Rómpeme, Cúrame y Olvídame romance Capítulo 1

Eda Abano había muerto.

Melody Torres se sentó en la cama, con la mirada perdida, sintiendo el frío recorrer su cuerpo mientras observaba el documento de divorcio que Briar Yelamos le había arrojado con desdén.

Una hora antes, él la había asfixiado preguntándole si había sido ella quien empujó a Eda por las escaleras.

Una hora después, llamó a un abogado para redactar el acuerdo de divorcio y, sin más, lo lanzó sobre ella. —Melody, le debes a ella dos vidas—, le espetó.

Y tenía razón, eran dos vidas. Eda estaba embarazada, y el niño era de Briar.

¿Y quién era Melody? Era la legítima esposa de Briar, reducida a una mera burla.

Con los ojos llorosos, miró a Briar, temblando sin parar, —¡No fui yo quien la empujó! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?—

Briar no la escuchaba, la miraba con desprecio, como si supiera que le estaba engañando en la cara. —¿De verdad piensas que explicarte sirve de algo ahora?—

No, ya era tarde.

Si Briar pensaba que había sido ella, así sería. Nunca podría competir con la mujer que ya no estaba en este mundo.

De repente, Melody se echó a reír, se levantó y, con una rotunda determinación, firmó el contrato.

¿Quería el divorcio? ¡Está bien!

—Briar, te amé durante diez años, que para ti no fueron más que un chiste. De ahora en adelante, cada quien por su camino—.

El amor se lo dejaba, pero su corazón se lo llevaba. Melody contuvo las lágrimas y, con una sonrisa llena de orgullo, firmó el documento.

Briar la observó y soltó una carcajada aún más fría, —No pensarás que con solo firmar un papel de divorcio todo va a terminar, ¿verdad?—

—¿En mis ojos?—

Briar soltó una risa sarcástica, con una mirada llena de odio, —¿Tú? ¿Crees que te tengo en cuenta? Desde hoy, pagarás por la muerte de Eda—.

Empezó a llover afuera, grandes gotas parecían golpear la ventana con estridente claridad, y a medida que el sonido de la lluvia crecía, el corazón de Melody se enfriaba aún más. Con un tono dolorosamente bajo, murmuró, —Briar, si algún día te das cuenta de que me has fallado...—

En el pecho de Briar se produjo de repente un trago amargo, pero enseguida recobró su usual semblante indiferente. Solamente sus ojos presentaban un claro rencor, —¿Fallarte? Melody, en esta vida, eres tú la que me ha fallado.—

Justo entonces, un trueno estalló en el cielo, retumbando en los oídos de Melody.

De repente, se sintió sin fuerzas, retrocedió un par de pasos y mientras la lluvia arreciaba, sus lágrimas comenzaron a fluir incontrolablemente. Briar, con el documento en la mano, salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. En ese momento, se sentía como si dos mundos se separaran por completo.

Desde entonces, su mundo se desmoronó.

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