Mi Resiliencia (COMPLETA) romance Capítulo 40

Veinticuatro meses, ciento cuatro semanas, setecientos treinta días, diecisiete mil quinientos veinte horas, un millón cincuenta y un mil doscientos minutos, sesenta y tres millones setenta y dos mil segundos había pasado Claudia como reclusa en las instalaciones de la prisión para mujeres del estado de Utah, la asquerosa celda en la que se encontraba le causaba claustrofobia, las otras internas no se le acercaban, sus padres habían pagado una generosa cantidad de dinero para que no tuviera daños físicos, pero el encierro la enfurecía, estaba cansada de estar en ese espantoso lugar, su vida de Reina, la libertad de andar por las calles y viajar a todas las partes que quisiera, fue privada de su libertad por crímenes que ella cometió y de los que no se arrepentía, George y su amante debían pagar todo el daño que le causaron, su muerte le trajo satisfacción pero lamento que Anika no estuviera al borde del auto así habría evitado ser descubierta y ahora estuviera afuera junto a su hija.

Pensar en Cristal la entristecía aún más, la hija que ama no la había visitado ni un solo día desde que dictaron la sentencia, solo sus padres la visitaban y le informaban de la vida de su hija, pero Cristal nunca le perdonaría que le arrebatara la vida a su padre, ella lo adoraba y sufrió mucho su muerte a pesar de saber que este se marcharía con otra mujer y las abandonaría.

Su aspecto físico era deplorable, su cabello y piel no tenían el brillo característico de la señora Brown, ahora estaba más pálida y su cabello opaco y sin vida.

Sus abogados no le daban buenas señales sobre su caso, lamentablemente no podían apelar libertad bajo fianza, ni reducir la condena, solo podían alegar demencia o algún trastorno mental, así le referirían a un hospital mental y tendría mayores facilidades de escapar, porque no pensaba vivir el resto de su vida en ese asqueroso lugar, Anika le había arruinado la vida, se empecinaba en pensar y decir la mujer, nunca le perdonaría el que la humillara como lo hizo, exponiendo su integridad y haciendo que su hija Cristal la odie con todo su ser.

Claudia buscaba por todos los medios tener información de Anika pero solo obtenía respuestas vagas, como que ahora escribe libros y es muy famosa pero nadie le decía en donde vivía y que pasaba en su vida porque eran detalles que ella no suministraba solo se limitaba a hablar de su Resiliencia en medio de fuertes adversidades.

Se aferra a los barrotes de la celda y pega su cabeza en ella, las ideas no le surgen y esta tan agotada mentalmente que ya no sabe qué hacer para recuperar a su hija, le ha escrito un sinfín de cartas que ella no se molesta en contestar, ni si quiera sabe si las ha leído, pero desde que ingreso a la prisión no ha dejado de escribir una carta toda la semana durante estos dos años.

—¡Claudia Browm!— llama una carcelera, aun llevaba el apellido de su difunto esposo, ella levanta la vista y saca la mano –tienes visitas— le indica la mujer mientras abre las rejas, Claudia frunce el ceño ya que sus padres le habían dicho que esta semana no vendrían a verla.

—Mis padres están fuera del país— dice dudosa —¿quién vino a verme?— le pregunta a la mujer de uniforme federal.

—Su hija— le dice sin importancia mientras que el corazón de Claudia se alborota de felicidad, su Cristal la había perdonado y la visitaba, su día había iniciado por lo menos con una buena noticia, le esposa las muñecas.

Rápidamente se alisa el uniforme, no es la mejor situación ni el lugar apropiado pero quería abrazar a su hija y llenarla de besos, con una sonrisa en su rostro, sigue los pasos de la mujer, se abren las puertas dobles de visitas y Claudia lleva sus manos a su boca cuando ve a su hija, esta bellísima enfundad en un conjunto elegante de falda y blusa holgada, tiene una zapatos de aguja y el cabello recogido en una cola alta, sus ojos la reparan sin ningún sentimiento de alegría, cosa que provoca que Claudia sienta miedo de lo que puede acontecer.

