Exhausta, me arrastré desde la cama para ayudarlo con la medicina. Me sentía miserable. La cabeza me daba vueltas a causa del alcohol que había bebido pero, aun así, allí estaba, obligada a atender al joven de la casa. No obstante, no había forma de negar la satisfacción que sentía al ver el sarpullido en su piel desvanecerse día tras día. Su piel se veía mucho mejor que ayer. Las manchas parecían simples moretones.
—Puedes agendar una revisión en el hospital para dentro de una semana -le dije.
—Isabela, ¿bebiste esta tarde?
—Probablemente al doctor le dé el susto de su vida cuando vea lo que tienes.
—¿Por qué te emborrachaste? Me estremeció ver que mi hermano te llevaba en brazos al entrar a la casa.
-Si el doctor te pregunta por la medicina que usaste, no le menciones nada sobre la medicina tradicional que te di.
Los doctores no la aprueban.
-Mi hermano se veía muy molesto. ¿No le gusta que bebas?
-Deberías seguir tomando la medicina que te recetó el doctor. Se supone que ayude a tu sistema inmunitario y a tu salud en general.
-Isabela, ¿por qué lo tomaste de la corbata y le dijiste que fuera honesto con sus sentimientos?
Mi mano se detuvo por encima de la piel de Emanuel. Lo miré con expresión de derrota. Hasta ahí llegué con mi intento de hablar de otro tema. Emanuel me venció.
—¿Le agarré la corbata?
-Sí.
Recordé haber agarrado la de Santiago. Válgame, beber no trae nada bueno. ¿Qué más había hecho mientras estuve borracha? No quería ni saberlo. Como un valiente avestruz, preferiría enterrar la cabeza en el suelo.
-Emanuel, si me vuelves a decir otra tontería, puedes olvidarte de que te ayude con tu medicina.
—Isabela. —Él sonrió picaramente mientras me decía—: Eres muy linda cuando estás borracha. Con tus mejillas rojas y tus disparates. La manera en que le jalaste la corbata a mi hermano fue muy adorable.
-Adorable tu trasero -dije y lo abofeteé. Él soltó un aullido.
-¿Por qué me golpeas? Estoy diciendo la verdad.
—¿Había alguien en casa cuando volví?
-Mi madre estaba jugando mahjong con su grupo de amigas. Escuché que la señora Valverde le preguntaba si algo te había pasado en la pierna y por eso mi hermano siempre tenía que cargarte hacia arriba. Isabela, ¿qué pasó la otra vez que tuvo que cargarte?
Debía ser la vez del jardín. Me había arrancado la ropa. Roberto me había hecho ponerme su ropa y me había cargado. Me asaltó una ola de náuseas. Qué mala suerte.
Rara vez mi suegra tenía sus sesiones de mahjongen casa pero parecía que yo me las arreglaba para avergonzarme cada que ella estaba ahí.
Mis pensamientos estaban revueltos. Hice que Emanuel se fuera después de que terminé de ponerle la medicina.
-La próxima vez, llámame antes de meterme a mi cuarto.
—Nuestros cuartos están tan cerca, ¿por qué tengo que llamarte?
Lo fulminé con la mirada. Él retrocedió de inmediato, levantando las manos en el aire en señal de rendición.
-Bueno, bueno, ya sé qué hacer.
Las consecuencias de beber demasiado eran una sed insaciable y un dolor de cabeza que no cesaba. Me acabé el agua que había en mi habitación y bajé por más. Era medianoche. Todos debían estar en cama. No me encontraría a nadie ni tendría más encuentros incómodos.
Tomé unas cuantas botellas de agua y me dirigí hacia arriba. Cuando pasé por el estudio, vi a Roberto trabajando. La luz azul de la pantalla de su laptop le bañaba la cara. Me escabullí después de robarle un vistazo. Temía encontrarme con sus ojos. Su mirada era como un láser. Temí que me fuera a desollar con una sola mirada. El horror.
Me fui a trabajar con los ojos hinchados. Abril me preguntó qué me había pasado. Le conté que había quedado como una tonta. Me preguntó por qué; ella también quería divertirse a costa de ello. La ignoré. Me pasé toda la mañana con un humor de perros.
En mi descanso, estuve dibujando bocetos mientras almorzaba. Intenté recordar cómo era la casa en que mi madre y yo vivimos. Quería regresarle su belleza anterior. Por fortuna, había vivido ahí hasta que cumplí dieciséis. A esa edad, ya había acumulado muchos recuerdos de la casa. Estaba inmersa en mis dibujos cuando Abril entró de repente. Su voz se volvió chillona a causa de la emoción.
Probablemente Abril estaba demasiado emocionada y no oyó lo que dije. Me dio una fuerte palmada en el hombro.
-Roberto es gay. Qué noticia tan increíble. Dios mío. Isabela, qué suerte tienes de que su matrimonio sólo sea por conveniencia y que pronto se van a divorciar. Sería horrible si acabaras siendo la tapadera de un gay.
Ella seguía divagando en voz muy alta y yo no podía entender con exactitud lo que estaba diciendo. Me esforcé por concentrarme en lo que cuchicheaba.
-Isabela, ¿sabes con quién tiene una aventura Roberto? Nunca adivinarás. Estoy segura.
—¿Quién es?
-Santiago, su lindo asistente personal. Siempre me pareció que se veía muy bonito con su figura atractiva y su piel suave. Además, tiene una personalidad genial, es sereno y bueno en su trabajo. Es demasiado perfecto, debe ser gay. Yo tenía razón: Dios guarda a los hombres perfectos para otros hombres. Nosotras las mujeres nos quedamos con bichos gordos que nunca salen de casa o imbéciles que nos fastidian -dijo Abril, desviándose del tema y enojándose cada vez más mientras hablaba.
De verdad eran noticias impactantes. Por supuesto, yo lo supe todo el tiempo, pero ¿cómo se había enterado ella? ¿Le había llamado ebria anoche después de beber tanto? Levanté la mirada. Creí que podía ver una cuchilla imaginaria brillando a la luz mientras colgaba sobre mi cabeza. No sabía en qué momento caería y me cortaría la cabeza de un tajo.
Temblé y luego le pregunté temerosa:
-¿Cómo te enteraste?
—No soy la única. Toda la ciudad... digo, todo el país... ¡Todo el internet lo sabe! —Abril me puso su teléfono en la cara-. Este video lo transmitieron en vivo desde el evento.
Lo grabé para poder verlo otra vez. Está por todas partes en internet. Apuesto que le tomará un buen rato a Roberto borrar todo rastro de él.
Su teléfono brillaba con fuerza en mi cara. En mi ignorancia, le pregunté:
-¿Qué es transmitir en vivo? ¿Él anunció que iba a salir del clóset?
-Para nada. Empresas Lafuente y el Grupo Solidaridad tuvieron una ceremonia de apertura hoy para comenzar la construcción del núcleo de tecnología. La esposa del directivo de Grupo Solidaridad es extranjera. Tienen la costumbre de darle regalos a los miembros de la familia de sus socios en esas ocasiones. Roberto le dio algo a la señora. Al final... al final, ja, ja, ja. Mira eso.
Abril puso el video y me dio su teléfono.
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