Prisionera De Un Magnate romance Capítulo 59

Tres años después.

Narrador omnisciente

El ruido de un avión al aterrizar se escucha por toda la pista de vuelo, un nuevo avión con pasajeros a destino México acaban de llegar, pero sin duda, una mujer predomina entre toda esa multitud de personas, una mujer con cabello café y cuerpo envidiable.

Una vez las puertas del avión se abren, toda la multitud de personas baja ya cansados de aquel viaje tan largo, pero por alguna razón, aquella mujer se queda sentada esperando a que todos bajen.

─Señorita Gattas, el avión ya se vació, solo falta usted ─una aeromoza se le acerca con mucha amabilidad.

─Gracias ─es lo único que aquella mujer pronuncia para asomar el rostro por la puerta y respirar aire fresco─. Bienvenida a México, Cassandra.

Sin decir nada más, baja y sale por la misma puerta que todo pasajero, solo que a diferencia de muchos, ella no sabía a dónde dirigirse exactamente, tenía un objetivo llamado Rohan Khattab, pero también un gran obstáculo llamado Tamara Guerrero.

***

Narra Tamara

Me paro frente la guardería esperando que dos pequeños diablillos salgan corriendo a nuestro encuentro como ya lo es casi todas las semanas. Por suerte ya es viernes y podremos descansar un poco en familia.

─¡Mamá! ¡Mamá! Nahel le pegó a un compañero ─Miriam llega a mí y trata de llamar mi atención para que la escuche.

─¡No es verdad mamá! Yo solo defendí a Miriam ─llega Nahel con los brazos cruzados y una carita de enojado.

─Chicos, resolveremos esto en el auto ─no me gusta resolver esto frente a gente chismosa, una vez lo hice y no se como, pero el rumor de que era una madre muy mala al no castigar a mis hijos como es debido llego a mi.

Los ayudo a subir al auto, en donde cada quien ya tiene su sillita protectora, se sientan para enseguida yo encargarme de abrocharlos y darles su vasito con leche.

Me subo al asiento de conductor y una vez el auto está prendido, arranco sin ninguna dirección a la que ir, les debo preguntar primero.

─Mamá, ¿Podemos ir a ver a papá? ─Nahel me pregunta antes de que yo pueda preguntarles.

─Claro que si mi amor, solo que debo pasar antes a comprar flores, y por lo tanto, ustedes me deben contar lo que pasó en la escuela ─al escuchar eso ellos asintieron y se miraron, como para ponerse de acuerdo.

─Pues lo que pasó, es que en la salida mientras esperábamos a que llegaras, Nahel se fue con unos compañeros y yo me quede sola, entonces un niño de nuestro salón se me acercó y me dio un beso en el cachete si decirme nada, yo lo aleje y le dije guacala, pero entonces llegó Nahel y lo empujo al piso y le pegó con su mano en la cara.

─Perdón mamá, solo que ese niño no debía de besar a mi hermana, es mi hermana y aun es pequeña para esas cosas de grandes.

─Nahel, sabes que lo que hiciste está mal, las cosas no se resuelven con golpes, debiste decirle a ese niño que estaba mal lo que hizo o debiste dejar que tu hermana le dijera, a la próxima no quiero saber qué golpeaste a alguien.

─Si mamá, no volverá a pasar ─Nahel agacha su carita triste, pero Miriam le dio la manita y un “gracias hermano”, acto que me demuestra que son los mejores hijos que pude haber tenido.

Si dijera que no tengo una sonrisa, estaría mintiendo, me encanta ver como mis hijos pasan tiempo juntos y como se apoyan teniendo solo tres años.

Paro frente de la florería en la que siempre compro flores y ayudó a los niños a bajar del auto, una vez los dos están abajo, cierro bien el auto, me dan la mano y caminamos a la florería.

─Buenas tardes señora Tamara, ya le tengo listas sus flores ─me dice la señora Carmelita y yo le sonrió.

─Muchas gracias...

─No mamá, no te quedes hablando por una hora, queremos ver a papá ─dice rápidamente Nahel con los brazos cruzados y doña Carmela y yo nos reímos.

─Mejor entre, señora, ya será la próxima.

─Si, al parecer a los niños no les gustan nuestras platicas, luego nos tomamos algo, pero por lo tanto cobrese.

Una vez pago las flores, le pido a Nahel que le de la mano a su hermana para así poder cargar las flores, siempre pido muchas y aunque a veces ocupo ayuda, nunca la pido y por suerte ya me estoy acostumbrando.

Cruzamos la calle para pasar por las grandes puertas del cementerio, saludo al portero y caminamos a donde ya es costumbre, incluso los niños se sueltan y corren por delante de mí.

