Como tenía mucha hambre, Bautista apartó la mirada de las decoraciones en el momento en el que escuchó a Luciano mencionar la comida y contó con los dedos.
—Me gustaría comer costillas de cerdo, pescado frito, muslos de pollo… ¡Todo esas son nuestras comidas favoritas!
Luciano enseguida centró su atención en Andrés, quien era reacio a responder en un principio, pero como Bautista había respondido por los dos, no tuvo opción más que asentir en silencio.
Después de pedir comida en base a las preferencias de los niños, Luciano no sabía sobre qué conversar con ellos, lo que hizo que hubiera un silencio incómodo en la mesa.
Una vez que sirvieron los platos, Luciano le ordenó al camarero que los pusiera frente a los niños.
—Gracias, señor Fariña —dijo Andrés con un tono cordial, pero distante.
—No hace falta que agradezcas. —Luciano asintió en acuerdo.
Su tono sonaba incómodo, ya que rara vez pasaba tiempo interactuando con ellos.
Durante la cena, les servía comida, aunque no les daba de comer como Roxana. No obstante, los chicos comieron todo.
—¿Les gusta la comida? —Al final, a Luciano se le ocurrió un tema de conversación después de que le costara encontrar uno.
Bautista levantó la cabeza y se frotó la panza reflexionando sobre la pregunta.
—Es deliciosa, pero no tanto como la comida de mami —respondió al final con honestidad.
Luciano levantó la ceja con sorpresa.
—¿Su madre les cocina seguido?
—¿Qué quiere saber? —le demandó a Luciano, mirándolo.
El hombre estaba un poco asombrado.
—Nada, solo estaba un poco preocupado —respondió después de un momento tras fruncir los labios, como si no hubiera sucedido nada.
Después de un mirarlo durante un largo tiempo, Andrés apartó la mirada exasperada y dijo con firmeza:
—Desde que nacimos, no hemos visto a nuestro padre. Es un malvado por abandonar a mami y a nosotros y, por ese motivo, no lo quiero.
Cuando terminó de hablar, Andrés levantó la cabeza para echarle un vistazo antes de volver a centrarse en la comida.
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