La verdad de nuestra historia romance Capítulo 11

A mitad de la noche, Luciano entró sigilosamente a la habitación de Estela y la arropó. En el instante que salió de la habitación, Camilo dio un paso al frente para ponerlo al día.

—Señor Fariña, fui al restaurante para investigar el asunto; sin embargo, no descubrí nada dado que las cámaras de seguridad estaban rotas.

—¿Tanta casualidad? —Luciano frunció el ceño.

«¿En el instante en que se despertaron mis sospechas, se rompieron las cámaras de seguridad?».

—Puede que sea una mera coincidencia —respondió Camilo vacilante, se veía contrariado—. A fin de cuentas, no hemos recibido ninguna noticia de la señora Fariña, quiero decir, de la señorita Jerez, desde que se marchó hace años. No creo que aparezca de improviso en esta ciudad —dijo.

Notó que la expresión de su jefe se tornaba sombría y le dio un vuelco el corazón, por lo que bajó la cabeza y no se atrevió a decir nada más.

—Comprendo —respondió Luciano con incertidumbre, luego, se dio la vuelta y se dirigió a su habitación.

A la mañana siguiente, después de desayunar, Roxana llevó a sus dos hijos al prestigioso jardín de infantes que Magalí le había recomendado. Dado que era alguien bastante eficiente, la noche anterior, Roxana se había quedado despierta hasta tarde para preparar todo después de escoger el jardín; planeaba inscribirlos de inmediato.

Por otra parte, los dos niños miraron a su alrededor con curiosidad mientras la maestra los guiaba al aula. En el instante que entraron, su maestra los presentó con dulzura ante los otros niños.

—Escuchen, ellos son nuestros nuevos compañeros de clase. Démosles un aplauso para darles la bienvenida, ¿de acuerdo?

Los demás niños los miraron con intriga. Por su parte, el dúo también se presentó con gracia y tanto por el aspecto adorable como por la alegría que tenían fueron irresistibles para los otros niños, por lo que, después de su presentación, todos los aplaudieron con entusiasmo. Bautista le dio un vistazo al lugar antes de que alguien entre los niños llamara su atención.

—Andrés, mira. ¿Acaso no es nuestra hermana paterna? Está en misma clase que nosotros —le susurró a su hermano, jalándole la camisa.

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