor — respondió Dante.
—Bueno Bastián, creo que es mejor que nos vayamos, fue un gusto saludarte — dijo Adalet cargando a su hijo.
—Pero mami, tengo hambre, dijiste que comeríamos hamburguesas y helado, no quiero ir a casa todavía — se quejaba Dante haciendo una pequeña rabieta.
Adalet estaba a punto de decir algo, cuando Bastián aclaro su garganta.
—Si gustan, puedo llevarlos a un buen restaurante que está aquí cerca, allí créanme, hacen las mejores hamburguesas de todo New York, además los helados son realmente buenos, ¿Qué dice señora Williams? ¿Me permite invitarla a usted y a su hijo a cenar? — cuestiono Bastián guiñando un ojo.
—Yo, no, no lo creo, gracias por la invitación, pero Dante debe dormir temprano y…
—Pero mami yo quiero que cenemos con el señor Bastián el me cae muy bien porque también le gusta el futbol, además quiero comer la mejor hamburguesa, ándale, di que si mami — suplicaba Dante.
—Anda, di que si mami — dijo Bastián también como una súplica.
Adalet fulmino con la mirada a Bastián, e incapaz de decir que no a su hijo, asintió a regañadientes.
—Muy bien, pero será algo rápido, vayamos señor Myers, muéstreme ese restaurante del que tanto alardea — acepto la pelirroja con evidente disgusto.
—Bien campeón, ganamos por hoy — dijo Bastián chocando las manos con Dante.
Quizás aquello no era lo más prudente, sin embargo, quería pasar algo de tiempo cerca de Adalet, además, de que sentía mucha curiosidad hacia su pequeño hijo.
En la mansión de Enzo, el hombre revisaba algunas revistas sobre fertilidad in vitro; había varias opciones que ofrecían hospitales de renombre internacional, en donde el servicio parecía ser perfecto, sin embargo, Enzo seguía creyendo que aquello era totalmente innecesario, después de todo, su esposa debería de ser perfectamente capaz de producir un heredero.
Estaba furioso, y aquella furia solo lograba apagarla a medias con un vaso de whisky; cada vez se sentía más presionado, el tiempo pasaba y el seguía sin tener un solo hijo, la gente ya comenzaba a murmurar pues tras cinco años de matrimonio, él y su esposa no habían sido capaces de concebir, y aunque para la gente común el tener o no hijos era algo irrelevante, no lo era así para él, pues él tenía que dejar a alguien que lo heredera todo cuando el pasara a mejor vida.
Dando un sorbo a su vaso, también se sentía frustrado por lo ocurrido con Adalet y su firme rechazo hacia él. Había estado a punto de hacerla suya nuevamente, pero el punto en su ceja y el dolor que aún sentía en esa área, le recordaban el vil rechazo que ella le había regalado. Había visto el odio más ferviente en sus ojos de zafiro, un odio tan ardiente que le prometía un infierno. No quería perderla de vista, no quería que ella lo odiara, se sentía completamente perdido.
Dejando aquellas revistas médicas de lado, Enzo tomaba las deportivas, mirando a los surfistas que salían alegremente remontando olas en la playa, aquella visión lo había distraído de sus turbulentos pensamientos, y recordaba el pequeño accidente que había sufrido hacia casi cinco años, cuando recién había abandonado a Adalet, todo aquello, ahora parecían solo tonterías lejanas, reflexionó.
Adalet miro con un deje de desconfianza a Bastián, pero ciertamente le resultaría demasiado difícil encontrar un taxi seguro a esa hora, así que tan solo asintió.
—Está bien señor Myers, se lo agradezco — dijo finalmente.
Conduciendo por la ciudad que ya estaba enteramente cubierta por el manto de la noche. Bastián miraba de soslayo a Adalet, estaba seria, quizás, demasiado. No podría saber leer su mente para enterarse de que era lo que la mantenía tan preocupada o si Enzo tenía que ver con ello, sin embargo, Adalet Williams era tan solo una madre que amaba a su hijo; lo había visto durante toda la cena, ella realmente amaba a ese pequeño. Era todo un misterio lo que estaba ocurriendo y odiaba no saberlo.
Una vez que llegaron al lujoso edificio de departamentos en donde la mujer vivía, Bastián la ayudaba a subir en sus brazos a Dante. No había dicho nada, ¿Qué podrían decir? Se habían besado y apenas sabían algo del otro. Fuera de la puerta del departamento, Adalet tomo a su hijo en brazos y luego miro a Bastián a los ojos suplicante. Bastián, comprendía lo que ella trataba de decirle con aquella mirada angustiosa.
—Tranquila, Adalet, juro sobre mi nombre que no le diré a nadie que tienes a un precioso y encantador hijo, aunque espero que algún día puedas confiar en mi lo suficiente para decirme porque razón es que no quieres que nadie sepa del pequeño — dijo Bastián sabiendo que era aquello lo que ella suplicaba, y atreviéndose a llamarla por su nombre por primera vez.
Adalet asintió y luego miro con agradecimiento a Bastián mirándolo fijamente a los ojos.
—Gracias, Bastián, gracias por mantener mi secreto, Dante es todo lo que tengo…y es todo lo que yo más amo — dijo con sinceridad Adalet, también llamando a Bastián por su nombre.
Bastián sonrió. — Lo sé, y no te preocupes, mis labios están sellados — prometió.
Ambos estaban conscientes de que finalmente habían dejado sus apellidos atrás, y habían comenzado un trato más profundo. Quizás, aquello se había dado gracias a Dante, quizás, ambos realmente querían volver a verse y dejar de lado aquellas frías formalidades, sin embargo, todo lo que querían saber por ese momento, es que querían confiar un poco más en el otro, conocerse…y apoyarse, aun cuando no sabían en realidad nada del otro.
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