La Organización Ferreiro, la Empresas Lafuente y el Grupo Alianza firmaron un acuerdo para desarrollar en conjunto el proyecto de la isla. Silvia se me acercó después de la reunión. La sala de reuniones estaba vacía excepto por nosotras: éramos las únicas personas en la habitación. Pensé que quería discutir asuntos laborales conmigo. Miré hacia abajo y comencé a revisar los materiales que utilizamos durante la reunión.
-No es sobre trabajo -me explicó—. Sólo quería hablar contigo.
No recuerdo que Silvia me haya querido hablar sobre algo en su vida. Le di una mirada confusa.
-¿De qué quieres hablar?
-Sobre los últimos días —dijo, frunciendo el ceño, como si no lograra expulsar las palabras de su boca.
-¿Qué pasó?
—Escuché que Roberto puso su mira en tu mejor amiga, Abril Rojas, los últimos días. ¿Lo sabías?
Así que de eso estaba hablando. Parecía que estaba creando una gran conmoción. Roberto es una personalidad influyente. Es natural que él y todas sus acciones están a la vista del público de manera constante. Además, había montado un gran espectáculo y Abril ya trabajaba en la Organización Ferreiro. La noticia se extendió como un incendio por toda la empresa. No era sorpresa que Silvia haya escuchado de ello. Le di una sonrisa avergonzada.
—¡No creo que sea eso o que está pasando! Siempre han tenido una relación amistosa.
-No puedo evitar que te mientas a ti misma pero deberías echarle un vistazo a eso -me dijo mientras señalaba un alto edificio frente al nuestro-. ¿Ves la pantalla LCD en ese edificio?
Sí la veía. Veía la pantalla con el video de Abril jugando con su robot.
-Roberto alquiló la pantalla de ese edificio para hacerla feliz.
-De acuerdo -le respondí. Observe la pantalla durante un largo rato antes de finalmente darme la vuelta y mirarla-. Bueno.
-¿Bueno? -Sus cejas se levantaron con sorpresa-. ¿Y no le ves nada de malo?
-Sabes muy bien qué tipo de persona es Roberto. ¿Crees que yo puedo evitar que haga lo que quiera?
—No puedes evitar que él haga lo que quiera pero ¿no puedes hablar con ella? ¿No se supone que son mejores amigas?
Me le quedé viendo atónita, en silencio. No supe que responder a eso. Ella rio de repente.
—¿0 acaso todas las amistades pierden su valor en presencia de alguien tan atractivo como Roberto Lafuente?
Parece que llegó al meollo del asunto. Le dio al blanco con una sola flecha. ¿Tan poco valieron nuestras décadas de amistad ante unos cuantos días de ferviente persecución por parte de Roberto? Cómo deseaba lanzarlo directamente al espacio.
Salí de la sala de reuniones. La mayoría de mi personal femenino se asomaba y veía la enorme pantalla LCD. Suspiraban con envidia:
-No puedo creer la suerte que tiene la señorita Rojas, logro llamar la atención del señor Lafuente.
—¿No es la señorita Rojas la mejor amiga de nuestra directora, la señorita Ferreiro?
-¿Cómo puede competir un mejor amigo con un buen prospecto? ¿Mejores amigos? Te apuñalarán por la espalda cuando les convenga.
¿Por qué todos decían eso? ¿En serio no existen los amigos verdaderos en este mundo? Regresé a mi oficina y Abril no estaba allí.
-¿Dónde está Abril? Le pregunté a Silvia Pilar.
-¿Tienes frío?
-Sí.
-Tengo una chaqueta en el asiento trasero. Réntela.
—Tienes que ir más despacio —le contesté. Me preocupaba salir volando del coche cuando me levantara y tratara de tomar la chaqueta.
Su chaqueta estaba en el asiento trasero. Su ropa me quedaba muy grande y era como usar una túnica. Siempre se sentía cálida y acogedora. Cuando tomé la chaqueta vi un sobre escondido. Reconocí el sobre. Era el mismo que me había mostrado Roberto. Me dijo que conseguiría que Abril me lo entregara en persona. Mis manos comenzaron a temblar. Ella me jaló de regreso a mi asiento.
-Voy a acelerar de nuevo. Asegúrate de ponerte el cinturón de seguridad.
Me puse la chaqueta y me abroché el cinturón de seguridad. Ella siguió acelerando más y más, hasta que comencé a gritar. Ella hacía aún más ruido que yo.
-Eso, Isabela. Tienes que gritar. Grita tan fuerte como puedas. Eso es lo que lo hace increíble.
Grité hasta que mi voz se volvió ronca. El viento se precipitó por mi garganta y se atascó en mi tráquea. Rara vez me atrevía a acompañarla cuando corría un auto así. No había límites cuando perdía la cabeza de esa manera. Tenía un miedo constante de que ella condujera su auto hasta el fondo de un acantilado.
Sin embargo, ese día no sentí nada de miedo. Alcancé a verla. Ella se veía emocionada. Su rostro resplandecía. Si Abril decidiera tener una relación con Roberto, si ella decidiera entregarme esos papeles de divorcio, si quisiera seguir siendo mi amiga, ¿seguiría siendo la misma Abril que yo conocía?
Tal vez ella no podía verle lo malo. De todos modos, tarde o temprano, me iba a divorciar de Roberto. Pero la ¡dea todavía me hacía sentir muy incómoda. Detuvo el auto al costado de la carretera y me miró con sorpresa.
-Isabela, hoy te ves muy valiente. No parecías asustada en absoluto a pesar de que conduje tan rápido.
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