Cuando uno está sano y sin heridas apenas si le prestas atención a alguna parte de tu cuerpo, pero en cuanto te lesionas, todas las sensaciones que tenían que ver con esa parte de tu cuerpo se amplificaban.
Después de lavarme los dientes, volví a la cama y me recosté boca abajo, Baymax entró deslizándose con el desayuno, tenía una bandeja repleta de comida, había ancas de rana, caracoles, filete tártaro, morcilla, paté y algunos tipos de pan.
-Sirvienta, disfrute de su desayuno por favor -Baymax dijo con amabilidad.
Deseaba desesperadamente quitarle las pilas, a ver cómo actuaba todo piadoso después de eso.
- ¿Preparaste todo esto?
-Es del restaurante francés de la calle cinco.
-Cielos, ¿comida a domicilio? Creía que lo habías hecho
tú.
Levanté los platos y los miré con indiferencia, no me llamaban la atención para nada. Roberto estaba hablando por teléfono, yo estaba mordisqueando un trozo de pan cuando entró, terminó su llamada y se puso delante de la cama, observándome.
-¿Por qué no comes?
-No son de mi gusto.
-¡Ja! -se burló-. El restaurante francés de la calle cinco hace la cocina francesa más auténtica de toda la ciudad, sus cocineros y los ingredientes que utilizan vienen de Francia.
-Pues yo no soy de Francia -le dije. Suspiré mientras miraba la comida de mi plato-. Cómo me gustaría poder comer un poco de Sopa de migas ahora mismo.
Roberto se giró hacia Baymax.
—¿Qué es eso?
—La sopa de migas es un platillo originario de una ciudad situada en la región centro del país. Se trata de una cocina única con una combinación singular de sabores, es picante, aromático y caliente. Es un platillo famoso que ejemplifica mejor los sabores locales de la región. El sabor único de la sopa de migas se debe a su consomé especial, el cual se elabora con caldo de res, epazote, chile guajillo, orégano, cebolla, ajo, una variedad de otras especias y por último se le agrega huevo, pan en trozos y carne de pollo.
Baymax vaya que sabía cómo lucirse con sus conocimientos.
-Fui solo un segundo más lenta que tú en buscar los ingredientes por internet con mi teléfono.
Roberto me miró con desdén y dijo:
-Tienes dos opciones.
Tenía el presentimiento de que nada bueno saldría de su boca, tenía razón.
-Comer o no comer.
Lo sabía, me resigné a mi destino y machaqué el filete tártaro que estaba en mi plato con el tenedor. La carne cruda era un gusto adquirido y era algo que no me gustaba, quería comer lo que la gente ordinaria de mi país comía. Roberto estaba acostumbrado a comer ese tipo de comida porque había estudiado en el extranjero, pero yo no. Quería leche de vaca, huevos, empanadas y fruta para el desayuno, incluso podían ser frijoles.
Me atiborré la boca con el filete tártaro, Abril llamó en ese momento, unos cuantos segundos después de encender el teléfono.
—Isabela, ¿Qué te ocurrió? ¿Por qué Roberto fue el que me contestó esta mañana?
-Mmm, me lastimé.
-¿Es violencia doméstica? -Empezó a gritar al teléfono.
-No es lo que crees que es, tuve una fuerte caída en el baño.
— Pasaré por la residencia Lafuente para ver cómo estás.
-No estoy allí.
—Entonces ¿En dónde estás, en el hospital? ¿En verdad fue una caída tan fuerte? -Abril gritó con todas sus fuerzas.
—No es así, por ahora me estoy quedando en otro sitio.
—¿Qué quieres decir? ¿Acaso Roberto te echó de la residencia Lafuente?
-Nos alojamos juntos en otra residencia.
Abril hizo una breve pausa.
—Es hora de tu masaje —me dijo.
-¿Qué? -le pregunté, no había entendido lo que acababa de decir.
-El médico dijo que hay que masajearte la espalda para reducir los moretones.
—¿El Doctor Gómez está aquí?
— Yo te ayudaré con el masaje —me indicó.
Fue entonces cuando me di cuenta de que había sacado un frasco de pomada de la nada, el terror me invadió.
-No quiero tu ayuda, tú también estás herido. El médico dijo que también necesitas un masaje para reducir los moretones.
—Gómez me ayudará con eso —me dijo. Abrió el frasco y puso un poco de pomada en su mano-. Quítate la ropa y acuéstate de espaldas.
-No -dije negándome con firmeza-. Yo misma lo puedo hacer.
—¿Te crees una especie de contorsionista? ¿Crees que puedes llegar a este punto de tu espalda? -me cuestionó y luego me tocó la espalda con suavidad. Sentí un cosquilleo que me entumecía, era insoportable.
Bien, tenía la sensación de que Roberto conseguiría matarme de alguna manera. Se frotó la pomada en las palmas de las manos calentándolas antes de colocarlas en mi espalda, las sentía calientes. Empezó a masajear, me di cuenta de que no me dolía para nada, se sentía increíblemente cómodo.
Había difamado su buen nombre, pensaba que aprovecharía esta oportunidad para hacerme sufrir, pero no lo hizo, por el contrario, parecía bastante hábil. Mis ojos se cerraron, me sentía tan cómoda que me iba a quedar dormida en cualquier momento, tenía que colmarlo con algunos elogios sinceros.
—¿Te refugiaste en un salón de masajes como una especie de ejercicio de formación de carácter?
—¿Es eso un cumplido? —Resopló un poco.
—Tienes muy buenas técnicas, debes haber tomado clases.
-No lo hice, aprendí cuáles eran los puntos de acupuntura después de ir a unas cuantas sesiones de masaje. ¿Qué puedo decir? Soy muy brillante.
¿Acaso no podía contenerse cuando estaba adulándose a sí mismo?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Un extraño en mi cama