Anastasia no esperaba que su hijo le contara a Elías sobre la cena, pero dado que las cosas ya habían llegado a ese punto, no tuvo más remedio que pedirle al hombre que cuidara de Alejandro, por ello, cambió su tono y dijo:
—En ese caso, si no es mucha molestia para ti, por favor cuídalo esta noche, pasaré por él como a las 9.
—¡Claro! —Elías aceptó sin dudarlo dos veces y cortó la llamada.
Al tiempo que contemplaba la puesta de sol a la distancia, Anastasia se quedó aturdida, pues se preguntaba si en verdad era bueno que su hijo comenzara a depender tanto de Elías. A menudo, las opciones que venían a su mente eran muy limitadas: por un lado, no quería que el niño dependiera de él, pero por otro, se sentía tranquila cuando el hombre lo cuidaba, de hecho, confiaba en él de manera incondicional.
En el momento en que Elías terminó la llamada con Anastasia, marcó el número de alguien más.
—¡Hola, Elías! ¿En qué puedo ayudarte? —Se escuchó la voz de Miguel en la otra línea.
A pesar de que los dos habían hecho una apuesta, su relación familiar no se había visto afectada.
—Necesito que me hagas un favor, ¿podrías ayudarme a cuidar un niño?
—¿De quién es el niño?
—¿En dónde estás?
—¿En dónde más estaría? En la empresa de mi padre, por supuesto.
—Bien, lo llevaré ahora mismo.
—¡Ni siquiera me has dicho de quién es el niño! Y no quiero ser niñera de nadie —respondió Miguel.
—Se trata del hijo de Anastasia, ¿no quieres cuidarlo? —murmuró Elías con exasperación.
—¿Qué? ¿Hablas de Alejandro? ¿Está contigo? —preguntó Miguel lleno de sorpresa, pero luego se emocionó—¡Tráelo ahora mismo! No me agradan otros niños, pero él es diferente.
Elías colgó la llamada desde su auricular de bluetooth antes de decirle al niño:
—Te llevaré a la casa de Miguel ahora mismo, ¿bien?
—De acuerdo, señor Palomares, recuerde que usted debe vigilar a mi mamá esta noche y asegurarse de que ningún hombre se le acerque.
Miguel se giró en dirección al pequeño, quien estaba sentado en el sofá con los piecitos flotando en el aire; de pronto, el hombre se dio cuenta de que el niño tenía unos hermosos rasgos faciales que habían comenzado a afilarse, lo que hizo que el pobre hombre abriera sus ojos almendrados de par en par.
«¿Qué está pasando? ¿Por qué siento que Alejandro se parece un poco a Elías?».
Los rasgos y comportamientos de Alejandro también eran muy similares a los de su primo, por lo que Miguel recordó algo al instante y sacó su teléfono para revisar su álbum de fotos. Se había acordado de que en algún momento había guardado una fotografía de Elías de cuando era niño, la cual había sido tomada un día que estaban juntos. Luego de buscar por algo de tiempo, finalmente la encontró: miró al niño de la foto que tenía sus brazos alrededor de él y casi se desmaya.
En la fotografía, Elías tendría 5 años y lucía exactamente igual que el niño que estaba sentado en su sofá, tenían rostros muy parecidos, casi parecían un duplicado el uno del otro.
«¿Qué clase de broma es esta? ¡El hijo de Anastasia luce exactamente igual a Elías cuando era niño!».
Luego se miró a sí mismo en la foto, y después regresó la mirada a Elías, y pensó que, aunque él también había sido un niño adorable en su infancia, no se parecía para nada a Alejandro. En ese momento, sintió como los celos y la rabia lo invadían.
«¿Esto es una señal divina? ¿Significa que Elías me va a ganar?».
Miguel regresó su mirada al niño en el sofá y recordó que el amor que sentía por Anastasia seguía siendo incondicional.
«Si pudiera casarme con ella, jamás haría triste a este niño, tampoco le daría más hermanos».
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...