—Miguel, ¡déjate de tonterías y vete a dormir! De verdad voy a colgar ahora.
Tras decir eso, Anastasia intentó agarrar su teléfono. Sin embargo, Elías no quería devolvérselo. Anastasia no se atrevió a hacer mucho ruido, pues sería difícil explicarle a Miguel si se enteraba que otro hombre estaba en su casa. Dañaría definitivamente su reputación.
—No quiero. Rápido, solo una canción. ¡Te estoy esperando! —Era evidente que Miguel se había dado la vuelta y que esperaba pacientemente.
Al ver lo alto que estaba la mano de Elías, Anastasia saltó para poder alcanzar su teléfono, pero, al siguiente segundo, se vio envuelta de la cintura por un brazo, mientras el hombre la aprisionaba contra el balcón y la besaba sigilosamente, con su mano aún arriba. La mente de Anastasia quedó en blanco y se sintió humillada al extremo.
«¿Lo está haciendo a propósito?».
—Anastasia, canta para mí. ¡Haz que este gran bebé se duerma! —Miguel seguía rogando al otro lado de la línea.
Eso casi la volvió loca.
«¿Cómo podría hacer eso? ¡Ahora mismo me está besando este bastardo de hombre!».
De repente le llegó una idea en el calor del momento y rodeó el cuello de Elías con sus brazos, fingiendo sumergirse en el beso. Al ver que bajaba su mano lentamente como esperaba, Anastasia le arrebató el teléfono con rapidez y se alejó jadeando ligeramente.
—Miguel, solo ve a dormir. ¡Voy a colgar ahora! —gritó Anastasia para después terminar la llamada. Enseguida observó al malvado hombre—. ¿Te divertiste?
Ante eso, Elías respondió inocentemente: —Solo estaba inquieto.
—Tú… —Sin querer molestarlo más, Anastasia lo hubiera echado de la casa de no ser porque los problemas de su padre necesitaban la ayuda de Elías.
Si Miguel hubiera sabido que estaban besando a Anastasia por unos diez segundos mientras hablaban por teléfono, lo más probable es que hubiera perdido la cabeza, pues eso significaba que habría perdido contra su desvergonzado primo.
Después de sacar sus pertenencias importantes de su habitación, Anastasia, antes de irse a dormir a la habitación de su hijo, le dijo al hombre que estaba sentado en el sillón:
—Deberías irte a la cama más temprano. Y no me molestes mientras duermo.
—¡Pero aún no te has bañado! —Elías levanto sus cejas al decir eso.
—No es necesario. Iré yo sola.
—¿Temes que Miguel nos vea juntos? —preguntó Elías mientras la miraba.
Por razones que desconocía, Anastasia no quería que nadie supiera lo cercana que era a Elías.
—Por cierto, presidente Palomares, cumplirás tu promesa de ayudar a mi padre, ¿verdad? —Cambiando de tema, Anastasia pensó que, ya que lo había dejado dormir en su cama, más le valía honrar su palabra.
—Por supuesto que lo haré. —Con una sonrisa, Elías continuó—: Cualquier promesa que te haga, siempre la voy a cumplir.
Incapaz de mirar sus carismáticos ojos, Anastasia solo pudo bajar la mirada y continuar masticando su pan.
—Gracias.
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