—Eso no es de tu incumbencia. Sea lo que tenga que pasar entre nosotros ya pasó. Tú no sabes cuánto me ama. Él me da todo lo que le pido.—Helen levantó la mirada con dicha.
Anastasia quedó atónita por unos segundos.
«Parece que ya han dormido juntos. Creo que subestimé las habilidades de Helen.»
—Anastasia, no me digas te has enamorado de él también.—Helen sugirió.
— ¿Qué? ¿Tienes miedo de que te lo robe?—Anastasia no era tonta. Claro que Helen temía por eso y no la dejaría en paz.
—Tú… Tú no eres capaz de quitármelo.—Un odio se mostró en los ojos de Helen.
Anastasia se sentía incómoda al recordar el beso accidental en el auto la noche anterior. Si Elías de verdad durmió con Helen, Anastasia no quería algo íntimo con él.
—No te preocupes, todo lo que haya sido usado por ti es basura para mí.—ella respondió con frialdad.
—Entiendo, entonces le diré a Elías cada palabra que dijiste.—proclamó Helen al dar por sentado que Anastasia temería por haber dicho algo malo.
Al contrario, Anastasia se hallaba generosa.
—Entonces asegúrate que no te olvides de ninguna sílaba. Intenta imitar mi voz para que sea más convincente.
La impresión era evidente en los ojos de Helen, Anastasia desbordaba confianza desde la cabeza a los pies, a lo cual Helen le tenía envidia. Helen por fin se retiró e hizo que Anastasia dejara salir un respiro. Si Helen llegaba a alardear, ella tendría una cucharada de su propia medicina.
Mientras tanto en la oficina del presidente, Helen tocó la puerta.
—Pase—respondió una voz masculina gruesa y cautivadora.
Ella abrió la puerta para ver una figura masculina sentada en el sillón, luego lo llamó con su dulce voz:
—Elías.
Él entrecerró los ojos y preguntó:
— ¿Qué haces aquí?
—Estaba aburrida y fui a caminar —dicho esto, Helen mordió sus labios rojos con pena y luego tomó asiento a su lado y se quedó en silencio.
— ¿Y si te extraño?
—Iré a verte cuando tenga tiempo. De lo contrario, también puedes marcarme al teléfono, mandar un mensaje o videollamada.—Elías miró a Helen y aunque ella le dio una impresión diferente de la que le dio hace 5 años, él no la habría sido grosero con ella.
Mientras Helen contemplaba el perfil griego de aquel hombre, su atención de pronto se dirigió a la marca roja en su cuello. Ella se sorprendió y se aproximó a darle un vistazo más de cerca.
—Elías, ¿qué le pasó a tu cuello?
—Nada, sólo una reacción alérgica.—Elías ajustó el cuello de su vestimenta para esconder la marca.
— ¿Cómo te la hiciste?
—Soy alérgico a los mariscos.—procedió a explicar en voz baja al mismo tiempo que se levantaba—. Por favor, dame un momento en lo que respondo algunos correos electrónicos.
Elías caminó hacia su escritorio mientras que Helen fue al tocador de la oficina para arreglar su maquillaje. Posterior a esto, ella abrió la puerta y entró al cubículo. Tan pronto como hizo esto algunas empleadas también entraron.
—Chicas, lo he visto con claridad cuando fui a entregar los documentos hace poco. Esa marca en el cuello del presidente Palomares es un moretón.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...