13 de diciembre
La observo mientras termina de secarse el cabello y sonrió ampliamente cuando las memorias del día de ayer vienen a mi mente. Es inevitable, debo acercarme a ella y abrazarla desde atrás. —Juro que, si no tuviésemos la cita con el doctor, no te dejaría salir de aquí.— Le digo al oído y ríe.
Apaga un momento el secador de pelo y me mira a través del reflejo del espejo. —Me apetecería quedarme contigo en la cama todo el día, pero también tengo muchas ganas de saber si tendremos una niña o un niño.— Comenta y vuelve a encender el secador. Son estos momentos tan simples los que me hacen sentir totalmente vivo a su lado. Es como si todo ese mundo de cámaras, de ese mundo de gente con dinero, y de lujos dejara de existir cuando ella me lleva a la hermosa realidad que tengo a su lado.
[...]
Sube el volumen de la radio y canta a todo pulmón una de las canciones que nos gusta a los dos, y justamente suena ahora —¡No! ¡No vayas presumiendo no! ¡Que me has robado el corazón!— Es demasiado gracioso el escucharle cantar así, me recuerda a aquellos días donde no nos dábamos cuenta de que era lo que nos sucedía y disfrutábamos de largos viajes en auto.
Bajo un poco el volumen y tomo su mano sin desatender la carretera —Amor, nunca cambies por favor. Eres lo más bonito que me ha pasado en la vida y contigo caería una y otra y otra vez sin problema alguno. — Le digo de manera picara y me observa con una enorme sonrisa en su rostro.
—Jamás cambiare, tú me haces ser así y es de la manera que quiero sentirme siempre. — Me asegura y sé que sus palabras no mienten.
Pocos minutos después finalmente llegamos al edificio donde está el consultorio del doctor aquí en Madrid, y estaciono el auto para luego bajar y ayudarle a bajar a ella. —Permíteme. — Digo tomándola del brazo y así vamos caminando hasta entrar al edificio y subir hasta el séptimo piso.
Entramos al consultorio y allí nos recibe una mujer de cabello cobrizo quien nos sonríe ampliamente y creo que está haciendo un gran esfuerzo para no demostrar su emoción al verme aquí; debo admitir que es muy profesional.
—El doctor estará con ustedes en un momento. — Nos indica y luego nos ofrece tomar asiento en la pequeña sala de espera que hay.
—Tu doctor ha sido muy amable de aceptar verte aquí. — Le comento bajito.
—Te encantara el doctor Quintana; sé que no le conoces aun debido al accidente, pero me ha tenido mucha paciencia. — Me explica sonriente.
—Eso es lo más importante amor. — Afirmo y no quiero hablar de lo que he perdido hasta ahora debido al accidente. Solo quiero mirar hacia adelante y ahora lo único que ven allí es nuestra boda y nuestro hijo o hija...
Son pocos los minutos que pasan hasta que un señor de unos cincuenta años más o menos y de cabello grisáceo sale a la recepción y le llama. —Jordana, que bueno verte nuevamente. — Le dice cuando la saluda y luego me saluda a mí —Franchesco, un gusto. —
—Igualmente doctor Quintana, siento el no haber estado en la primera ecografía de mi hijo.— Me disculpo y niega.
—Sé muy bien lo que ha sucedido, no tienes que disculparte por nada. Ven, vamos a que vean a su bebé. — Nos pide y le seguimos hasta entrar a uno de los consultorios.
Cierra la puerta detrás de nosotros y le pide a Dana que se acomode en la camilla mientras que a mí me ofrece sentarme a su lado. Parezco un tonto, pero observo cada uno de sus movimientos, observo el equipo médico, y mucho más observo a mi bellísima prometida. Se ve emocionada y para que disimular, yo estoy igual o más emocionado que ella; veremos a nuestro bebé.
—Bueno, veamos si este pequeñín nos deja saber si es niño o niña.— Comenta el doctor mientras mueve el ecógrafo por el vientre de Dana y solo me quedo hipnotizado al ver como en la pantalla comienza a verse la forma de nuestro hijo. Se escucha un "boom-boom" de fondo y yo sonrió como si estuviese escuchando lo más importante de mi vida, y es que es así... esos son los latidos de su pequeño corazón y definitivamente es el sonido más importante que he escuchado hasta ahora.
—¿Se deja ver?— Pregunta Dana con una enorme sonrisa en su rostro y luego me mira a mí.
—Si, definitivamente se deja ver y tengo la noticia de que es una niña. — Nos informa y vaya que me siento en las nubes en estos momentos.
—¡Es una niña!— Exclamo y sin poder evitarlo comienzo a besar a Dana olvidándome de que no estamos solos.
—Amor...— Me regaña entre risas y acaricia mi rostro.
—Por mí ni se preocupen. — Nos dice divertido el doctor.
—Una niña... Te volverá loco.— Me advierte ella y niego.
—Te volveremos loco.— Le corrijo. —Sera mi consentida.— Advierto y me mira seria.
—¿Y su madre que?— Me pregunta haciéndose la ofendida.
[...]
Quedan menos de treinta minutos para que aterricemos, pero al parecer Dana no se encuentra bien. Tomo su mano suavemente y me acerco a ella —Amor, ¿Qué sucede? — Pregunto preocupado y antes de que me pueda responder ella desabrocha su cinturón de seguridad a toda prisa y se levanta para ir hacia el lavatorio.
Afortunadamente no había nadie allí, y el que viajemos en primera clase le ha hecho moverse en el avión cómodamente. Me imagino que le han dado nauseas, pero prefiero asegurarme de que todo esté bien.
Me levanto del asiento y sintiendo que muchas personas a mi alrededor me observan como preguntándose si soy realmente yo, voy hacia la puerta del lavatorio y golpeo suavemente. —Dana, amor... ¿te encuentras bien? — Pregunto, pero nadie me responde.
Golpeo una vez más, y nada... —¡Dana!— Exclamo un poco más fuerte hasta que una de las asistentes de vuelo se acerca a mí.
—¿Puedo ayudarte en algo?— Me pregunta preocupada e intentando ser profesional.
—Sí, mi pareja ha entrado y no responde. Ella está embarazada, no se sentía bien. — Explico desesperado y no es un secreto mi relación con Dana, y tampoco me importa mucho si el mundo se enterase aun no sabiéndolo.
—Vale, abriré con la llave ¿de acuerdo? — Me pregunta y rápidamente va por la llave.
«Normalmente ella siempre me responde... esto no es normal.»
—Permíteme. — Me pide la mujer que me está ayudando y abre la puerta para dejarme entrar.
—¡Amor!— Exclamo desesperado al ver que se ha desvanecido y se desplomó en el suelo. —¡Ayúdame por favor!— Le pido a la asistente y ella rápidamente llama a un hombre que al parecer sabe de primeros auxilios.
Él me ayuda a sacarla del lavatorio y la llevamos hasta mi asiento para que allí él pueda revisarla. —Tiene el pulso muy bajo, pero ha de haber sido una baja de presión. — Explica y luego le da unas instrucciones a una de las asistentes de vuelo. —La llevaremos a la enfermería del aeropuerto apenas aterricemos, mientras tanto hare las revisiones preliminares. — Me explica y en estos momentos siento tal desespero que no sé cómo reaccionar. Tengo miedo por ella, por la bebé... me muero si les pasa algo.
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