Un contrato de amor romance Capítulo 76

La música era la electrónica, el alcohol ya caía como lluvia, los golpes venían de todas partes, el sudor ya empapaba nuestras pieles, y la borrachera ya mismo alcanzaba nuestros máximos niveles.

Agnes traía el cabello suelto, sus zapatos los había dejado en las mesas junto a los míos.

Drake me veía a cada rato, mientras yo baila sexi, desplazando mis manos por todo mi cuerpo, echándole miradas neutras, moviendo las caderas como a él le gustan, mordiéndome el labio cada vez que el daba un trago a su bebida, sé que no le gustaba lo que estaba haciendo porque no podía tocarme como él desearía, pero parar la música o decir que yo pare, era peor que podría hacer ahora.

Agnes están bailando con Hugo y yo, yo sola, pero así era mejor por ahora.

Bailando, me fui acercando hasta la mesa de las bebidas, vi como un chico vertía una agua cristalina de una botella metálica, sonreí y me acerqué a él arrebatándole la botella de sus manos.

- Ey - dijo este intentando agarrarla.

- Tu bebe del ponche.

Me alejé bebiéndola, las luces de colores y la música cada vez se me hacían más intensos. Intenté llegar hasta Agnes, pero un grupo que baila muy absurdo me empujaron accidentalmente, caí.

La botella cayó donde no pude volver a agarrarla.

Sentí unas grandes manos agarrarme de los brazos, cerré mis ojos.

- Drake - susurré.

Me llevó a peso hacia yo no sé dónde.

Poco a poco dejé de escuchar la música, mi respiración era más calmada, sentí que si abría los ojos el cielo se caía encima mio.

Me enrollé en sus brazos, sentía el calor pronto.

Con un último suspiro cansado, me dormí, profundamente con ayuda del alcohol en mi sistema.

Mi cuerpo estaba envuelto en sabanas suaves, moví mi cuerpo, luché por abrir los ojos, aún estaba cansado, comenzó a despertar un dolor de cabeza intenso.

Me quejé.

Abrí los ojos por completo.

Me comencé a alterar cuando noto que en la habitación en la que estaba jamás la había visto, corro hasta una ventana, esta tenía rejas, veo un gran campo.

- Qué demonios.

Corro hasta la puerta, la intento abrir pero estaba con llave.

- Maldición - golpeo la puerta con mi mano hecho puño - ¡Drake!, Drake.. Me oyes,... ¿Agnes?... Por favor abran - pero a la larga sentía que mis gritos se encerraban en la habitación donde me encontraba.

Pego mi oreja a la puerta, oigo pasos acercarse.

- ¡Ey! Ayuda - golpeé la puerta otra vez.

Espero segundos hasta que la puerta fue abierta.

- Gracias al cielo_

Me quedo callada cuando veo a un tipo rudo con tatuajes en sus brazos, llevaba una camisetilla blanca y jeans rotos, zapatos sucios y lo peor de mi vida, un arma en ellos.

Retrocedo lento.

- Ah, amigo, lo siento, creo que debo irme - intento salir pero este me agarra fuerte del brazo - suéltame - le golpeo la mano pero este lo hace caso - Suéltame.

- Suéltala - oigo una voz gruesa que me espanta, volteo mi vista - Sueltala.

El tipo me suelta. Miró al señor.

- Gracias - quiero volver a salir pero este se interpone.

Demonios.

- No te irás de aquí - sonríe mientras su mirada se torna demoníaca.

Drake.

Lancé la silla al suelo con fuerza.

La ira me invadía.

- No la encontraron - soltó Phil con voz temblorosa. El temía este comportamiento mío.

- ¡Que busquen bien! - grité ordenandole.

Sentía las venas brotadas del coraje.

Temí lo peor de ella.

Fui hasta mi escritorio y tiré todo de ahí.

Me senté con mil pensamientos.

¿Donde estas Helka?, vuelve.

Todo fue mi maldita culpa.

Grite con todas mis fuerzas.

Hugo.

- No dejen de buscar en cada rincón - dije a través del celular.

- Si, no te preocupes - corté de inmediato.

La señora Dennis estaba llorando por su hija, estaba sentada en el mueble de la casa de Drake, Mery estaba junto a ella.

- La vamos a encontrar, no se preocupe.

Cuando estuvo a punto de voltear para ayudar, oigo su voz diciendo las palabras que no quería escuchar en este caso.

- Él la tiene.

Suspiré antes de volver a hablar.

- Él no la puede tener.

- Yo conozco varios de sus lugares, cuando se movía, me grabé varios terrenos que el tenía.

No podía que iba a decir estas palabras.

