Secretos de Lobos. romance Capítulo 107

                                                 Narrador.

Él se apartó de encima de su amada creando en ella una sensación de vacío. —Sí que lo eres— rectificó dándole peso a sus palabras porque como lobo posesivo no se cansará de hacerle saber que es suya.  

 Colocando ambos brazos a cada lado de su cuerpo bajó sin perder el contacto visual; y de ese mismo modo empezó a pasar su lengua por el tobillo derecho. Y a medida que iba subiendo la punta de su cabello iba rozando cada parte del organismo sensible de su esposa que se desvanecía entre la profunda sensación de su osadía, concediéndole el paso de poder devorarla como lobo rapaz.

Karim estaba escuchando con su audición lobuna como la respiración de Charlotte se iba volviendo más fuerte y agitada, hasta que llegó a su entrepierna.

 Desde ahí le dedicó una mirada esperando lo que está por venir, pero para su asombro Charlotte; su impredecible humana se levantó de golpe, y él, que se quedó en espera de su movimiento, vio como ella tomó en sus manos la muestra de su deseo y empezó a jugar con su lengua, con lamidas pausadas, creando a la vez círculos en la punta. Empezando a acogerla dentro de su cavidad bucal de a poco sintiendo como su atrevimiento estaba enloqueciendo a su esposo.

—Te dije que no era de quedarme picada— expresó sin apartarse y él recordó su último encuentro sexual.

 La última vez que adoró su cuerpo fue cuando ella no podía moverse por los contratiempos de la gestación, y cuando lo pensó se dió cuenta de que no había pasado mucho de eso; apenas unas horas, pero en medio de la agitación y toda la pena lo había olvidado por completo.  Puesto que todo había ocurrido con tanta rapidez que le daba la sensación de que transcurren las cosas tan seguidas que no se sabe si la manecilla del reloj gira con normalidad o si de paso dejó de existir un contador de tiempo en el mundo, ya que de todos modos no es necesario ahora que es feliz, porque decidió que no contará las horas, días, meses o años, sino únicamente los momentos especiales. 

—Ya no juegues más, he sufrido mucho esperando por ti. — Se refirió a los días que llevaba sin poder hacerle el amor y ella rió maliciosa pasando su lengua húmeda por sus genitales, marcando un camino desde ese punto hasta culminar en su glande y él se estremeció al percibir una sensación de muchas chispas que se extendían por su anatomía y según su amada intensificaba cada succión creaba grandes destellos.

Lo mismo continuaba sucediendo cuando con su lengua daba pequeños golpes simulando el aleteo de una mariposa chupando todo a su antojo, a medida que la mano colosal de su esposo le agarraba la cabeza para plantar un ritmo y por más que la jalaba lentamente invitándole a subir a su boca, la obstinada no lo hacía, como de costumbre llevándole la contraria al alfa. 

 —No sé por qué rayos me sorprendo con tu actitud, si nunca dejarás de ser una terca — masculló extasiado dejándose llevar por el placer. Dejándola sentir la dureza que ella misma provoca. 

Enredó los dedos entre su cabello, apartándolo de su rostro, para tener mejor ángulo de la pericia con la que su luna hace desaparecer su verga entre esos deliciosos labios. En cambio, ella no dejaba de mirarlo fijamente, saboreando con más ímpetu cuando veía como él lo disfrutaba.

—¡Joder Charlotte, ya deja la venganza para otro día! — Solicitó enredando nuevamente ese pelo sedoso entre sus dedos, jalando una vez más para que subiera, y ella así lo hizo, al mismo tiempo que rozaba su piel con el fin de que su cuerpo hiciera contacto con su glande de manera tortuosa.

—¡¡Eres maliciosa cuando te lo propones!!— señaló notando como su falo volvía a palpitar cuando lo rozaba con sus senos.

—Solo estoy devolviendo un poquito— dejó un pequeño espacio entre su dedo índice y el pulgar— seguiré poco a poco haciendo que pagues— le respondió saboreando sus labios condimentados por los vestigios de su sexo.

Tenían una guerra de poderes como siempre, ella no dejaba que él sacara ese lado dominante, sino que lo desafiaba, se apartó de sus labios y se acercó a su oreja donde exhaló, dejándole sentir su aliento caliente, liberando a su misma vez un jadeo de placer al sentir ese cuerpo ardiente sobre el suyo. Mordió suavemente el lóbulo de su oreja jugando con el arete entre los dientes y luego susurró exigente:

—¡Móntame… Móntame ahora mismo! — Él giró la cara para verla, y cuando lo hizo sonrió sarcástico a medida que negaba con la cabeza como alfa autoritario que está acostumbrado a ordenar, y no a que le ordenen.

 Puesto que eso es como un reto directo, a pesar de que con su luna sea distinto, igual no deja de ser un desafío, aunque adora como esa humana lo reta y pone su mundo de cabeza.  Sin soltarla se acomodó de espalda contra el respaldo de la cama. Y sentado de ese modo se veía a plenitud.

—¡Ven a montarme tú! — Ella se relamió los labios y ni siquiera dio paso a una discusión, sino que se subió sobre él y fue bajando con lentitud. Con los ojos cerrados disfrutaba de cómo lentamente se iba sintiendo cada vez más llena de su macho. 

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Secretos de Lobos.