─¡Niños con cuidado! ¡Si se caen a un hoyo yo no los volveré a sacar! ─les grito y por suerte me hacen caso y se van con cuidado.

Recuerdo que la primera vez que los traje corrieron y corrieron, nunca los pude detener hasta que Nahel pisó mal y terminó en un hoyo recién cavado para un muerto, lo peor es que el muerto ya estaba dentro y los que se estaban encargando de cerrar en agujero ayudaron a Nahel, lo peor fue voltear a la familia que estaba diciéndole adiós a su muerto, pase una gran vergüenza ahí mismo.

Nahel estaba llorando del susto, pero por suerte no le pasó ningún daño más que algunos rasguños, desde entonces han tenido más cuidado los dos.

Camino por el pequeño camino entre las tumbas hasta llegar a una orilla, donde se encuentra su tumba. Dejó caer las flores a un lado de la tumba y veo que ya tiene flores, lo cual es muy raro ya que nunca tiene flores recientes, por algo vengo todos los viernes.

Se me hace muy extraño, sin embargo, no preguntó nada sólo me dedico a tratar de acomodar pocas flores de las que traigo.

─Creo que me adelante a ponerle flores a su tumba ─la voz de una mujer se escuchó a mi espalda, así que extrañada volteo y veo a...

Para qué mentir, no tengo ni puta idea de quién es, pero se me hace muy extraño que alguien desconocido traiga flores a su tumba, yo lo empecé a hacer hace dos años, me decidí superar ese trauma que tenía después de mucho porque quiera o no, sufrí un trauma que estaba acabando conmigo.

—No tenía ni idea que alguien más lo visitaba —comente, parándome y limpiando cualquier polvo que estuviera en mi ropa al acomodar las flores.

─Soy Mateo, el hijo de Jose Luis, tu padre ─al escuchar eso me sorprendo, nunca esperé encontrarme a esta familia de nuevo.

─Pues fue un placer conocerte, pero debo ponerle flores a mi madre y debo ir por ellas ─me doy la vuelta otra vez, pero su voz me detiene de nuevo.

─Estás cargando a tus dos hijos, permíteme ayudarte con las flores.

─No gracias, puedo yo sola ─le digo para empezar a caminar.

─Mami ─Miriam me susurra a la oreja ─.El hombre viene tras de ti.

Ignoro eso y sigo mi camino, no soy quien para decirle que se vaya del cementerio.

Llego a donde estaba y bajo a Miriam para tomar las flores que puedo con mi brazo libre puesto que Nahel duerme plácidamente sobre mi.

─Se que dijiste que no, pero no quiero que te lastimes tu o tus hijos ─vuelve a hablar ese hombre y literalmente me quita las flores.

─¿Qué ocupas de mí? No entiendo por qué tanta generosidad de tu parte ─voy directo al grano mientras caminamos a la tumba de mi madre.

─En realidad solo me quiero acercar más a ti ─dice y aunque no le quiero creer, sé que posiblemente diga la verdad.

─Si claro, después de diez años estás interesado en conocer a la hija ilegítima de tu padre ─contesto con sarcasmo.

─Si, sé que no suena como lo más lógico, pero realmente por eso me acerque a ti ─respira hondo para continuar─. Antes de que pasara aquel accidente, mi padre me contó sobre ustedes, yo era el único que sabía y de verdad me enoje mucho, pero al ver la emoción que sentía al hablar de ti, me hizo dar cuenta de que te quería mucho y eso me segó mucho más, los odie a todos con mayor fuerza y más a ti, pero mi padre me hizo prometer que cuidaría de ti el día que él no estuviera.

No sé para qué vino a decirme eso, de verdad no tengo tiempo ni cabeza para esto.

Cuando llegamos nuevamente a la lápida de mi madre, empiezo una oración mientras acomodo flores en su tumba y limpio un poco el polvo que tiene.

Cuando termino noto que a Miriam le está dando mucho sueño así que me levanto y tomo la mano de mi pequeña para voltear al hombre.

─No se que quieres de mí, ni para que te acercaste, ya pasó mucho tiempo y creo que así estamos bien, yo en mi vida y tú en la tuya, nos vemos ─finalizó y comienzo a caminar fuera del cementerio.

Llego a la camioneta y primero acomodo a Nahel quien sigue dormido para después ayudar a Miriam a subir. Una vez los dos están asegurados, me subo al lugar de conductor y suelto el aire que estaba conteniendo.

─¿A dónde vamos ahora mami?

─Vamos a casa, pequeñuela ─le digo para empezar a conducir y que ella se duerma en el camino.

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