"Lorinda Tadeo, siempre y cuando pases esta noche con ese hombre, los gastos médicos de tu mamá ya no serán un problema más".
Con los labios apretados, Lorinda se encontraba afuera de la suite presidencial, ella era la sirvienta de la familia Neri y, debido a su gran parecido a la señorita Neri, Carlota Neri solía buscar oportunidades para humillarla. ¡En ese momento, hasta le pedían pasara la noche con un hombre!
Pero, pensando en su madre que todavía estaba en el hospital, finalmente asintió: "Está bien, iré".
Lorinda abrió la puerta de la habitación, la luz era tenue y el aire estaba lleno de un fuerte olor a alcohol, también podía escuchar la respiración pesada de un hombre. Caminó a tientas hasta el borde de la cama, antes de que pudiera hablar, fue arrastrada bruscamente. Lorinda cayó en la cama sin control.
Un cuerpo ardiente se colocó sobre ella, Lorinda gritó por instinto: "¡No...!"
"Me haré responsable, no te preocupes". La voz del hombre era profunda. Al terminar de hablar, besó su mejilla desesperadamente.
Lorinda dejó de resistirse, recordó las instrucciones de Carlota, y finalmente cerró los ojos. Con lágrimas y humillación, mordió su labio y soportó todo.
En medio de la noche.
Lorinda se levantó lentamente, recogió la ropa esparcida en el suelo y se la puso. Recogió las cosas que estaban tiradas en el suelo dentro de su bolso, sin notar que también había recogido un collar brillante. Apretó los dientes, volvió la vista hacia el hombre en la cama. Su camisa había caído hasta la cintura, mostrando su torso musculoso y, más arriba, su rostro atractivo.
No se detuvo, salió rápidamente de la habitación. Al final del pasillo, una muy arreglada Carlota ya la estaba esperando.
"Srta. Neri, el trabajo está hecho, el dinero que prometiste...", Lorinda dijo mordiéndose el labio, abrazándose a su camisa con fuerza.
Carlota la miró con disgusto, sus ojos cayeron en su cuello, la marca allí la desagradó aún más.
El rostro de Carlota se puso rojo, al ver el semblante frío del hombre, también se sintió nerviosa, solo bajó la cabeza tímidamente y dijo: "Está bien".
Dicho eso, no evitó más, levantó la manta para bajarse de la cama y vestirse. Lucián, sin querer, vio su espalda, en el hombro de la mujer había una cicatriz notable, parecía una quemadura.
Solo la miró un instante, luego apartó la mirada. Cuando Carlota se fue, sacó su teléfono y llamó a su asistente: "¡Investiga lo que pasó anoche!".
Esa persona pudo encontrar su hotel y hasta drogarlo de tal manera. ¡Si descubría quién fue, no lo dejaría pasar!
Pero cuando terminó de ducharse y estaba listo para irse, no encontró el collar que siempre llevaba consigo. Ese collar de ágata era un recuerdo de su madre, en él se grabó el emblema de la familia Ortega.
¿Acaso se quedó el collar con la chica de antes?
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