- ¿Podría guiarme?.

- Si es por mi hija, lo haré - dijo decidida.

Helka.

Diez hombres contados me custodiaban en la sala, todos con armas cargadas y recargadas.

Miré a todos lados.

Debía estar llorando, con miedo, pero esa Helka en este mundo que estoy ahora ya no debe existir.

Miré un objeto para poder defenderme, este lugar era inútil. Ni sabía dónde me encontraba, no sabía si estaba dentro fuera del país, o que día era, mucho menos la hora.

Lo único para defenderme solo alcanzaba para una persona, un florero que parecía sumamente caro, estos mueble eran de terciopelo negro, había una alfombra de piel de vaca.

Entonces comencé a reaccionar.

Tantas cosas caras, hombres, armas: este hombre era narcotraficante... Temí lo peor, temí que este señor fuera mi padre.

Emití la expresión en mi rostro, fuera de mis pensamientos.

Me paré del mueble.

- Ten cuidado con lo que vas hacer - dijo un hombre grande apuntándome con un arma.

A este lo reconocí.

- Eres tú - lo acusé - el hospital... Eres un maldito infeliz.

Me lancé en él agarrando el arma.

- Quítate - dijo el hombre intentando agarrarme.

Lo sujeté por detrás.

- Argg.. Quítate niña.

Una bala fue lanzada al aire, quite fuerza.

Caí al suelo, mi trasero y brazo derecho amortiguo el golpe.

- Idiota - le grité.

Este solo me mira mal, al voltearse veo su tatuaje de alacrán en su cuello.

Desgraciado.

- Helka, cariño_

- ¿Cariño?, ¿Cariño? - me levanté de a poco - no te atrevas a decirme cariño... - dije con coraje.

- Lo siento, hija - y volteo...este hombre era de cabello y barba negra, era alto, la edad parecía no avanzar para él, sus ojos café miel, casi como los míos, su nariz era grande y hecha a la perfección, sus labios finos, y su mirada, su mirada emitía un frío y miedo al solo verlo. Pero eso no iba a desatar la fiera en mi.

- Mucho menos me vas a llamar hija. No mereces hacerlo - mis lágrimas rodeaban de coraje por mis cachetes.

- Eres mi hija, lo que iras o no, hace mucho que no te veía frente a frente pequeña.

- ¿¡Por qué me tienes aquí!? - pregunté con mucha más rabia.

Caminé acercándome a el.

- Porque eres mi hija y los padres deben estar con los hijos quieran o no.

- Deja de repetir esa maldita palabra... No soy nada tuyo - una lámpara de mesa que estaba a lado mío, la agarré y la lancé al suelo.

De inmediato los hombres de él llegaron.

- Nunca niegues a la familia Helka, cariño.

- ¡Me negaste cuando nací!, ¿Por qué demonios me vienes hablar ahora de "no negar a la familia"? vienes con guerra a dañar la tranquilidad de los demás.

- Helka, estaba en una situación crítica, me estaban cazando... No podía dejar que me atraparan y llevarte conmigo, nos iban a separar para siempre - su voz tembló.

- Te queda bien el actuar... - mire hacia afuera - Necesito irme...

- Me enteré que te casas - ahora su voz era más gruesa y fuerte - con un Benedict - apretó los dientes con coraje.

- Si, y no irás y no podrás impedirlo.

- ¿A estar junto a ellos? Yo no, y tú tampoco... Te juro que haré todo lo posible para que te separes de él, en la vida y en la muerte.

Le lancé la mano en su cara, pero antes que parara en su cachete, la agarró deteniendome. 

- Estás cegada... No caigas en sus juegos... Helka, tú no eres como yo.

- Por supuesto que no soy como tu, no me dedico a atormentar a los demás o abandonar.

En un movimiento de manos le arrebaté el arma que tenía en su bolsillo.

Retrocedí y le apunté.

- Déjame ir - le grité - no quiero verte, te aborrezco tanto....

- Me odiarás, pero jamás cambiará el hecho que sea tu padre, llevas mi sangre, y Helka, si eres como yo... Volverás

Miré de reojo la puerta, estaba abierta. Corrí hacia afuera apuntando a todos.

- Bajen el arma - gritó el hombre que lastimosamente es mi padre.

Desconocido.

No iras lejos Helka, eres mi hija, eres mi sangre, tú sabes que llevas mi coraje, esta vez te dejaré ir, la próxima no te escaparas.

Bajé la mano que hice orden que no dispararan.

- Sigan vigilándola, lejos de esta ciudad no irá y si va donde pienso, todo irá bien, solo quería que probara un poco de el mundo donde metió sus narices.

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