Al otro lado de la habitación, Claudio entrecerraba sus ojos de ónix. No se le escapó el hecho de que la puerta del armario había sido empujada, apenas entreabierta. Su rostro se ensombreció al pensar en todas y cada una de las posibilidades de lo que acababa de ocurrir. Luego, trató de apartar a la mujer que tenía encima mientras intentaba ir a investigar.
Amanda también estaba muerta de miedo. Enseguida lo sujetó por el hombro y trató de entretenerlo.
-¿A dónde va, Señor Blandón? Yo...
—¡Tú! ¡Fuera de mi camino!
Claudio tenía un humor de lo más irascible mientras empujaba a la mujer para quitársela de encima. Tal vez la reacción del hombre la aterrorizó, ya que al instante se puso de pie y salió corriendo de la suite. Al ver eso, Leonor se quedó con el rostro pálido.
Por instinto, se refugió todavía más en el armario. Pero, por supuesto, no había mucho espacio para maniobrar dentro de ese lugar tan reducido. Pronto, su espalda chocó con la pared. Su cuerpo se tensó cuando los pasos del exterior se acercaron.
En una fracción de segundo, Leonor subió con rapidez las fotos que había tomado antes de borrar las originales guardadas en su equipo. En cuanto lo hizo, la puerta del armario se abrió de golpe y la luz del exterior cayó sobre ella. Levantó la cabeza y se encontró con la mirada furiosa del hombre.
Como si su rostro pudiera ser más sombrío que antes, la diminuta mujer sintió que la temperatura a su alrededor bajaba mientras él se imponía sobre ella y ocultaba la luz detrás de él con su enorme figura. Por extraño que parezca, su inquietud se vio superada por una sensación de familiaridad.
«¿Eh? ¿Por qué su voz le resulta tan familiar?».
Sin perder tiempo, Claudio dijo:
-Entrégame eso.
Eso hizo que la mujer volviera en sí. Se esforzó por reprimir su nerviosismo.
-Yo... yo acabo de llegar, así que en realidad no he tomado nada... —mientras le entregaba la cámara con cautela, sus labios temblaron un poco al hablar-: Ya tiene mi equipo, así que ¿puedo irme ya?
Dado que había descargado todas las fotos, todo lo que quedaba de la cámara era una cáscara vacía. Por lo tanto, en realidad no importaba si el hombre se la quitaba. Al final, su nerviosismo se apoderó de ella. Sin esperar a que él respondiera, intentó empujarlo y correr hacia la salida. Sólo que el hombre fue más rápido. Sus brazos la rodearon en un instante.
Se mantuvo firme en la creencia de que ella debía haber hecho una copia de seguridad en algún lugar.
-No hay nada, Señor. De verdad que no he tomado nada... -la mujer se encogió mientras hablaba, desesperada por evitar su escalofriante mirada—. Yo... en realidad acabo de llegar. No hay fotografías.
Debido a su proximidad, Leonor pudo percibir que el hombre podría estar fuera de sí.
-Una última oportunidad. ¿Dónde están?
La asustada mujer cerró los párpados con fuerza mientras intentaba mirar hacia otro lado.
—No... no tengo nada...
En el momento en que dijo eso, las venas en la frente de Claudio se levantaron y palpitaron.
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