Al oír esas palabras, la mujer se encendió de rabia, alzando la voz con fuerza.
—¡Así que fuiste tú quien golpeó a mi hijo, dejándolo a medio morir en el hospital! Yo, aunque sea vieja, me las voy a ver contigo!—
Berto sujetó firmemente su brazo, con una actitud tranquila.
—Primero que todo, fue tu hijo quien empezó con sus borracheras y lastimó a mi esposa. Yo solo actué en defensa propia y para ayudarla, así que esto se puede considerar una pelea justa. Y en segundo lugar, no le causé heridas mortales a tu hijo, no va a morir, así que no me vengas con cuentos.—
La mujer se quedó sin palabras.
Pero todavía molesta, le replicó —¡Pero si lo dejaste hecho un desastre, y todavía dices que tienes razón!—
—Los gastos médicos van por mi cuenta.—
Berto soltó esa frase con ligereza.
—¡Como si quisiera tus migajas! ¡Hoy voy a exigir justicia!—
—El doble de los gastos médicos.—
Berto añadió.
—Tú...—
—El triple.—
La mujer se quedó pasmada, no esperaba que él fuera tan generoso con el dinero, pero al pensar en su hijo hospitalizado, la furia la inundó de nuevo.
—¿Solo porque tienes plata vas a salirte con la tuya, golpeando a la gente como te plazca? ¡Hoy no voy a quedarme con los brazos cruzados!—
—Diez veces más.—
Todos los presentes se quedaron boquiabiertos.
Pensando que había perdido la razón.
Berto se acercó a su carro y sacó un montón de billetes, apilándolos uno por uno en el suelo.
El color de los billetes resaltaba.
—En total hay cien mil pesos, lo que cubre diez veces los gastos médicos de tu hijo. Si no tienen problemas con eso, pueden llevarse el dinero cuando quieran.—
Nunca habían visto a alguien tan generoso con su fortuna.
Los ojos de la suegra de Isabel se iluminaron, una lluvia de dinero así era algo que no se podía despreciar.
Cien mil pesos era una suma considerable para su familia.
Frente a la tentación del dinero, hasta la persona más terca puede cambiar de actitud.
Se le hizo agua la boca, y justo cuando iba a agacharse a recoger el dinero...
—Pero tengo una condición.— Berto la interrumpió de repente, —Solo si aceptas mi condición, podrás tomar el dinero.—
—¿Qué condición?— le preguntó instintivamente.
Berto señaló a Isabel, hablándole con aire despreocupado.
—Quiero que ella trabaje para mí.—
¿Qué?
¿Que Isabel se pusiera a trabajar?
—¡De ninguna manera!—
La suegra de Isabel rechazó la idea sin pensarlo dos veces, y le dijo con desdén —Con ese dinero crees que puedes engañarme para dejarla ir, ni lo sueñes. Hasta después de muerta, ella pertenece a nuestra familia, y si la matan, solo puede ser enterrada aquí.—
Después de todo, Isabel era mansa, trabajadora y fácil de manejar.
Claro que no iba a dejarla ir tan fácilmente.
Berto se rio suavemente al oír eso, sin decir nada, solo se agachó a recoger los billetes con un aire de lástima.
—Bueno, si no se puede, entonces no hay nada de qué hablar, Blanca, vámonos. Mejor no nos metemos en asuntos ajenos.—
Se levantó, dispuesto a marcharse con el dinero en mano.
Al ver que el dinero que parecía asegurado se les escapaba, la suegra de Isabel se retorcía de angustia, como si le arrancaran su propia fortuna.
¡Qué pérdida!
No podía decidirse entre Isabel o la plata.
Justo en ese momento, llegó un muchacho en moto, era el primo de Blanca, que vino a llevarle medicinas a Isabel.
—Bueno, ¡llévate también a la niña!—
Terminó de hablar y miró a Isabel—Recuerda, tienes que mandar toda la plata a casa cada mes, sino voy a la ciudad a buscarte.—
Isabel estaba completamente aturdida.
Ella sabía que no merecía cobrar tanto dinero, la habían redimido por un precio astronómico para darle una libertad temporal.
Pero era incapaz de retribuir ese costo.
Quería decir algo más, pero Blanca la agarró de un brazo y, sosteniendo a la hijita de Isabel, se dirigieron hacia el carro.
—Vamos, sube al carro.—
Detrás, su abuela ya le había arrebatado el dinero de las manos de Berto, guardándolo como un tesoro en su pecho.
...
Berto encendió el motor y se alejó rápidamente.
Isabel, abrazando a la niña, miró a través de la ventana, de espaldas a la luz, observando cómo la pradera se alejaba poco a poco.
Parecía que la primera mitad de su vida también retrocedía con ella.
En el asiento del copiloto, Blanca le preguntó con curiosidad—¿Cómo es que tenías tanto dinero en el carro?—
Berto sonrió con misterio—Me anticipé a la situación.—
Blanca instintivamente entendió.
Resulta que aunque él aparentaba ser alguien que no se metía en asuntos ajenos, siempre aparecía en los momentos clave.
La gratitud de Blanca hacia él creció un poco más.
Antes de que ella pudiera hablar, Berto ya había adivinado lo que pensaba.
Estiró la mano y tomó la de Blanca, y le dijo en voz baja.
—¿Quieres agradecerme? En casa me agradeces bien...
Por ejemplo...—
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Receta para robarle el corazón al Dr. Farel
Hola ya no hay más capitulos...
Llevo mucho tiempo revisando dia a dia para ver si actualizaron y nada😪😪...
Muchos dias sin subir capituños y nos vamos a quedar sin saber que pasa con los protagonista. Que pereza....
Para el buen lector es de muy mal gusto esperar por alguien para darle continuidad a una buena e interesante lectura, son muchos días de espera....
Por favor más capitulos😢😢...
Hola por favor que pasa capitulo...
Quiero más capítulos por favor me tiene triste ver como esta berto😔😔...
Hola amiga más capítulos...
Más capitulos vale...
Quiero más capítulos para ver que pasa con la salud de berro...