Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 56

—¡Sabrina, espera! —gritó Jonathan Grimm al ver que la mujer se iba de su alcance.

Ella se alejaba a toda prisa, una lluvia comenzó a caer, se sentía perdida, solo quería ir a casa, hasta que se detuvo.

«¡Ni siquiera tengo una casa, ningún hogar en el mundo, mamá ya no está, y mi padre, aunque me ame, tiene a Fátima, esa mujer nunca me dejará volver!», pensó con tristeza.

La lluvia fría la empapaba.

—¡Sabrina!

Escuchó la voz de ese hombre, pero no quería verlo, estaba de espaldas, sintiendo como su corazón se empequeñecía, él intentó tocarla, y ella se deshizo del agarre, recordó cuando lo vio con esa mujer, era como una herida ardiendo en su interior.

—¡¿Qué es lo que quieres?! ¡déjame en paz! Vuelve con tu amante, vuelve a tu momento de placer, no regresaré hasta que hayas terminado, ándale, vuelve con ella.

—Basta —dijo él mirándola con estupor—. Escúchame, por favor.

—No quiero escucharte nada.

—¿Por qué te pones así? Sabes perfecto que estamos casados solo por el bebé.

Ella se sintió desarmada, bajó la mirada, se alegró de que esa lluvia torrente cayera, y así ese hombre no pudiera ver sus lágrimas.

—¿Sabes qué? Tienes tanta razón, lo único que nos une es nuestro hijo, y en cuánto nazca, luego de que le des tu apellido, nos divorciaremos.

Él se quedó perplejo, de pronto ella estaba tan segura de sus palabras que causó temor en él.

—No sabes lo que dices, Fátima te hará la vida imposible.

—¡Pues no me importa! Quizás si nos divorciamos justo ahora, será peor, porque entonces todos hablarán sobre que me dejaste embarazada, pero, cuando el niño nazca, entonces, todos dirán que solo es un matrimonio que no funcionó, tendré tiempo para hacérselo entender a todos, hasta a mi padre, él me va a apoyar, y mi hermano Marcus también.

Jonathan se quedó pensando, no era lo que quería.

—Escúchame, por favor. Ella… Miranda llegó de pronto, yo no la esperaba, no es algo que planeé, además, la rechacé, ella me besó…

—¡Se notó! No me des explicaciones, esto solo es un contrato, esto solo es por nuestro hijo, pero cada uno puede hacer su vida sin pedir cuentas al otro, no somos nada, Jonathan.

Él le miró con dolor, caminaron rumbo al departamento.

Al llegar, Miranda estaba afuera.

Sabrina pasó de largo, pero Jonathan se detuvo

—¡Dame las llaves!

—¿Qué?

—¡Qué me des las malditas llaves del departamento, ahora mismo o te las quitaré!

La mujer le miró con dolor, se las dio.

Jonathan la tomó de la barbilla, apretándola con fuerza

—¡No quiero volverte a ver por lo que me resta de vida! ¡desaparece de aquí!

La mujer se alejó, yéndose muy rápido, sollozando.

Fátima se acercó a Evana quien recién entraba desde el jardín a la mansión

—Evana, ¿No crees que ya es hora de que me sorprenda con la noticia de un bebé en camino? Ya quiero tener a mi nieto, el primer hijo de mi Marcus.

Evana sonrió.

—Bueno, espero pronto sorprenderla con la noticia, yo también estoy ilusionada con el deseo de ser madre de los hijos de Marcus.

Fátima sonrió.

—Por Dios, nada de esas acusaciones son ciertas, Fátima, date cuenta de que Evana está envenenando a Marcus contra Álvaro, porque no ha podido superarlo.

Marcus rio

—Stella, por Dios, consíguete un nuevo discurso, ese nadie te lo cree —dijo Evana

Fátima miró a su nieto con desapruebo.

—No entiendo nada…

—Lo único que debes entender, es que, a partir de ahora, Álvaro, Stella y Nicol se largan de esta casa, ahora mismo, vayan por sus cosas, no los quiero ver más aquí.

—¡Abuelo…!

—¡No puedes ser tan cruel, Andrés! Álvaro es hijo de Ismael, a él le corresponde parte de la fortuna Ford, y no permitiré que se la quiten.

—¡A él no le corresponde nada! Ismael en vida, no hizo nada de dinero, murió joven, sin fortuna, porque el dinero es mío, y para que lo sepan de una vez, a Álvaro no le dejaré ni un centavo.

Álvaro lo miró con rabia

—¡Tengo derecho al dinero, soy tu nieto!

Andrés lo miró con rabia

—¡Es todo lo que te importa! ¿Verdad? —exclamó Andrés con dolor—. Pues para que termines de hundirte, entérate de una buena vez, tú no eres mi nieto, Ismael no era mi hijo, ni una gota de mi sangre corre por tus venas, ¡Tú no eres un Ford! —sentenció Andrés.

El rostro de todos se turbó, aunque Álvaro ya lo sabía todo.

Marcus se quedó perplejo, miró a su padre.

—¡¿Qué estás diciendo, padre?! —exclamó Marcus impactado.

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