Secretos - La historia de una acompañante romance Capítulo 128

Cuando llegamos abajo estaban preparando las mesas para a iniciar el conteo, habían llevado 4 máquinas para contar dinero, ya nuestras maletas estaban ahí.

— ¿Realmente es necesario todo esto? — pregunté.

—La idea es que no digan que nosotros le tomamos su dinero, lo que si es que tendremos que revisar sus maletas, por seguridad — dijo el contador.

—Me dejan las cosas a como las encuentran.

Vino uno de ellos, empezó a revisar las maletas, la primer fueron las muchachas, saco las cosas con cuidado, no encontró nada fuera de lo normal.

— ¿Cuánto a qué se pone rojo? — le dije a las muchachas.

— ¿Por los juguetes? — pregunto Stefany.

—Si.

—Si usted gana $200 cada una, si pierde $400 cada una.

El subió mi maleta, empezó a sacar las cosas, en eso vi que sacó los juguetes como si nada.

—Nos debe $400 a cada una.

—Cuando tenga dinero les pago.

El guardó las cosas y dijo que todo estaba en orden.

—Muy bien, iniciaremos por el grande.

Subieron las dos maletas, rompieron el sello y empezaron a contar, parecía una locura como movían el dinero, yo tenía que estar atenta a un par de máquinas y las muchachas a otras, todas tenían que marcar 100 billetes por conteo, pero en uno no lo marco, faltaba uno

—Mire este, marca 99 billetes.

—Lo que haremos es contar manual este fajo, para verificar lo que dice la máquina.

—No se mate en eso, me extraño el billete sobrante, solo terminé de contar el restó y yo le firmó el monto que pusieron, aunque no esté ese billete.

—De acuerdo.

Siguieron contando y luego llegó el Supervisor, en menos tiempo terminaron, les firme el recibido de las maletas, el sobre de las muchachas fueron más rápido, era poco dinero, firme el recibido. Creo que pasó una hora para que nos llegarán a traer.

—Bueno chicas a Sido un placer haberlas alojado, mis muchachos agradecen sus atenciones, pero les pido que no hagan lo mismo en dónde van — dijo el supervisor.

—No se preocupe, ya he hablado bien con ellas y le prometo que no sucederá de nuevo.

Antes de salir nos cubrieron el rostro, nos llevaron hasta la camioneta, me hicieron saber que mi niña estaba a mi lado, luego arrancaron, creo que pasaron como 20 minutos para que nos permitieran descubrir el rostro.

—Pensé sería así todo el viaje — dije.

—A dónde vamos no es una casa de seguridad, así que no importa que conozcan su ubicación.

Llegamos al sitio, una casa se podría decir algo pequeña en comparación a dónde estábamos, nos recibió una persona pensaba que era la propietaria.

—Ella es Antonia, es la trabajadora doméstica de esta casa, recuerden pueden andar por los perímetros, pero no pueden salir de aquí.

—Hemos entendido, no se preocupe — dijo Stefany.

Al llegar llevo nuestras maletas al cuarto, fue muy caballeroso y luego se fué.

—Buenos días señoritas, mi nombre es Antonio, soy la trabajadora doméstica de este recinto, me han dado instrucciones de disparar si intentan escaparse.

En eso ella saca un arma.

—Oye tranquila, nosotros no somos rehenes, solo somos invitadas, si sabemos que no podemos salir, pero no es para tanto.

Ella se lanzó a reír.

—Tranquilas, es de juguete, solo quería ver el humor que tenían, hubieran visto sus caras

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