Caleb entró en el ascensor como si no hubiera visto a Emma.
Ante la escena, todos de la secretaría intercambiaron miradas, muy asombrados, pero no se atrevieron a decir nada al respecto.
Cuando Tomas salió de la oficina y vio a Emma en su silla de ruedas, sintió dolor en la cabeza, pensando que él mismo tenía que encargarse del resto por su jefe.
—Señorita Bell, la llevo de vuelta a casa —le dijo Tomas a Emma respetuosamente.
Esta preguntó:
—¿Qué está pasando entre Alina y Chester?
Cuando Emma se había enterado de que Chester había pegado a Caleb por Alina, se había quedado sorprendida e incrédula.
Hoy, cuando vio salir a Chester con la mano de Alina entre las suyas, tuvo que creerlo.
—Señorita Bell, no le corresponde preguntar —dijo Tomas en tono algo serio.
Durante todo este tiempo con Caleb, Tomas había visto qué actitud su jefe tenía a Emma.
El rostro de Emma se endureció ante la seriedad del tono de Tomas, pero no se enfadó, se limitó a asentir:
—Bueno. Entonces, por favor, llévame de vuelta a casa.
En el momento en que Emma bajó la cabeza, un atisbo de maldad se le pasó por los ojos.
***
Cuando Caleb salió del edificio, Alina y Chester ya se habían ido.
Mirando las numerosas llamadas no contestadas en su celular, la cara de Caleb se volvió extremadamente fea y golpeó fuertemente su móvil contra el suelo, causando un ruido estridente.
Ahora, Caleb estaba un estado de caos total.
La relación entre Alina y él mismo ya era tensa, pero Chester había intervenido y había hecho aún más espinosa la relación ya de por sí complicada.
***
Alina permaneció congelada en el coche de Chester, sin poder volverse en sí durante mucho tiempo.
Muy pronto, por la carretera zigzagueante, Chester llegó conduciendo la cima del Monte Griswald, la montaña más alta de toda la ciudad de Ingford.
—Puedes bajarte ya —Chester salió y abrió la puerta para Alina como un caballero.
Alina miró con desconcierto a Chester. Obviamente, todavía estaba aturdida por el hecho de haber sido llevada por este hombre.
Chester le tendió la mano a Alina.
Ella miró primero la cara de este y luego la palma de su mano y dijo:
—Chester, es que...
No obstante, antes de que ella pudiera terminar sus palabras, Chester le cogió la mano delicada con suavidad y la sacó del coche.
La brisa en la cima de la montaña era fresca, mezclando con olor a hierba y hojas, muy tranquilizadora y a Alina le encantaba tal ambiente.
Y el ligero aroma de pino y de ciprés mezclados le resultaba muy familiar a ella.
—¿Recuerdas este lugar? —preguntó Chester.
—¿Eh?
Aquí era el Monte Griswald. Aunque Alina había vivido en Ingford, era la primera vez que venía a este lugar, porque no le gustaba mucho hacer ejercicio.
Alina miró a Chester sorprendida al oír sus palabras.
«¿Abby?»
Este apodo le sonaba algo a Alina, pero no podía recordar exactamente dónde lo había oído, ni podía recordar que le hubieran llamado así.
Desde que tenía uso de razón, todos a su alrededor, incluidos sus padres, siempre la había llamado «Alina» o «Joslan Hughes» y nadie la había llamado nunca «Abby». No obstante, ¿por qué sintió que se le estremeció el alma al oír que Chester la llamó «Abby»?
—¿Recuerdas este apodo? —con los largos dedos, Chester le levantó ligeramente la barbilla a Alina y se inclinó hacia ella, salpicando su aliento cálido sobre su mejilla.
Alina se tensó al instante. Por alguna razón, de repente le entraron ganas de llorar a ella.
Alina raras veces lloraba desde el accidente de hacía tres años. Pero ahora, ¿por qué se sentía así delante de Chester? ¿Por qué quería llorar?
Era como si algo muy dentro de ella quisiera romper los confines de su corazón.
Alina intentó recordar, pero no le vino nada a la cabeza.
—Chester...
—¿Todavía no te acuerdas de nada? —una amarga decepción profunda brilló en los ojos del hombre.
Alina no se sentía bien ante semejante Chester.
Finalmente, Chester la soltó y los tensos nervios de Alina se aliviaron un poco, pero siguió sintiéndose algo pesada en el interior.
—¿Quieres acostarte un rato?
—¿Eh?
«¿Dónde voy a acostarme?»
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