—Anastasia, ¿hay alguna razón por la que evites tus sentimientos así? Solo admite que te preocupas por mí y que te gusto. No me voy a burlar. —Elías observó su pequeño rostro con una mirada llena de amor.
Anastasia quedó atónita por un momento y estaba por reaccionar cuando su otra mano la tomó por la mandíbula y la besó forzadamente. Con los ojos muy abiertos, Anastasia gruñó en sorpresa.
«¿Este hombre intenta aprovecharse de mí otra vez? ¿Por qué no tengo cuidado con este tipo de cosas? Parece que no puedo escapar del destino de ser besada a la fuerza por él. ¡Por Dios!».
El olor de alcohol que aún emanaba de él la hacía sentir desfallecer y su forzado beso era como si él tratara de imprimirse en ella. Sin su hijo en casa, todo el lugar se había convertido en un sitio donde podía liberar sus deseos. El beso duró hasta que Elías consideró que era suficiente. Jadeando, finalmente la soltó, pues, si continuaban, él sería el que saldría herido.
Anastasia tampoco se sentía bien, estaba jadeando y tenía la cara enrojecida. Levantó su mano para abofetearlo, sin embargo, cuando estaba a punto de hacerlo, observó con ira sus ojos enamorados. Su profunda mirada reflejaba claramente su rostro y, por alguna razón, ella podía ver realmente el amor en su mirada.
—Anastasia, me gustas —confesó la ronca voz del hombre.
Al final, la mano que se había quedado a mitad del camino, no se posó en su hermoso rostro y la apartó con rigidez.
—¿Ya no tienes ganas de pegarme? —Elías sonrió maliciosamente.
—Elías, no me gustas —replicó Anastasia en voz alta mientras lo miraba con los ojos muy abiertos.
Su expresión se oscureció al oírlo.
—¿Es porque no he hecho suficiente o porque de alguna manera te he hecho enojar?
—¿Aprovecharte de mí mientras me obligas a que te guste? ¿Crees que podrías gustarme ante esas circunstancias? —se burló Anastasia.
«¿Realmente está tan seguro de que cada mujer que conoce se enamorará de él a primera vista?»
A pesar de que el hombre discutía con ella en ese momento, tenía una sonrisa cariñosa, lo que hizo que a Anastasia le dieran ganas de pegarle en la cara. Probablemente porque ya le había tomado el pelo lo suficiente y no quería hacerla enojar, Elías se inclinó de repente y le dio un beso en los labios.
—Anastasia, por favor intenta abrir tu corazón a mí. Te prometo que no te decepcionaras.
La esperanza brilló en sus ojos y le suplicó con voz ronca. Era raro ver suplicar a alguien nacido en cuna de oro, como Elías. Entonces, el hombre se levantó dejando a Anastasia atónita por unos segundos antes de sentarse, para después pasar a abrir la puerta de la entrada sin dudarlo.
—Será mejor que te vayas. No quiero que te quedes más tiempo.
De pronto, el dolor apareció en los ojos de Elías, se agarró el estómago mientras sudor frío le cubría la frente. Un instante después, tropezó y se desplomó en el sillón. Anastasia estaba a punto de echarlo, pero, al verlo así, cerró la puerta y corrió a su lado en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Qué pasa?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...