My Last Sigh romance Capítulo 56

Han pasado tres meses desde que Alejandro nos dijo que mi esposa había quedado en coma.

Han sido unos meses muy duros. Mi mamá y mi suegra me han estado ayudando con los niños, que ya tienen tres meses y extrañan a su mamá. Ha sido difícil sacarlos adelante en todo este tiempo y peor fueron los primeros días, porque Romina se negaba a alimentarse por medio del tetero, lo rechazaba.

Me levanto por el llanto de uno de mis hijos. Voy hacía su cuarto y veo a mi niña llorando. La tomo en brazos y comienzo a arrullarla, se calma un poco.

—¿Extrañas a mami, cariño? —ella me mira, hace pucheros y vuelve a llorar— Ya, mi amor, no llores por favor que me partes el alma —la dejo en el tocador de bebés y le preparo el tetero.

Hago suficiente alimento para cuando Jake despierte. Vuelvo al cuarto y la tomo en brazos, miro sus cunas y Jacob está despertando. Lo mezo y vuelve a quedarse dormido. Me siento en la mecedora y le doy el tetero a mi princesa. Succiona la leche y cierra los ojos. Termina de comer y le saco los gases, la dejo en la cuna y se queda tranquila, Suspiro de alivio. Mi tranquilidad no dura mucho porque a los minutos despierta Jake llorando y Romina vuelve a hacer pucheros.

¡Claire, te necesito!

***

Mi madre llega y se queda con mis hijos, mientras yo voy al hospital a ver a Claire. Llego y busco a Alejandro. Me deja verla y yo voy a su habitación. Ya tiene menos cables que antes y su semblante está mucho mejor, me siento a su lado.

—Cariño, despierta. Los niños te necesitan, en especial Romina, ella te extraña mucho —me aprieta la mano —Vuelve a hacer eso —la aliento sorprendido.

Sus ojos se abren poco a poco y siento que el corazón se me va a salir de la alegría que tengo en estos momentos. Volver a ver esos ojos violetas es lo mejor que me ha pasado en estos días, luego del nacimiento de mis bebés. Llamo a Alejandro y comienza a revisarla.

Claire

Abro los ojos y siento un dolor de cabeza leve. Veo a Ezequiel a mi lado y Alejandro comienza a revisarme.

—¿Claire, me oyes? —asiento— ¿Cómo te sientes? —suspiro y hago una mueca.

—Me duele la cabeza —mi voz sale ronca y no se entiende mucho.

—Es normal, luego del parto te hicimos una cirugía y les tengo buenas noticias —lo miro, al igual que Ezequiel—. Pudimos eliminar el tumor, Claire, ya estás completamente sana —escuchar eso de sus labios hace que derrame una lágrima de felicidad.

—Cariño, felicidades —Ezequiel me abraza y yo sonrío.

Me beso desesperadamente y la imagen de mis bebés llega a mi cabeza. Nos separamos.

—¿Mis hijos? —Eze me mira y sonríe.

—Te extrañan mucho, no sabes cuando me alegra que hayas despertado. Ellos te necesitan mucho —lloro de la felicidad.

Alejandro nos da unas indicaciones y me dice que podré salir dentro de dos días.

Días después

Hace unos días salí del hospital con ciertos cuidados que debo tener en cuenta. Mis hijos son hermosos y están muy grandes. Me duele haber perdido tres meses de su vida, pero gracias a Dios ya estoy sana y nunca me voy a separar de ellos.

Los primeros días en casa fueron algo difíciles, al parecer Jake se acostumbró al tetero y fue un reto que aceptara mi leche, pero poco a poco lo hizo; Romina la aceptó sin complicaciones. Mis hijos se acostumbraron a mí rápidamente. Puedo decir que me reconocieron. Hoy se celebrará en mi casa el hecho de que estoy completamente sana. Ezequiel despierta y me mira.

—Buenos días, cariño —le digo y éste me sonríe.

—Buenos días, extrañaba despertar así —me rio y beso sus labios.

Escucho un llanto y nos separamos.

—Yo voy —digo y me pongo en pie.

Al entrar a la habitación de mis niños veo a Jake llorar y lo tomo en brazos. Romina nos mira atenta.

—¿Que pasó, mi amor?, ya estoy aquí, mi rey. No llores, te amo mucho, corazón —le digo mimosa y él deja de llorar para mirarme fijamente.

Sus manitos llegan a mi rostro y yo las beso. Mi bebé sonríe y yo también. Derramo una lágrima de emoción. Ezequiel entra al cuarto.

—Es increíble que me hagan esto, no sabes cuánto me costaba calmarlos y tú solo los cargas y les hablas y se quedan tranquilos —dice indignado.

No puedo evitar reír. Romina empieza a llorar y le doy el niño a Ezequiel para cargar a mi niña. Beso su frente y la arrullo en mis brazos. Toma mi dedo y se queda tranquilita mirándome.

—Eres hermosa, princesa. Te amo mucho, mi reina —sonrío.

Alzo la mirada y me pillo a Ezequiel viéndome.

—¿Qué? —le pregunto.

Su mirada me expresa el inmenso amor que tiene hacía mí.

—Te ves hermosa con nuestra hija. No sabes cuánto te amo y cuán agradecido estoy de que estés con nosotros —beso sus labios.

—Yo te doy gracias a ti por esto. Por mi familia. Cuando Alejandro me dijo que solo tenía dos años de vida pensaba que no iba a poder realizar mis sueños, pro mira, aquí estoy. Tengo un esposo que me ama y dos hijos hermosos a los que llenaremos de mucho amor. No sabes la felicidad que eso me genera. Le agradezco a Dios el haberte puesto en mi camino. Te amo, mi amor —derramo lágrimas y él me sonríe secándolas.

—Y yo a ti, cariño, ¿siempre juntos? —pregunta y sonrío.

—Siempre juntos —respondo y lo beso.

Debemos tener fe en Dios y nunca darnos por vencidos. Yo no me di por vencida y aquí estoy, un tumor cerebral no me impidió lograr mis sueños. Ya estoy sana y tengo la familia que siempre quise. Solo les digo una cosa, nunca se rindan pese a las circunstancias, porque el que persevera y cree, alcanza lo que en realidad anhela.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: My Last Sigh