El médico no tardó en llegar, era el mismo médico que había atendido a Roberto la noche anterior. Me di cuenta de que estaba sorprendido por la escena que vio al llegar, estaba en una casa diferente y mirando a un paciente diferente, pero el tipo de lesión y la ubicación eran idénticas.
-¿Tú también te caíste de un árbol?
-Baño —dije de forma escueta.
-¿También caíste de espaldas?
-Sí.
Me quedé boca abajo mientras el médico intentaba quitarme la ropa, Roberto probablemente lo detuvo.
-Eso no parece apropiado —dijo.
-Amo Roberto -comenzó el médico, quien parecía debatirse entre la risa y las lágrimas—. ¿Cómo voy a
evaluar sus heridas si no me deja examinarlas?
-Te las describiré. Tiene el omóplato hinchado pero la piel no está desgarrada, hay dos hematomas en el centro de la espalda, no estoy seguro si se lesionó la columna vertebral.
—¿No está seguro? Entonces, ¿cómo hago mi diagnóstico?
-Se puede sentir la columna vertebral a través de su ropa.
—Amo Roberto, —el médico suspiró exasperado—. No puedo hacer una exploración adecuada sin mirar.
—Eso sólo significa que todavía tienes mucho que mejorar como profesional de la medicina -Roberto se burló.
El dolor me provocaba calosfríos y allí estaba él, entablando una frívola conversación con el médico. Debía estar haciéndolo a propósito, quería que sufriera.
-Roberto, tienes que usar tus cinco sentidos cuando se trata de un examen médico, ¿Acaso no lo sabes? Deja de interrumpir el examen -le grité.
No había otra forma de que me salieran las palabras en medio del dolor que sentía en ese momento. Nadie se había atrevido a gritarle a Roberto, yo no lo hubiese hecho si el dolor no me estuviera volviendo loca. En el pasado, Roberto me hubiera empujado fuera de la cama, me hubiera hecho girar en un círculo y tirado por la ventana, pero esta vez no hizo nada de eso. Seguro que le preocupaba no tener a nadie más con quien divertirse si se deshacía de mi maltrecha persona.
Se sentó en una silla que estaba junto a la cama y por fin dejó de hablar, el médico me levantó la ropa y empezó a examinar mi espalda.
— Se ve bastante mal, comprobaré si algo está fracturado.
-Ponte los guantes -Roberto intervino con frialdad.
—Afectará a mi sentido del tacto.
-¿Intentas examinar sus huesos o intentas manosearla?
El médico cedió, sentí los fríos guantes de látex tocarme la columna vertebral y el hueso de la cadera con suavidad, la textura del látex no era tan cómoda como la de la piel real. Roberto simplemente era bastante exagerado, seguía tratando de fingir ante el médico, demostrando lo posesivo que era conmigo y lo mucho que le importaba. Hasta dónde estaba dispuesto a llegar tan solo por su imagen pública, volvería a su antigua gloria frente a la opinión pública en poco tiempo.
-¿Esto le duele? -el médico preguntó de forma pensativa mientras tocaba un área de mi espalda.
-No.
—¿Y aquí? ¿le duele?
-No me duele.
-¿Y aquí?
-¡Ay, ay, ay!
-Puede que tenga una fisura en el omóplato -concluyó tras el examen-. Debería ir al hospital para que le hagan un escaneo, sólo para estar seguro.
Roberto se levantó de la silla con presteza y le arrojó al médico las llaves del coche.
—Tú conducirás.
No pude ver la mirada del médico porque estaba recostada boca abajo, pero pude imaginar la mirada de asombro que debía de tener.
—Amo Roberto, usted sabe que yo no presto ese servicio. Después de la exploración y el chequeo, debe recibir el tratamiento y la receta en un hospital.
-¿Y en dónde está tu mujer ahora?
-Murió en un accidente automovilístico.
Sólo podía ver la parte trasera de la cabeza de Roberto mientras yo permanecía boca abajo, no respondió a lo que el médico acababa de decir, al mirarlo me di cuenta de que se había quedado sin palabras.
No estaba segura si sentarse junto al médico, en el asiento del copiloto, estresaba a Roberto, pero no hizo ningún comentario acerca de la lentitud con la que se movía el coche durante todo el viaje ni sobre lo accidentado que era el trayecto. No pudimos atravesar muchos cruces a tiempo, de hecho, tuvimos que esperar a que los semáforos se pusieran en verde en casi todos ellos antes de que el médico consiguiera arrancar el motor y poner el coche en marcha de nuevo. Di gracias a Dios de haberme lastimado sólo la espalda, si hubiese sufrido una lesión en algún órgano crítico, podría haber muerto de camino al hospital.
-Gómez. -Roberto no pudo resistir más-. ¿Qué es lo que acaba de pasar por delante de nuestro coche?
El doctor Gómez tenía toda su atención puesta en el camino, vi su cara por el espejo retrovisor, las venas de su frente estaban resaltadas.
-¿Qué?
-Doctor Gómez, era un coche eléctrico, un pequeño coche eléctrico -dijo con gran paciencia. —Un coche eléctrico acaba de rebasar mi Mercedes.
—No sé conducir más rápido, además, no estamos tan lejos del hospital y la señora Lafuente no está en estado crítico, no caerá muerta si conducimos un poco más despacio.
-Eres un peligro al volante.
-En realidad, esto no está tan mal. No hay muchos coches en la carretera a estas horas de la noche -De repente el doctor Gómez exclamó con alegría—. Me preocupaba no tener tiempo para practicar mi forma de conducir, pero esta es una gran oportunidad para hacerlo.
Tenía la sensación de que Roberto había llegado a su límite, enloquecería si el doctor Gómez seguía hablando. Sin embargo, parecía que el doctor conocía bastante bien a Roberto, parecían estar muy familiarizados con el temperamento del otro. Cerré los ojos e intenté dormir, que así sea, podíamos tomarnos nuestro tiempo, el doctor Gómez tenía razón, no era como si me estuviese desangrando.
-Su fractura estará curada para cuando llegues al hospital —Roberto se burló.
-No estoy conduciendo tan despacio. Llegaremos al hospital después de este crucero, mire, está ahí. Oh no, hay alguien delante de nosotros, ¡un peatón! —el Doctor Gómez gritó y pisó los frenos a fondo. No pude abrocharme el cinturón de seguridad porque estaba acostada boca abajo en el asiento trasero así que el impacto me hizo rodar y aterricé de espaldas en el suelo.
Roberto giró la cabeza para ver cómo estaba, mi visión estaba nublada a causa de la caída, me pareció ver una mirada atormentada en su rostro. Salió del coche y trató de subirme al asiento, pero yo estaba atrapada entre los asientos delanteros y los traseros. Tiró de mí como quien tira de una zanahoria para sacarla de la tierra y por fin consiguió ponerme de pie con un esfuerzo considerable.
-Martín Gómez -Roberto habló despacio-. El peatón estaba a casi treinta metros de nosotros, ¿Era necesario frenar de golpe?
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