MADRE (Secretos) romance Capítulo 39

El cosquilleo de las lamidas de ese mocoso era muy agradable. No es que estuviera haciendo nada especial. Siempre me gustaron los besos negros, y era algo muy fácil de hacer para cualquier hombre. Sentí que me estaba lubricando de nuevo. En ese momento fue la primera vez en que deseé que los pendejos dejaran sus juegos y sus cuidados de lado, y me pegaran una buena cogida de una vez. Pero claro, cuando una está excitada, la prudencia va quedando de lado. Viéndolo ahora, no puedo negar que ese ultraje contenido que había ideado Lucio era la mejor opción para todos.

               Como venía diciendo, a pesar de que ahora lo recuerdo con vergüenza, no pude evitar disfrutar esos minutos en los que estuve contra la pared, con los brazos levantados, como una vulgar ladrona, y con la pollera hasta la cintura, mientras mi alumno me lamía el culo con fruición, a la vista de todos sus lascivos secuaces.

               —Tiempo —dijo Lucio.

               Enzo, que parecía ser, junto con Ricky, el que más en serio se tomaba lo que habían pactado antes de que comenzara la clase, dejó de chuparme apenas escuchó las palabras del otro. Me acomodó la bombacha, y antes de bajarme la pollera, me dio otra nalgada.

               —Qué bueno que estuvo eso. Esta profe es una maza —comentó, mientras volvía a su puesto.

               Ahora dentro de mi braga tenía un dildo incrustado hasta el fondo, flujos vaginales y un montón de saliva de aquel gordo libidinoso.

Saqué otro papelito. No pude evitar preguntarme quién sería el próximo en llevarme al rincón, y qué era lo que debía hacerle, o dejar que me hiciera. El que ganó el sorteo fue Leonardo, pero como ya había pasado antes, tuve que sacar otro papel.

               —Mierda, lo que viene ahora seguro es más divertido que chuparle la oreja. Encima ese puto profesor nos interrumpió —se quejó el chico.

               —No llores. Al final todos nos vamos a desahogar —dijo Ricky.

               Comprendí que esos juegos eran una especie de calentamiento. Llegado el momento, todos gozarían conmigo de alguna u otra forma.

               —Orlando —dije.

               El chico musculoso de ojos verdes se puso de pie. Era, junto a Ricky, el único que se mostraba realmente seguro en esa situación. Y también compartía con Ricky el hecho de que era uno de los chicos que me cogería con gusto en otras circunstancias. Aunque, a decir verdad, lo mismo iba para Fabián y Ernesto, quien no estaba presente.

               —¡Vamos, la puta madre! —dijo el chico, casi como si estuviera festejando un gol, cuando vio lo que decía el papelito que había sacado.

               —¿Qué dice? —preguntó Fabián, quien se veía tan contento como el propio Orlando.

               Este último me entregó el papel para que lo leyera yo.

               —Vamos profe, haga su trabajo —me instó, cuando notó que yo no tenía mucho entusiasmo en hacerlo.

               —Válido para que la profe de contabilidad te haga un pete.

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