Mientras tanto, consciente de que llegaba tarde, Luciano no se dio cuenta de que los niños estaban en el auto mientras entraba al jardín de infantes. En el momento en que ingresó, vio dos figuras junto al tobogán con Estela, quien en ese entonces sujetaba con fuerza los brazos de Roxana.
—¡Señor Fariña, al fin está aquí! —saludó respetuosamente la maestra al verlo.
Luciano asintió en señal de reconocimiento mientras se acercaba a ellas y luego de mirar a su hija, miró con desdén a Roxana.
—¿Qué hace usted aquí?
Al percibir hostilidad en su tono de voz, Roxana frunció el ceño en señal de confusión mientras que la maestra los miró sorprendida.
—¿Se conocen? —Hacía un segundo, había pensado que Roxana no conocía a Estela.
Sin embargo, al tener en cuenta lo dependiente que se veía a Estela de Roxana, supuso que no era para nada una sorpresa que se conocieran.
Luego de asentir a la maestra sin siquiera pronunciar una palabra, Roxana desvió su atención hacia Luciano.
—Vine a buscar a mis hijos. Fue su hija quien se negó a soltarme la ropa y me vi obligada a quedarme aquí con ella.
En el momento en que escuchó las palabras «tu hija» salir de su boca, la expresión de Luciano se ensombreció. «¿Cómo puede decir algo así delante de su propia hija? ¡Qué mujer tan despiadada!».
Sin ser consciente de lo que había dicho, Roxana vio un repentino cambio en la expresión de Luciano cuando este dirigió su atención a Estela.
—Luciano, si está molesto conmigo, debería descargar su enojo conmigo en lugar de con la niña.
Aunque Luciano había visto cómo se desarrollaba la escena, no consiguió llegar a Estela a tiempo. Por lo tanto, replicó al escuchar los comentarios de Roxana.
—¿Cómo es que la forma en la que trato a mi hija es de su incumbencia? No crea que tiene derecho a opinar solo porque usted le agrade a ella.
La tensión entre ellos era muy fuerte en ese momento.
En respuesta a su tono burlón, la expresión de Roxana se ensombreció mientras comenzaba a sentir una inexplicable sensación de ira.
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