En la sala, Blanca se sentaba en el sofá, murmurando para sí misma.
—Si tuviera un hijo, toda la trayectoria de mi vida cambiaría. La verdad, yo no quiero que cambie y no creo que pueda criar bien a un niño, darle un hogar feliz y perfecto, así que... no estoy preparada para tenerlo.—
Miró a Evrie, desorientada —Evi, ¿seré muy cruel?—
Evrie, viendo su estado, respondió sin relación directa a la pregunta —¿Has estado muy triste últimamente?—
Blanca asintió en silencio.
Con todo lo que estaba pasando, su corazón se sentía como si estuviera oprimido por algo, y estaba inquieta todos los días. Además, los síntomas y efectos secundarios del embarazo no ayudaban a su estado de ánimo ni a su bienestar mental.
¿Cómo podría estar feliz?
—Tu ánimo no está bien, ni tu espíritu, casi no pareces a la Blanca que conozco. — Evrie continuó.
Ella miró fijamente a Blanca y le respondió con sinceridad.
—Primero, quiero que seas feliz.—
—Si no tener a este niño te hará vivir más feliz, más relajada y sin presiones, yo apoyo tu decisión.—
Blanca se quedó sorprendida, al parecer no esperaba que ella dijera eso.
Evrie habló con seriedad —No conozco a tu hijo, sólo te conozco a ti. Desde mi punto de vista, con que mi buena amiga sea feliz y alegre, es suficiente.—
—Primero eres tú.—
—La ley no le da a la mujer el derecho de abortar y debe haber una razón para ello. Si la moral social te condena por eso, significa que esta sociedad no ha progresado.—
—Lo que quiero decir es que primero, debes tener el derecho de elegir por ti misma. Y segundo, debes querer realmente tenerlo y no solo porque te sientas obligada por la moral o la condena.—
Evrie tomó su mano, transmitiéndole un poco de fuerza.
—Blanca, no hay nada de malo en no casarte, y menos aún en no tener hijos. No puedes permitir que los gustos de los demás secuestren tu vida y tu futuro, ni mucho menos tus decisiones.—
Esas palabras fueron como un bálsamo para Blanca.
Su corazón, que se había enfriado, de repente comenzó a calentarse.
Sus ojos se nublaron y se enrojecieron.
A lo largo de sus más de veinte años de vida, hubo personas que la consideraron una carga, otras que temían que se quedara solterona, algunas que la acosaron por su afecto y no la dejaron ir, y otras que le dijeron que tenía que tener al niño porque era inocente.
Solo Evrie le había dicho que lo primero era ella.
Primero, debía ser feliz.
Primero, tenía derecho a elegir por sí misma.
Blanca se sonó la nariz y abrazó a Evrie.
—Gracias, Evi.—
—Las chicas debemos cuidarnos y querernos entre nosotras.—
Evrie la palmoteó en la espalda con convicción —¡Nosotras las chicas somos las mejores!—
En ese momento, Farel llegó con dos platos de frutas y los puso en la mesa de centro.
Eran frutas que ayudaban a reponer vitaminas.
Las frutas estaban peladas y cortadas en trozos pequeños, limpias y frescas, se veían muy apetitosas.
Evrie le pasó un tenedor pequeño a Blanca —Come un poco de fruta, te sentirás mejor del estómago. Luego les prepararé algo de comer.—
Blanca estaba agradecida —De verdad, muchas gracias.—
Farel asintió y le hizo una señal a Evrie con la mano.
Ella, por costumbre, extendió su muñeca y él la tomó para tomarle el pulso, como era su rutina.
Es el hijo de Berto. ¿A quién más iba a parecerse?
—Solo estás un poco desnutrida —agregó Farel, refiriéndose a ella.
Eso era verdad.
Después de todo, hasta Evrie podía notar lo demacrada que se veía, no tenía buena cara.
Comparada con Evrie, cuyo rostro irradiaba salud, la diferencia era abismal.
Uno se preguntaba cómo la estaba cuidando Berto.
A fin de cuentas, tanto él como Farel eran médicos.
Blanca retiró su mano, la detuvo en el aire por un instante y luego, con vacilación, tomó la píldora que estaba sobre la mesa de café.
La tragó en silencio...
...
Cuando Berto llegó.
Blanca estaba dormida, en un apartamento frente al Barrio El Magnético.
Yacía en el sofá, cubierta desordenadamente por una manta, con el ceño levemente fruncido, como si estuviera inquieta.
En apenas unos días, debajo de sus ojos profundos habían aparecido unas tenues ojeras, señal de un mal descanso.
El enojo que Berto traía consigo se disipó al instante en que vio a Blanca, tragándose su furia.
Con pasos suaves, se acercó y se agachó frente a ella, alzando la mano para acomodarle la manta.
En ese instante, Blanca despertó sobresaltada.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Receta para robarle el corazón al Dr. Farel
Hola ya no hay más capitulos...
Llevo mucho tiempo revisando dia a dia para ver si actualizaron y nada😪😪...
Muchos dias sin subir capituños y nos vamos a quedar sin saber que pasa con los protagonista. Que pereza....
Para el buen lector es de muy mal gusto esperar por alguien para darle continuidad a una buena e interesante lectura, son muchos días de espera....
Por favor más capitulos😢😢...
Hola por favor que pasa capitulo...
Quiero más capítulos por favor me tiene triste ver como esta berto😔😔...
Hola amiga más capítulos...
Más capitulos vale...
Quiero más capítulos para ver que pasa con la salud de berro...