Dalila.
Cuatro alegres horas sentada en el autobús mágico en donde perdí el sentido del olfato hicieron maravillas con mi estado de ánimo.
No es que me hubiera levantado de buen humor de todos modos y el alboroto que hace mi madre me está dando un poco de pena ajena.
- ¡Mi primer hogar! ¡Mi niña conocerá sus raíces! ¿No es emocionante? - grita mi madre por quinta vez al señor de barba del asiento de alado.
- Sigue siendo igual de emocionante que las primeras 5 veces que me lo dijo, señora - dice el hombre en tono enojado.
¡Ja! El señor también está contando. Si no fuera como 50 años más grande lo invitaría a salir y ¿Quién sabe? Si me sigue el ritmo tal vez hasta le dé mi número.
Mi madre sigue parloteando emocionada a todo individuo en un rango de 2 filas, mientras tanto me dedico a mirar por la ventana este nuevo entorno.
Nuestra vieja ciudad, donde me crió mi madre, tenía un clima particularmente especial: Llovía.
No esa tierna lluvia chipi chipi, más bien lluvia de la que inunda las calles y se puede comparar a Venecia.
En cambio, ahora que nos acercamos a nuestro destino, puedo sentir un clima cálido y agradable.
Mamá dice que la manada tiene varios acres de bosque y que los humanos no viven cerca pues el Alfa Gabe al parecer ha estado comprando terrenos aledaños en los últimos años.
La verdad me emociona cumplir 18 años y así poder tener a mi lobo por fin. Correr libre por el bosque sería un sueño.
- ¡Mira Dalila! Esta es nuestra parada, no se te olvide nada y vámonos.
Bajamos del autobús, y si alguien nota que bajamos en lo que parece la mitad de la nada nadie lo menciona.
- ¡Tengo tantas ganas de que conozcas a Gabe! Cuando hablé con él por teléfono sonaba igual que hace años. ¡Y su hijo! Dice Gabe que es muy guapo y, si sale la mitad de atractivo que su padre tal vez deberías salir con él...
- ¡Mamá!- Grité escandalizada - ¿No puedes dejar de intentar emparejarme por 5 minutos? ¿Qué es esto? Vinimos aquí a que me enseñen a controlar a mi lobo, no a ver cuántos machos puedo tachar de mi lista de posibles mates.
- Tonterías cariño ¡Vive un poco! ¿Quién dice que no puedes hacer las dos cosas a la vez? Eres demasiado joven como para ser así de amargada. De verdad que no sé de quién lo sacaste.
A veces siento que el adulto responsable de esta relación soy yo.
Pongo los ojos en blanco y busco por los alrededores cualquier movimiento.
-¿Segura que vienen a recibirnos? - pregunté desconfiada- Todavía podemos regresar...
No terminé la frase porque un alto, moreno y guapo salió de entre los árboles. Detrás de él fueron saliendo algunos hombres y mujeres.
- ¡ Susie! ¡Qué alegría verte aquí! - dijo el desconocido mientras mi madre se acercaba y lo abrazaba - Estás más guapa que la última vez que te vi.
- Gabe, teníamos 18, ahora tengo curvas donde deberían de estar - Dijo mi madre con coquetería.
¡Diugh! Mi madre coqueteando es algo que no tendría que ver...
Gabe sonrió más ampliamente y escaneó a mi madre. Ella también sonreía mientras sacaba más el pecho. Un muy impresionante pecho, he de admitir.
Me aclaré la garganta cuando la situación se volvió más incómoda de lo que ya era.
- ¡Oh! Perdona cariño, Gabe esta es mi hija Dalila.
Me acerqué al Alfa y extendí mi mano. Gabe la tomó mientras observaba mi ropa. Pienso que le gustó mi estilo porque soltó una pequeña risa.
- Tu pequeña es adorable, si no fuera por sus ojos verdes pensaría que fuiste clonada Susie. Me alegra que las dos estén aquí. Ya he preparado la habitación de Dalila en el Wolf's school. Y para ti mi querida, no sabía si te sentirías cómoda en tu antigua casa así que te preparé la habitación de invitados en la casa de la manada.
Gabe decía todo esto mientras nos conducía por el bosque. Los otros hombres se mantenían a unos cuantos metros protegiendo nuestros costados y la retaguardia.
- ¿Escuela? Pero si aún no hemos hecho la entrevista para entrar a la manada- Dije extrañada.
- Ah eso. ¿Hiciste algún crimen imperdonable hacia nuestra especie por el que estés huyendo?- Gabe preguntó mientras le ofrecía la mano a mi madre para pasar por un tronco particularmente grande que se encontraba en nuestro camino. Mi madre soltó una risita aceptando su ayuda.
- No que yo sepa. Una vez empujé a una viejita en el supermercado sin querer. Probablemente, era una mujer lobo por tanto pelo que tenía en el cuerpo. Tengo la impresión de que me echó el mal de ojo, pero no creo que haya sido "imperdonable" a pesar de que no me haya disculpado.- Dije encogiéndome de hombros mientras rodeaba el tronco en vez de tomar la mano que me ofrecía el Alfa.
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