Me levanté con cierto dolor en el cuerpo, me estiré las piernas que también dolían y al estirar mi brazo, chocó con el rostro de Drake.
Lo quedé mirando varias veces.
- Buenos días - movió sus labios sin abrir sus ojos.
- Buenos días cosita - dije, en su rostro se le formó una gran sonrisa.
- Que lindo suena - abrió sus ojos, en un momento de silencio y miradas, su mano acarició un mechón de mi cabello.
- Que lindo te ves - me apegué a él.
- Quisiera tenerte todos los días del año - sonó muy posesivo.
- Mmh - el sueño volvió a mí otra vez.
- Tenemos que levantarnos, ya - se quiso levantar pero lo atrape con los pies y manos.
- Un minuto más - rogué.
- Vamos a preparar el desayuno.
- Cinco más - lo mire con ojitos de perro.
- Agh, esta bien - dice con su voz un poco ronca.
Se quedó en silencio, cerré mis ojos, una vez se quedó a mi lado.
Y mi cerebro comenzó a proyectar las escenas de anoche.
Su mano fue hasta mi espalda, quito mi blusa con movimientos lentos y delicados, haciendo que me provoque.
Al quedar en ropa interior, y encima de él, su mirada se clavo en mis curvas y con sus grandes manos, me acarició las caderas.
Me acerque a él respirando en su cuello, sentí que su respiración se aceleró y en un leve y rápido movimiento, el ya se encontraba encima de mí.
Lo miré nerviosa, el con deseo y amor.
Sentí que alguien me tocaba el hombro, casi en la espalda, me levante adormilada, y de repente mis fosas nasales se llenaron de un olor delicioso.
- Drake - dije como una tonta enamorada, al momento en el que me gire hacia la izquierda.
Estaba el con una bandeja que contenía comida: jugo de sandia, y huevos revueltos, y como decoración, un vaso y una flor (girasol).
Le sonreí, me senté en la cama.
- Para que desayunes - dijo, colocó la bandeja en la mesita, se acerco a mí, puso sus puños en la cama, su rostro se acerco al mío.
- Gracias - dije, me remoje los labios.
- De nada - mordió su labio inferior.
- Me tengo que bañar.
- Yap - dijo, acto seguido me beso, mis manos tocaron sus cachetes.
Se separo y salió de la habitación.
Medité un segundo, me levante de la cama y me entré al baño.
Despoje la ropa de mi cuerpo, entré a la ducha y abrí la regadera.
Estregué mi cuerpo y mi cabello, lo espume y lave nuevamente.
Salí del baño envuelta en la toalla.
ésta vez vestí un jean acampanado con una blusa blanca y una chaqueta de tela.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Un contrato de amor