—Quince minutos— le indica la mujer mientras libera sus muñecas de las esposas que le había colocado.

—¡Hija!& dice con notoria alegría acercándose a Cristal per esta levanta su mano para que no avance más, Claudia atónita se detiene –¿leíste mis cartas?— le dice –¿por eso viniste, me has perdonado?— le dice con un atisbo de esperanza.

—Siéntate— le pide Cristal, hablándole fríamente, Claudia obedece.

— Que hermosa estas cariño— aluda a su hija, repara con sus ojos su rostro, su cuerpo y se detiene en sus manos, cuando observa el anillo de bodas en su dedo anular izquierdo, rápidamente le toma la mano –¿te casaste?— le pregunta con indignación y sorpresa ya que nadie le había dicho nada.

Cristal retira su mano y segura de sí misma habla con la mujer que tiene en frente –sí, me case hace un año— responde y Claudia se recuesta sobre la silla.

—¿Con Nikolas?— indaga y Cristal se ríe con sarcasmo y niega con la cabeza.

— No, Nikolas no era para mí, me case con un hombre que amo en verdad y me ama como soy— le dice.

—Por lo que veo eres feliz— dice Claudia viendo el porte imponente de su hija.

-Sí, lo soy— Cristal respira –y por eso estoy aquí— le dice –quiero que dejes de enviarme cartas que no me he tomado el tiempo de leer, hace dos años deje las cosas claras, no te considero mi madre- una punzada de dolor atraviesa el corazón de la mujer –te detesto por lo vil y mala persona que eres- Cristal escupe sus palabras sin sutileza –ahora tengo una familia que amo y con la que estoy borrando mi pasado contigo- las lágrimas salen de los ojos de Claudia —no quiero que mi hijo tenga ningún parentesco contigo, por eso te quitare el apellido de mi padre, no mereces portarlo– le dice con rabia –me mudare a otro lugar donde no tengas información sobre mi o mi familia— le dice –vine a despedirme y a decirte adiós Claudia– Cristal se pone de pie y Claudia se inclina de rodillas –¡Ah! Aquí están todas tus cartas— le arroja sobre la mesa los sobres sin abrir.

—Por favor hija, perdóname, no me hagas esto te lo pido— suplica la mujer aterrada de no tener más comunicación con su hija.

—Eso tenías que tener al momento de acabar con la vida de mi padre— le grita y dos de las federales se acercan a separarlas –nunca voy a perdonarte porque sé que no te arrepientes de lo que hiciste— le dice y encamina a la salida mientras las federales sostienen ambos brazos de la mujer.

—No puedo vivir sin ti hija, no puedo vivir con el dolor de saber que me odias y nunca mas podras perdonarme- le dice con amargura –por favor no me alejes de tu vida— le suplica pero Cristal sigue con sus pasos firmes hasta llegar a la salida en donde la espera su amado esposo recostado del auto.

Apresura sus pasos y abraza fuertemente los confortables y cálidos brazos de Marcos, este besa la frente de su esposa –¿Estas bien?— indaga el hombre preocupado.

—Perfectamente— le sonríe y une sus labios en su tierno beso, abordan el auto y salen de las calles de la prisión femenina.

Cristal y Marcos se habían casado un año atrás y tenían un bebe de cinco meses llamado George, Cristal escogió el nombre en memoria de su padre, la vida de madre la entretenía como no tenía idea y amaba su familia con todo su corazón, en Marcos encontró el verdadero amor y sus raíces dieron frutos para bien, la familia de su esposo no la juzgaba al contrario le brindaron su apoyo y comprensión, Los James Tonson eran su familia ahora, tenía una cuñada que era como su hermana, tenía un suegro al que consideraba con su padre y una simpática suegra que quería como a una madre.

—Mi madre llamo, dice que George esta algo inquieto— dice Marcos mientras conduce.

—Edixon dice que es por lo dientes, y leí en un artículo para padres y creo que sí, la pediatra dice que es normal— le dice Cristal poniendo en práctica sus dotes de madre interesada en la salud de su bebe.

Capitulo 40: Fe 1

Capitulo 40: Fe 2

Capitulo 40: Fe 3

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