La verdad de nuestra historia romance Capítulo 40

La expresión del hombre se tornó sombría cuando vio lo que sucedía.

—¿Sobre qué tienes que hablar con esa mujer? Finge que no la conoces la próxima vez que la veas y no vuelvas a interactuar con ella.

«Dado que no tiene intenciones de reconocer a su hija, yo bien podría cumplir sus deseos».

Sorprendida por el tono de Luciano, Estela se quedó un poco atónita antes de hacer una mueca y escribir en su cuaderno: «¿Por qué?». Antes de que él pudiera responder, se apresuró a escribir: «Me agrada bastante; es amable y gentil conmigo. Quiero estar con ella». A pesar de la empatía que sentía Luciano al ver lo mucho que le agradaba Roxana, no tenían más remedio que enfrentar la realidad.

—Porque ella tiene sus propios hijos y no necesita una hija —respondió con indiferencia.

Estela se sintió confundida con su respuesta. «Sé que esos dos niños son sus hijos, pero igual ella ha sido muy buena conmigo; sin embargo, parece que mi papi la detesta». La pequeña no pudo evitar sentirse decepcionada.

Cuando él notó que la pequeña no escribiría más nada, le ordenó a su asistente que condujera. Después de marcharse de la residencia Quevedo, sintió un tirón en la manga, lo que hizo que mirara a Estela con el ceño fruncido.

«En ese caso, ¿dónde está mi mamá?», escribió ella. Lo miró triste y en sus ojos se veía reflejada la confusión. «Dado que la mujer hermosa es la mamá de los niños, no puedo estar con ella. En ese caso, ¿dónde está mi mamá?».

Una hora después, Roxana cambió el tema de conversación.

—Es hora. Podemos quitar las agujas. —Se levantó y se dirigió al piso de arriba mientras Jonatan la seguía de cerca.

Al mismo tiempo, Frida también se levantó con escepticismo y los acompañó. A pesar de que no le tenía fe a Roxana, igual estaba preocupada por su abuelo. Además, tenía la intención de ver por sí misma si la mujer era tan hábil como decía ser.

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