Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 180

De repente, unos guardias de seguridad que patrullaban la zona pasaron junto a ella.

Estos hombres, al ver el distintivo en el pecho de Evrie, no le hicieron nada a ella. Sin embargo, se mostraron con brutalidad hacia la muchacha que yacía en el suelo y la patearon con fuerza.

—¡Ay! — gritó la chica, su voz era un desgarrador lamento. Su cuerpo frágil se retorcía en el polvo, rodando de un lado para otro.

Evrie quedó petrificada, incrédula ante la escena que se desarrollaba frente a sus ojos.

—¡Paren! ¡Dejen de hacer eso! — Les gritó Evrie, sin poder contenerse más allá de la reja de alambre.

—¿Qué haces metiéndote en nuestro trabajo? Esto no es asunto tuyo, mejor vete de aquí y no te entrometas— le espetaron los guardias con impaciencia y con un acento muy marcado que Evrie entendió perfectamente.

¡Estaban atacando a una de su propia gente!

Sintió un sudor frío recorrerle las palmas de las manos y una ola de indignación y miedo crecer en su interior.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué la tratan así? ¿Qué es lo que buscan, acaso la secuestraron? — Les preguntó Evrie, cada vez más angustiada.

Los hombres soltaron una carcajada burlona y despectiva. La miraban como si Evrie fuera una ingenua.

—Parece que la señorita es nueva aquí. ¿Todavía no la han iniciado? ¿Qué les parece si le damos una 'calurosa bienvenida' para que entienda de qué va este lugar? — propuso uno con sarcasmo.

—Hace tiempo que no nos topamos con alguien tan inocente— comentó otro.

Hubo un momento de duda cuando uno preguntó: —Pero, ¿y si su distintivo nos complica las cosas? —

El líder de los guardias sonrió con desdén. —¿Acaso aquí alguna mujer con distintivo se ha salvado? Aquí no es más que otra más. —

Entonces, sacaron unas llaves y abrieron la gran puerta de hierro cercana a la valla.

Con un estruendo, una pesada cadena cayó al suelo y los hombres se acercaron a Evrie con miradas hambrientas, como lobos frente a su presa.

Evrie comenzó a retroceder, estaba aterrada.

—¡No se acerquen! ¡Soy la arquitecta de este lugar! —

—¿Arquitecta? Aquí eso no sirve de nada. ¿No estabas defendiendo a esa desgraciada? Entonces, ¿qué tal si nos sirves para algo más? — Le dijo uno de ellos con mofa.

Evrie no podía creer lo que estaba pasando. ¡Su distintivo y su tarjeta de identificación de repente no tenían ningún valor!

El hombre que la había agarrado la empujó contra la malla metálica, dispuesto a desgarrar su ropa.

—Chicos, vamos a acabar con esto aquí mismo, no hay ganas de buscar un cuarto— dijo con crudeza.

—Rápido y sin complicaciones. Los demás sigan con la ronda y después vuelvan para su turno— agregó otro.

Evrie estaba completamente desesperada. No podía creer que aquellos hombres fueran tan descarados.

—Así que es una de las mujeres del Sr. Reyes, eso explica su valentía. Si hubieras tardado un poco más, ya la habría hecho mía— le dijo el hombre con un dejo de resentimiento.

—Está bien, déjenla conmigo y vuelvan a sus asuntos— les dijo Zeus, despidiendo a los guardias con un gesto de su mano.

Los hombres se alejaron, asegurándose de cerrar con llave las puertas de hierro y se llevaron a la chica que yacía en el suelo, apenas consciente.

Evrie miraba impotente cómo se llevaban a la chica, sin poder hacer nada al respecto.

Se volteó a ver a Zeus, con una mirada de total asombro: —¿A dónde se llevarían a esa muchacha? ¿Y qué hacías tú aquí? ¿Qué relación tenías con Reyes y este lugar? —

Zeus la examinó de arriba a abajo y soltó unas pocas frases.

—Tuviste suerte de encontrarte conmigo hoy. No preguntes lo que no debes, y de ahora en adelante, haz lo tuyo y no te metas donde no te llaman. Ten cuidado, no vayas a perder la vida, que después yo no podré darle explicaciones a Leandro.

Evrie frunció el ceño. —Pero lo que hacen está mal, eso es ilegal—.

—¿Ilegal? ¡Ja, ja, ja, ja, ja! —

Zeus se reía como si hubiera escuchado el chiste más gracioso del mundo y le dijo con arrogancia:

—¡Aquí nosotros somos la ley! —

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